En una soleada mañana de primavera barcelonesa, opuesta a la tempestuosa climatología vasca que reúne el mismo título, La quietud en la tormenta, charlamos con Alberto Gastesi en la presentación de su primer largometraje junto a su actriz protagonista, Loreto Mauleón. Compañeros de fatigas desde los tiempos de universidad en Donostia, la película ha supuesto un reencuentro profesional en sus trayectorias emergentes, en la cual han vertido parte de sus experiencias en cuanto a temas tan universales y caudales como son el paso del tiempo, la relación con el espacio donde se ha crecido o el rumbo que toman las decisiones de uno. La complicidad entre ellos sigue intacta mientras nos descubren los orígenes en formato corto de la película, su método de trabajo o reflexionan sobre el dulce momento del cine en euskera, al cual ellos han contribuido activamente con La quietud en la tormenta. La quietud y la calma reinan en el ambiente.
¿Dónde está el origen de La quietud en la tormenta? ¿Partiste del cortometraje que hiciste en 2012, llamado Tormenta?
Alberto Gastesi: Hasta ahora en todas las entrevistas estaba respondiendo que el origen del largometraje estaba en una imagen que tuve hace unos años y me acompañó: un piso en venta en el centro de Donostia y cuerpos moviéndose en el espacio, de personas que guardaban un pasado que desconocíamos. Ahora que vienes con Ekaitza (Tormenta), me doy cuenta de que esto estaba antes incluso, cuando hicimos este corto en 2012, diez años de la peli.
Loreto Mauleón: Estaba pensando que seguramente Alberto diría que no tiene nada que ver con el corto, pero absolutamente sí que tiene que ver. No solamente por el nombre y por estar con Aitor (Beltrán -el actor protagonista del largometraje-), también la temática que, sin tener las conversaciones de la película, hay lo que te atormentaba a ti en ese momento, lo que te rondaba, que ahora es diferente. Y precisamente eso es lo que cuenta la película.
A: Creo recordar que el corto cuenta las cosas a través de una ruptura, y la película no va por ahí: es construcción. En los dos está el asunto de las relaciones y del amor.
¿Qué tienen las tormentas que te gustan tanto?
A: Además de que las vivimos mucho en Donostia, es una oportunidad de contar asuntos humanos y personales con imágenes muy poderosas, que pueden ser icónicas. Tienen esa cosa de reflejar tormentos interiores. Pero la verdad es que no intelectualizo en el origen de los elementos que vamos poniendo en las películas. Lo que sé es que una cosa recurrente. Necesitaba hacer esta película para cerrar esta etapa tormentosa, desarrollando el largo, y no con cuatro minutos del corto.
¿Cómo trabajasteis el personaje de Loreto? ¿Con qué grado de complicidad partisteis?
L: Partíamos de una confianza bastante grande, nos conocemos mucho y confiamos bastante el uno en el otro en el sentido artístico. Había momentos en los que intentábamos convencernos el uno al otro de lo que pensábamos del personaje o de la escena, pero sí que había bastante de dejarse guiar por lo que te estaba diciendo el director, más allá del amigo. Antes comentábamos que hicimos ese corto, y hemos hecho más cortos juntos, aunque fuera de cualquier manera. Por ejemplo, en uno de ellos trabajé también como ayudante de vestuario, maquillaje, peluquería... ¡Todo lo que había! (ríen) Hemos hecho muchas cosas juntos, pero luego los caminos también se han separado y cada uno ha ido haciendo el propio camino artístico. Y, de repente, aquí se han juntado otra vez. Era bonito cómo había un entendimiento a pesar del tiempo y de las maneras de hacer.
El personaje estaba escrito de una forma que ya se entendía. Hay veces que me llega un personaje y me cuesta más entenderlo. Este, a pesar de ser distinto a mí, se acercaba en muchos puntos. Había cosas, como siempre, que te generan más conflicto. Allí es donde hemos ido trabajando y encontrando. También, la escritura de las secuencias finales ha ido surgiendo a medida que íbamos rodando y tanto a Álex (Merino –coguionista) como a Alberto el texto les iba pidiendo cosas. Muchas veces era incluso quitar cosas y contarlo más sencillo, como se ve en la secuencia final. En general, allí no se usan frases muy largas.
A: Son frases muy vascas. Muy monosilábicas.
L: Como hemos ido hablando mucho de los personajes desde el principio, luego a pesar de haber cambios en el texto, esto no suponía un problema, porque estaba todo integrado.
