viernes. 22.11.2024
LA PELÍCULA LLEGA A LOS CINES EL VIERNES 25 DE AGOSTO

Entrevista en exclusiva a Benjamín Naishtat, director de EL MOVIMIENTO

Con su segundo opus, El movimiento, el director argentino Benjamín Naishtat se sumerge en el relativismo histórico y la atemporalidad de una extensa Pampa difusa para escarbar en las periferias del poder y la construcción de los liderazgos políticos a partir de los discursos que exacerban el odio y que forman parte constitutiva de la historia argentina. En esta entrevista el realizador nos cuenta sobre su singular proyecto.

Con su segundo opus, El movimiento, el director argentino Benjamín Naishtat se sumerge en el relativismo histórico y la atemporalidad de una extensa Pampa difusa para escarbar en las periferias del poder y la construcción de los liderazgos políticos a partir de los discursos que exacerban el odio y que forman parte constitutiva de la historia argentina. En esta entrevista el realizador nos cuenta sobre su singular proyecto.

Pablo E. Arahuete: – ¿Considerás que las antinomias son una parte constitutiva de la historia política argentina antes de Rosas?

Benjamín Naishtat: – Diría que las antinomias son constitutivas de la política argentina desde antes de Rosas, ciertamente. ¿No evidencia el fusilamiento de Dorrego, asesinado sin juicio y con propósito ejemplificador, que había ya una profunda y radical división entre quienes se propusieron organizar el territorio luego de la Revolución de Mayo? Incluso los acontecimientos de Mayo encuentran a algunos políticos tibios operando a favor de una lealtad original a España (en ese momento ocupada por Francia), mientras que otros veían más allá.

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P.E.A.: – ¿Por qué  elegiste la época de mayor efervesencia de violencia política para desarrollar El Movimiento?

 Benjamín Naishtat: – No sé si la época de la desorganización nacional es la de mayor efervescencia política, en la Historia Argentina encontramos demasiados momentos de gran convulsión como para poder elegir tan fácilmente uno. Lo que sí creo es que el período posterior a Mayo y anterior al inicio de las presidencias históricas, ofrece un carácter fundacional donde se pueden buscar muchas respuestas para comprender lo que sobrevendría y aún lo que acontece en el presente.

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P.E.A.: – Es notorio un estilo minimalista en esta película ¿cómo planificaste la puesta en escena teniendo en cuenta la fuerte carga conceptual de la propuesta?

 Benjamín Naishtat: – La película, sus personajes, sus decorados, pertenecen a un mundo que no tiene una referencialidad precisa, es decir, el personaje interpretado por Cedrón, no existió, los sucesos narrados, tampoco, al menos no en la forma en que los presenta la película. Entonces hubo una voluntad de acompañar esa relativa abstracción histórica con una propuesta formal donde tanto los personajes como el espectador se vean algo perdidos, en una inmensa y oscura Pampa que nunca logran entender del todo. Se iluminó y se encuadró pensando en esa voluntad.

 Benjamín Naishtat: – La elección de Pablo Cedrón ante todo responde al deseo de contar con uno de los únicos actores capaces de hablar con total naturalidad en un castellano atemporal y de acento misterioso, también a su habilidad para cabalgar y su familiaridad con el ambiente rural. Sumado a lo anterior, Pablo Cedrón es muy conocedor de la Historia y la política argentinas, lo que sin duda enriqueció mucho a su personaje personaje en particular y al guión en general. Como dije anteriormente, su personaje no tiene una referencialidad precisa, y esto es deliberado. En sus discursos proclama conceptos liberales, iluministas, que alterna con diatribas nacionalistas, es en esencia un personaje altamente contradictorio, y esto creo lo hermana con una gran cantidad de figuras de los tiempos pasados y presentes.

 P.E.A.: – Si bien la película transcurre en paisajes nocturnos, aunque extensos, el formato es 4:3 y no 16:9 o wide ¿a qué se debe tal singularidad?

Benjamín Naishtat: – Se trabajó con formato 4:3 precisamente para no dejar espacio a una atmósfera contemplativa donde el paisaje ocupase la mayor parte de la imagen, ya que la intención era concentrarse en las personas, en los rostros, y muy particularmente en el rostro de Cedrón. Para ellos esa inmensidad era lo único que había, y estar cerca de los personajes implica no exotizar un paisaje que era algo natural para ellos. Accesoriamente, tanto el formato como la elección por el blanco y negro vienen de una algo arbitraria conexión en mi imaginario entre aquel tiempo fundacional y las formas visuales fundacionales del cine, que eran justamente la imagen cuadrada y en blanco y negro.

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P.E.A.: – Sin el objetivo personal de un rigurosos revisionismo histórico, tengo entendido que te nutriste de textos acerca de la época denominada como desorganización nacional ¿qué autores te clarificaron las ideas preconcebidas sobre esas luchas intestinas?

 Benjamín Naishtat: -Trabajé con una historiadora para construir un marco de investigación. Básicamente tomamos en cuenta diarios, crónicas de la época, para conocer los usos y costumbres, para encontrar las escenas. Hay crónicas geniales como la del Coronel Prudencio Arnold, las de un norteamericano que fue cautivo, John Antony King, y las de Antonio Somellera que fue un perseguido político. De leer esas crónicas e ir al encuentro de esos anecdotarios salieron la mayor cantidad de escenas. Además para entender el contexto más general se leyeron a los historiadores más tradicionales, tanto revisionistas como liberales.

P.E.A.: –  En Historias del miedo uno de los pilares es la paranoia social, ¿qué grado de paralelismo encontrás entre este fenómeno y la construcción de un discurso político basado en el odio hacia el adversario?

Benjamín Naishtat: – Historia del Miedo hablaba de un miedo que se vuelve odio, de algo latente de lo que nos siempre nos animamos a hablar. En el discurso político la cosa es menos sutil. Ese discurso del odio es declamado en El Movimiento por los representantes de los dos bandos que se presentan en la película. Y ciertamente hay resonancias por todos lados cuando uno analiza lo que es el temor al otro, el odio al otro a través de la Historia Argentina.  Para poner un ejemplo concreto -que una vez tomé para un corto que hice-,  en 1879 Julio Argentino Roca ganó enorme popularidad con su campaña del desierto a través de la cual instaló en el imaginario de la gente que esa repartija de tierras -financiada por la Sociedad Rural- era una cruzada civilizatoria, anti-barbarie. Cien años después, en 1979 durante un acto por el centenario de la campaña, un ministro de la dictadura trazó un paralelismo entre aquella lucha contra la barbarie y el Proceso. 

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Entrevista en exclusiva a Benjamín Naishtat, director de EL MOVIMIENTO