En marzo de 2022, las vidas de millones de ucranianos cambiaron drásticamente en lo que tarda en caer un misil, en un abrir y cerrar de ojos. Los desplazamientos, la destrucción de ciudades y pueblos y los días de luto fueron incrementándose paulatinamente. La guerra volvía, una vez más, para poner en jaque mate a la humanidad.
Fue entonces cuando el cineasta estadounidense Cary Fukunaga, director y guionista de títulos como 007: No Time To Die o la serie premiada con un Emmy, True Detective, decidió dejar a un lado su carrera cinematográfica para volcarse como voluntario en Ucrania, en colaboración con la ONG del cocinero español José Andrés, World Central Kitchen. Aunque no era su intención principal estar detrás de una cámara, el cineasta no pudo evitar detenerse para dejar constancia de lo que veía.
Desde el 15 de diciembre de 2022 hasta el 30 de enero de este año, el espacio Leica Madrid Gallery es el escaparate de Lost Spring (Kryvava vesna), una exposición fotográfica a beneficio de la ONG World Central Kitchen, con la que Fukunaga pretende mostrar la cruda realidad que se vive en las calles ucranianas durante la guerra. Nosotros hemos asistido a la exposición y hemos podido entrevistar al autor. Esto es lo que nos ha contado:
¿Cómo y cuándo se presenta la idea y la oportunidad de viajar a Ucrania y desarrollar este trabajo humanitario?
Estaba terminando la posproducción de la miniserie Masters of the Air y, después de tres producciones muy grandes y de larga duración (incluyendo Maniac y 007: No Time To Die), sentía que había pasado demasiado tiempo replicando la vida en lugar de participar en ella. Cuando era más joven, quería hacer un trabajo que marcara una diferencia en el mundo, así que decidí que era hora de tomarme un año sabático, aparcar mi carrera cinematográfica y hacer todo lo que pudiera en Ucrania.
Cuando pasaste la frontera y te encontraste finalmente en territorio ucraniano, ¿Qué fue lo que más te sorprendió y rompió tus esquemas durante los primeros días en Lviv?
No tenía muchas expectativas al llegar. Ni siquiera sabía dónde iba a estar ayudando y trabajando. Me reuní con algunos contactos de World Central Kitchen en Przemysl, en el lado polaco de la frontera, y me preguntaron si podía ayudar a una fotógrafa de la ONG a llegar a Lviv, así que se subió al coche conmigo.
Durante el viaje por carretera, mencionó que no había estado nunca en una zona de guerra y que estaba nerviosa, pero emocionada. Me preguntó si sabía algo sobre el “cóctel patriótico” que se había vuelto viral en redes. Dijo que todos los ucranianos lo estaban haciendo, pero que no recordaba su nombre. Yo no tenía ni idea de lo que estaba hablando y, como no funcionaban los teléfonos móviles, no podía buscarlo en Google.
Cuando entramos en Lviv, después del anochecer, nos encontramos frente a una hermoso paisaje arquitectónico que podía confundirse con Praga o Cracovia. La presencia de puestos de control de hormigón camuflado con soldados armados de la Defensa Territorial parecía incongruente. Tras pasar la última curva del puesto de control, la fotógrafa me gritó: “¡Ahí está! ¡Esa es la bebida que están haciendo todos!”. Miré por encima del hombro y solo vi a soldados sujetando botellas con trapos colgando de ellas. Cócteles molotov.
La muchacha no había oído hablar de los cócteles molotov antes de esta guerra y había visto videos virales de ucranianos preparándolos. Tuve que explicarle que no era una bebida, sino un arma improvisada que los ciudadanos fabricaban para defender sus calles de los vehículos rusos. Estaba mortificada y me hizo prometer que no se lo contaría a nadie, hasta ahora.
La cultura y el entretenimiento es, muchas veces, un salvavidas al que aferrarse cuando la corriente va en nuestra contra. Según tu experiencia personal, ¿Cómo viven la música o el teatro los ucranianos en este contexto tan complicado?
Los teatros y los cines estaban cerrados mientras estuve allí y la música era casi inexistente. Algunos pequeños grupos de cantantes y acordeonistas tocaban para levantar la moral en las estaciones de tren y en los refugios, pero era peligroso y difícil reunir grupos grandes una vez fueron desintegradas las orquestas.
En Lviv, vi un concierto benéfico de la Sinfonía Nº3 de Beethoven compuesto por músicos de orquestas de toda Ucrania que se encontraban en la localidad. Los asientos del teatro habían sido retirados para hacer espacio a los suministros médicos, por lo que no había público. Las pocas personas allí presentes se echaron a llorar.
A veces, la realidad supera la ficción. Tú conoces ambos campos y sueles trabajar con historias como materia prima en tus guiones, ¿Te has cruzado con alguna historia personal que se haya guardado un hueco en tu corazón?
Una vez conocí a un niño mientras preparaba otra película, llamada Sin Nombre. El chico viajaba en tren hacia el norte de los Estados Unidos. Era solitario y extremadamente cauteloso. Tenía ese tipo de inteligencia callejera que está escrita en la mirada. Sus ojos se movían rápidamente y no revelaban ninguna emoción, solo cautela y desconfianza. Me dijo poco. Sus padres habían muerto, su abuela, que lo había estado cuidando, también había muerto y tenía un tío en Texas con el que estaba intentando contactar. No me dijo su nombre.
Le pregunté si podía tomarle una foto y solo me dejó hacerle una, antes de darse la vuelta y desaparecer en la estación de tren. Nunca lo volví a ver y no sé si alguna vez logró llegar hasta su tío. Cuando me lamento por las dificultades que estoy teniendo, recuerdo a personas como él y me hace apreciar los privilegios que he tenido en mi vida. Dónde y con quién naces determina muchas de las opciones que tienes en la vida y yo he tenido mucha suerte.
Volviendo a Ucrania y para finalizar la entrevista, ¿Cómo pueden ayudar los españoles a las familias afectadas por la guerra?
Hay muchas organizaciones que trabajan directamente en Ucrania, donde la cantidad que donas se destina principalmente a la causa. El problema con muchos grupos benéficos de mayor tamaño es que la propia organización utiliza un gran porcentaje del dinero recibido para para sus propios costes operativos. Sin ir más lejos, recomiendo la ONG con la que he colaborado, World Central Kitchen, que está haciendo un excelente trabajo en Ucrania.
Enlace para realizar una donación a World Central Kitchen: https://wck.org/es-es/donate