Entrevista realizada por Pablo E. Arahuete.
Esta vez en el terreno de la ficción, Gustavo Fontán nos sumerge con su opus La deuda en un periplo de corto tiempo para introducir una gran reflexión sobre las transacciones humanas en épocas donde la urgencia de lo material se impone y obliga a tomar decisiones. Por eso en esta entrevista express buscamos llegar al fondo y si lo conseguimos mucho mejor aún.
ME IMPACTA EL MODO CÓMO SE DAN LAS TRANSACCIONES ENTRE LOS HUMANOS EN UN MUNDO QUE PROPONE LA ALIENACIÓN
Pablo E. Arahuete: -Tengo entendido que uno de los detonantes de esta película fue una experiencia que viviste con un gato atropellado. Representaba tal vez la vulnerabilidad o desprotección, pero la dependencia del otro al mismo tiempo. ¿Considerás que la primera deuda que tenemos al venir al mundo se salda alguna vez con nuestros padres?
Gustavo Fontán: -Hace unos años vi esta escena: en un pequeño jardín abierto en el frente de una casa, en una esquina, había tres gatitos. Probablemente alguien los había abandonado ahí un rato antes. Una mujer los vio, y probablemente conmovida se acercó a acariciarlos. Cuando la mujer se fue, uno de los gatos fue tras ella. En el cordón de la vereda, ya a punto de cruzar, la mujer lo vio junto a su pie. Se agachó, lo levantó y lo volvió a colocar en el jardín junto a los otros. Enseguida la mujer se apuró para cruzar la calle, como si la rapidez le ocultara su movimiento al gato, o simplemente escapara. Lo cierto es que el gato volvió a ir tras ella y un auto lo pisó.
Durante muchos meses esta escena rondó mi cabeza, me interpeló. Me hice muchas preguntas sobre la ternura en el mundo, sobre las formas de vincularnos con los otros. Hay algo que me impacta, ya por fuera del vínculo con los animales: el modo cómo se dan las transacciones entre los humanos en un mundo que propone la alienación. A partir de la historia de Mónica, la protagonista la película pensamos mucho en la dimensión política del concepto de deuda, los modos como el dinero atraviesa nuestras vidas. Por eso no sabría qué decirte en relación a la deuda con nuestros padres.
P.E.A.: – ¿Qué se puede decir de la culpa como otra forma de deuda no necesariamente material?
Gustavo Fontán: -La culpa siempre lleva a lugares oscuros en los vínculos. Generar culpa significa un ejercicio de poder. Sentir culpa es someterse a algo.
P.E.A: -Hay un predominio de la nocturnidad en ese viaje que hace la protagonista Belén Blanco y que termina con el amanecer en una estación de tren. ¿Estableciste en cierta medida ese desplazamiento en el espacio urbano como un apoyo conceptual de un rito de pasaje de ella al hacer evidente su conflicto interno?
Gustavo Fontán: -Filmamos la película en el sur de la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano aledaño, Avellaneda, Gerli. Esa es la porción geográfica del mundo. Es una película urbana y nocturna. Mónica, para juntar el dinero, que nadie puede prestarle en su totalidad, realiza un periplo a lo largo de catorce horas; se mueve constantemente dentro del territorio y hay cierta circularidad en sus movimientos. Al momento de definir la puesta en escena pensábamos el camino de Mónica como un camino hacia el desierto. El paisaje urbano no acoge, es hostil. Calles desoladas, autopistas, paredones. La película empieza de día y termina de día. Pero ya la luz, aunque siendo portadora de su belleza natural, es intermitente, y no alcanza sacarnos de la desolación
P.E.A.: -Precisamente, ¿cómo trabajaste con Belén Blanco la esfera emocional?
Gustavo Fontán: -Belén es una gran actriz que tuvo una disponibilidad enorme para construir el soporte emotivo del personaje. Hay siempre un misterio en su acción, algo que no conseguimos dilucidar. Mónica tiene que conseguir el dinero esa noche, se comprometió a eso y no dejará de cumplir. Esa línea de acción es una flecha lanzada en el espacio y el tiempo de la película. Va hacia adelante sin demora. Pero el modo de realizar la acción es lo que nos importaba, donde queríamos poner el foco. El modo de realizar la acción pone al descubierto un mundo donde los vínculos son puras transacciones, vínculos maquinales, sin ternura, vaciados de algo verdadero. Las acciones de Mónica no parecen tender a que se mantenga el equilibrio, sino de sacudir el mundo que la rodea, tal vez con la esperanza de que aparezca algo nuevo. Mónica no sabe esto, al menos no lo sabe del todo. Pero actúa en consonancia con algo que está latente en ella. Primero trabajamos con Belén sola y luego con el resto del elenco para construir esos vínculos, para que cada encuentro tuviera el espesor necesario. Y estoy muy feliz con el trabajo que hicieron.
P.E.A.: -Unos de los aspectos llamativos dentro de tu propuesta es la alusión a la ludopatía, tal vez el ritual de los desprotegidos, ¿qué opinión te merece esta tensión irresuelta entre la necesidad y la apuesta a la suerte con una fuerza casi religiosa?
Gustavo Fontán: -Nos importaba ese espacio, el bingo, desde su condición material y simbólica. No hay ventanas, no entra la luz del día, es una gran fantasmagoría de lucecitas en movimiento y sonidos multiplicados porque son miles de máquinas. Es como una escenografía vibrante que contiene a un conjunto de desesperados. Quienes asisten a ese lugar están solos, no hay otros a su alrededor. Están entregados a esas máquinas. Las historias que nos contaron los trabajadores son tremendas. Pero eso que uno puede ver ahí, en esos sitios, no es exclusivo de esos espacios: ahí uno observa en trazo grueso una caricatura de lo que vivimos afuera también. ¿O no? ¿O no nos movemos sobreestimulados por cosas que no importan? ¿O no vamos de manera mecánica detrás del dinero para sobrevivir? A eso nos obliga el sistema. Cine Freaks
Crítica de La Deuda: http://www.cinenuevatribuna.es/articulo/critica/la-deuda/20190924160156010657.html