Los Demonios De Barro
Los demonios de barro
Título original
- Os Demónios do Meu Avôaka
- Año
- 2022
- Duración
- 84 min.
- País
- Portugal
- Dirección
- Música
-
Carlos Guerreiro
- Fotografía
- Animación
- Reparto
- Animación
- Compañías
- Coproducción Portugal-España-Francia;
Sardinha em Lata Lda, Midralgar, Basque Films, Caretos Film
- Género
- Animación. Drama | Stop Motion
- Sinopsis
- Rosa, una profesional de primera línea, muy valorada en el mercado empresarial, lleva una vida exigente dedicada por completo a su trabajo. La muerte de su abuelo, del que se había distanciado progresivamente por su inagotable trabajo, acaba provocándole un repentino ataque de estrés que pone en duda sus decisiones. Rosa decide entonces abandonar la ciudad y se lanza a buscar el lugar y los recuerdos de su infancia, vivida al lado de su abuelo.
- CRÍTICA
Rosa es una mujer estresada y agotada por su trabajo. Un día recibe una mala noticia, su abuelo, del que se había distanciado en los últimos años, ha fallecido. El varapalo hace que todo le sobrepase. Sufre un ataque de ira en el trabajo, y es despedida. Utilizará la coyuntura para abandonar la ciudad y viajar al pueblo, con el propósito de poner en orden la herencia de su abuelo. Sin embargo, se reencontrará con su infancia, y con los pesares de su abuelo, en un lugar que había olvidado.
El film tiene una primera parte de animación tradicional que ralla la sobriedad más sonrojante. Luego Rosa va al pueblo, y la película despierta, se convierte en barro, en Stop Motion. Lo lógico es pensar que así el film pierde vida, un artefacto disruptivo. Pero realmente gana. Se despereza de la fealdad y adquiere un mayor encanto. La típica simpatía del trabajo artesanal hecho con mimo. No es Aardman, pero en el terreno de la austeridad es más bello el trabajo manual.
En este juego de alfarería lo cinematográfico sobresale por medio de la fotografía. Una luz capaz de crear ambientes, tonos y densidades de gran expresividad, pero, ante todo, que se percibe natural, que ilumina al barro como la haría el sol más certero o la luna más resplandeciente.
Una música de estrambótica fuerza hace vibrar las imágenes. Es el folclore portugués, que resuena en la película. En torno a la música danza un grupo de demonios que no se vanaglorian de su innata naturaleza maligna, sino que encarnan algo más humano: los vestigios del odio engendrado por un viejo. Es la cultura pagana enraizada en un mundo rural tan antiguo que nos habíamos olvidado de su existencia.
La película se detiene en los aspectos más nimios de la vida agreste. Tiene una aproximación casi naturalista al quehacer del campo. Detrás de esto hay una sensibilidad personal autoral bastante acusada. Una reflexión vitalista sobre la vuelta al origen, al barro, allí donde el tiempo transcurre al ralentí, y las cosas se perciben vía un prisma que restituye la lógica del incongruente mundo. Es una meditación muy adulta, que muestra lo que es la película: plásticamente infantil, pero con la intención de tocar zonas rugosas, ásperas, de la vida y de las relaciones humanas.
Demonios de barro es una película delicada. El primer intento portugués por narrar una historia a través del Stop Motion, que da como resultado una película compleja y bella, con retazos de un mimo artesanal que escasea.