A: Yo sabía que Loreto iba a entender perfectamente a Lara porque la conozco desde que estaba en la universidad, en Donostia. Ella, Loreto, una chica donostiarra que tiene el misterio, la serenidad, la bondad que necesitaba ese personaje de Lara que llega de alguna forma al mundo, de Lazkao a la vida adulta. Loreto y yo hemos seguido siendo amigos, estamos en otros puntos vitales, cargamos más cosas a nuestras espaldas, como también ocurre a los personajes en la película con ese salto temporal. No está escrita para ti, pero es la película que teníamos que hacer.
L: ¡Está escrita para mí, Alberto! No engañes... (ríen)
A: No estaba escrita para ti, pero tampoco hubo casting.
¿Diríais que es una película generacional?
A: Sí, entre nosotros siempre sale.
L: Siempre lo hablamos. Amigos, familiares y, sobre todo, gente de nuestra de edad lo siente muy propio. Son dudas y conversaciones muy generacionales, precisamente. Esos temas de tener treintaytantos, saber dónde vivir, si tendrás hijos... Son cosas sencillas que nos ocupan la mente y el cuerpo todo el tiempo.
A: Es interesante recalcar que esto es una cosa que ha acabado siendo. No estaba tan presente al principio del proyecto, el tono ha ido variando. De lo que nos hemos preocupado mucho ha sido de mantenernos abiertos a que las circunstancias vitales, lo cotidiano y el paso del tiempo en los escritores y actores pudiera gotear en la película. Y así ha acabado siendo, porque la historia llevaba escrita mucho tiempo, aunque ha tenido innumerables reescrituras. Quizás pudo empezar teniendo más que ver con el hecho de la relación romántica y el reencuentro desde un punto de vista más dramático, pero poco a poco, cuando el proyecto estaba más cerca de ser materializado, el último año antes de rodarse, se ha impregnado de nosotros, quienes hemos crecido un poco. Como los personajes, estamos inmersos en los treintaymuchos, algunos. (ríen)
Se ha vuelto un poco más desencantada la propia película, y yo estoy muy contento de que hayamos estado abiertos a que eso haya podido ocurrir. Incluso la preparación de la película coincide con el inicio de la guerra (de Ucrania), y eso está, se verbaliza en la película. Me gusta pensar que la escena final, teniendo a los dos personajes en un piso a oscuras con la tormenta afuera, pueda tener ciertas semejanzas con el momento que los europeos vivíamos en esos instantes frente a esa incertidumbre bélica. Todo ha tenido un eco en la peli y me parece importante hablar de esto. Es de lo que más orgulloso me siento.
Comparto que es una película generacional porque muestra cosas que han ocurrido a los de nuestra generación. Nuestros padres, por ejemplo, tuvieron una vida diferente.
A: Quizás haya otro reflejo de esto que acabas de nombrar, de una vida distinta. Nuestra generación es, de alguna forma, más distinta a las demás porque ha habido una ruptura en muchos aspectos. Este hecho de que los personajes hayan sido olvidados por sus padres es algo que aparece poco antes de rodar. Para mí es otra capa más que viene a hablar de lo generacional.
La estructura de la película parece sencilla, pero luego uno descubre una cierta complejidad al jugar con la fragmentación del tiempo, la realidad y la idealización. ¿Lo tenías claro esto?
A: También es algo que ha estado en construcción. Tenía claro que uno de los elementos identitarios de la peli es ese arrancar de forma fragmentada y desorientada, pero en lo cotidiano. El devenir de los personajes se rompe cuando estos se ven en el piso en venta. A partir de ahí la estructura va atrás y adelante en el tiempo, eso estaba claro desde el principio. Ha habido otras capas de complejidad a nivel estructural en el guion que hemos ido escribiendo, otras han terminado saliendo del montaje. Lo interesante, otra vez, ha sido poder rodar con esa apertura, a no cerrar por etapas el proyecto.
¿Cómo sienta ser uno de los cineastas que mejor ha retratado Donostia últimamente?
A: ¡Qué majo! Espero que pienses que mejor que Woody Allen...
Woody Allen era un poco postal.
A: Tuvo una visión un poco de extranjero. Me puedo morir tranquilo, porque he hecho una película que retrata los lugares donde he estudiado, pasado la infancia, los lugares donde conocí a Loreto... Tener la oportunidad de retratarlo con nuestra mirada es un absoluto lujo, además teniendo ese material de partida con la ciudad...
L: ¡Fue un revival, aquello! Recuerdo ir a ensayar la secuencia con Íñigo en la moto y hacer de repente un retroceso en la vida de quince años. Estaba sintiendo que estaba allí, ¡y no soy de método! (ríe) Son los sitios donde hemos estado toda nuestra vida, era muy fuerte. Luego ver Donostia retratada de esa forma tan bonita y especial... Es muy fácil y real imaginarse a Donostia en blanco y negro. Que digas eso es muy bonito para Alberto.
¿El blanco y negro pretendía darle un aire más nostálgico a la película?
A: No, yo no quería que fuera una película nostálgica, para nada.
L: Pero lo has conseguido, porque te lo han dicho varias veces. (ríe)
A: La peli es la peli, y yo no soy la peli. Pero no quería que fuera nostálgica. Tiene un punto melancólico, obviamente habla del paso del tiempo, de hacerse mayor, de haber tomado decisiones... Pero el blanco y negro viene por el trabajo que hacía con Esteban Ramos, el director de fotografía, y las referencias fotográficas que nos interesaban, no cinematográficas. Es un aspecto de la película que aparece al principio de todo, el único a priori de toda ella, más que la temática o el argumento son el formato y el blanco y negro. El material de trabajo, la piedra. ¡Madre mía, que pedante! (ríen)
Has mencionado el formato, 4:3. ¿A qué obedece esta decisión?
A: Simplemente, me apetecía hacerlo así. Me encanta este tipo de encuadre, la composición es tan distinta al horizontal... En realidad, es 1:37.
Está bien la precisión.
A: Tampoco hay una añoranza por el cine clásico...
No, ya has dicho que no eres particularmente nostálgico.
A: Luego, me gusta la altura en pantalla grande. Cuando las películas no son tan panorámicas, lo agradezco mogollón. El poder ver la altura de la pantalla me gusta mucho.
¿Es un buen momento para el cine vasco y en euskera?
A: ¡Yo creo que es magnífico! La gente en todo el territorio español ha estado yendo a ver Irati (Paul Urkijo, 2022) en versión original. O As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022) mismo, que tomaron la decisión de no doblar nada y dejarlo todo en gallego, castellano y francés. Creo que la gente está más acostumbrada a ver versiones originales subtituladas. Desde el punto de vista del consumo es un momento propicio.
L: Yo creo que es un momento en el que hay muchas cosas y que de repente Irati haya tenido esta repercusión es fantástico. Pero también esta vez nos sorprendió que en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián este año no hubiera tantas producciones en que se hablara en euskera. Por otro lado, se están haciendo muchas series en Euskadi, que también hacía falta. Pero no solamente aquí, en Galicia también, se está ampliando todo un poco. Esto hace que veamos más historias comunes, pero en lenguas distintas.
A: Es un momento muy efervescente en el cine vasco. De repente se ha creado mucha industria, y el momento creativo es muy alto.
L: Este año ha habido muchos buenos cortos y grandes logros.
Yo he detectado que hay más producción en euskera, últimamente.
L: Siempre ha habido cosas, pero nunca han tenido la repercusión que han podido tener otros títulos. Es lógico que un proyecto como Irati tenga más repercusión, que no le quito mérito. Los proyectos más pequeños siempre tienen más dificultad. Sí que creo que siempre ha habido producción en Euskadi y en otras comunidades, pero ahora se está dando ese espacio a abrir porque hay ese interés por parte del público.
A: Yo creo que hay que agradecer a José Luis Rebordinos y su equipo la valentía que tuvieron al meter Loreak (Jon Garaño, Jose Mari Goenaga, 2014) en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, porque fue el punto de inflexión para que el cine en euskera estuviera luego más presente.
¿Qué es lo próximo que veremos? Loreto, tú has rodado La ermita, de Carlota Pereda, directora de Cerdita (2022).
L: Rodamos en otoño e imagino que se estrenara a finales de este año, aunque no lo sé aún. Ha sido un rodaje intenso y muy interesante. Carlota tiene un mundo muy suyo y es maravillosa. Ya lo ha demostrado en su primera película, pero esto es otra cosa muy distinta, también tratando temas muy personales y duros. Muy bonito.
¿Y tú, Alberto?
A: Yo estoy preparando otra película con Álex Merino, el guionista de La quietud en la tormenta, que se llama Singular. Es en color y de ciencia ficción, una coproducción de White Leaf producciones y Vidania films, la productora de esta misma peli que presentamos, con participación de Televisión Española y ETB. Se rodará el año que viene.
¿En euskera?
A: No, está vez no. (ríe)
L: Queríamos ver ciencia ficción en euskera, pero habrá que esperar.
A: Pero la habrá.