Entrevista a KEN SCOTT, director de DE LA INDIA A PARÍS EN UN ARMARIO DE IKEA
Tras la aventura de realizar La espuma de los días, de Michel Gondry, que se basaba en el libro de Boris Vian, y que se estrenó en 2013 en muchos y distintos países, el sello Brio Films se lanzó a su primera producción en inglés, DE LA INDIA A PARÍS EN UN ARMARIO DE IKEA. Basada en el libro de Romain Puértolas, se quería un cuento de hadas universal que nos llevara por todo el mundo.
ENTREVISTA CON KEN SCOTT
¿Qué fue lo primero que le interesó de DE LA INDIA A PARÍS EN UN ARMARIO DE IKEA?
Hallándose el productor Luc Bossi en el Festival de Cannes, me llamó para saber si estaba disponible para un proyecto que tenía en desarrollo. Me envió el libro y el guión, y me agradó el tono de la historia. Me atraía su humor y romance, pero aún más el hecho de que iba a tratarse ante todo ¡de un film de aventuras!
¿Cómo se hizo suyo el guión?
Tras leer el libro y el guión, y discutir éste con Luc, sentí que debía reescribir ciertas escenas para lograr que la película se correspondiera con el modo en que la había imaginado. He de admitir que valoro mucho que se me permitiera adaptar el proyecto aunque mis cambios estuvieron motivados por la novela. Esencialmente, desarrollé aspectos que ya estaban presentes en el libro.
La historia posee un sorprendente aspecto picaresco.
Absolutamente. La entiendo como fábula. De hecho, cuando reescribimos el guión y rodamos la película, me aseguré de que se pudiera sentir ese aspecto. También es una historia iniciática acerca de un joven indio de Bombay que ignoraba todo fuera de su modesto vecindario. A lo largo del film, ve ensancharse su horizonte. Se hacía fascinante explorar esa evolución desde una perspectiva cinematográfica.
Puede que sea una fábula, pero la película también aborda el tema de la emigración.
No creo que la película haga declaración política alguna. Cierto que hablamos de emigración, pero no desde una perspectiva política, sino más bien humanística, pues al ver a esos emigrantes en circunstancias ordinarias, el público puede sentirse más cerca de ellos y se identifica con ellos. Si la gente abandona el cine en ese estado mental, creo que es un pequeño triunfo para nosotros.
¿Ha habido algunos libros o películas determinantes que le hayan inspirado en particular?
Mayoritariamente, me ha inspirado el libro de Romain Puértolas, que es increíblemente rico. Me sentía muy próximo al mismo, probablemente porque La gran seducción, que escribí, y Starbuck, que escribí y dirigí, combinan humor y fantasía como lo hace De la India a París en un armario de Ikea. Las películas que me han inspirado han sido Bienvenido Mr. Chance, de Hal Ashby; Jo, qué noche, de Scorsese; y La vida es bella, de Roberto Benigni. Antes del rodaje, también releí “Cándido”, de Voltaire, y “La Odisea”, de Homero. Dado que sobre todo es un film de aventuras, repasé las comedias de aventuras de Spielberg, que tienen un tono que me gusta.
Ha rodado por todo el mundo. ¿Fue particularmente difícil la logística del rodaje?
Obviamente, ¡se trataba de un rodaje bastante complejo! Pero de hecho se hacía esencial ir a los distintos países donde la historia se desarrolla para captar la atmósfera. E incluso si a menudo era difícil, valía la pena porque teníamos que asegurarnos de que cada uno de los lugares por los que pasan los personajes influía en la narrativa y en el viaje del protagonista.
Asimismo, ha reunido un reparto internacional.
En el decurso del viaje, nuestro protagonista se encuentra con muchos personajes que sólo tienen unas pocas escenas en la película. Pero su presencia tenía que impactar, así que incorporamos al reparto grandes actores de los países por los que pasamos. Ése fue uno de los aspectos más apasionantes de la preproducción.
Ha dirigido a actores de culturas y entornos muy diversos. ¿Resultó ello especialmente difícil?
Primero, me obligué a entender qué necesitaban para que nos dieran lo mejor de ellos mismos. Por supuesto que era todo un reto trabajar con actores de países distintos, pero al tiempo era un auténtico placer. Y para empezar, Dhanush, que ha intervenido en tantísimas películas de la India. Era increíble, porque al finalizar cada día de rodaje hablábamos sobre la película que estábamos haciendo y de su personaje, así como del modo en que hacemos las películas: comparábamos mi visión y enfoque como director occidental con los suyos en tanto artista indio, y también la reacción de los públicos occidental e indio. Nuestras discusiones enriquecieron mi mirada del mundo y el modo en que hago películas.
¿Tuvo dificultades en lo concerniente a las diferencias culturales?
La barrera de los idiomas era un obstáculo en ocasiones, particularmente dado que tenía que hacerme entender y el tiempo no dejaba de apremiar. Por ejemplo, recuerdo tomarme el tiempo para explicar a algunos extras lo que tenían que hacer, y al finalizar darme cuenta de que no hablaban una palabra de inglés, pero ¡eran demasiado educados como para decírmelo!
¿Estableció ensayos o lecturas previas antes de iniciar el rodaje?
En realidad, no. Dado que rodábamos en tantos países distintos, nunca teníamos la ocasión de reunir a todos los actores. Pese a ello, sí ensayé con algunos de ellos, pero de nuevo lo más importante para mí estaba en dar con el método que fuera mejor para cada uno de ellos. En una conversación con Dhanush mucho antes de comenzar el rodaje, me di cuenta de que prefería no ensayar demasiado para preservar la espontaneidad. Con los actores que sólo tenían un par de días de rodaje, teníamos que ensayar un mínimo, lo justo para asegurarnos de que de verdad entendían el tono de la película.
¿Les da a sus actores un margen de flexibilidad?
Soy bastante preciso cuando dirijo, porque sé lo que quiero de mis actores para poder narrar la historia a mi modo. Dicho esto, les doy mucha libertad y les animo a que me den su propia interpretación de la escena. Tras ello, les explico mi visión y acercamos posiciones.
¿Qué estilo visual quería para la película?
Lo primero es que el estilo quedaba determinado por el hecho de que se trata de una fábula. Luego, ya que íbamos de un país a otro a lo largo del viaje del protagonista, era importante que cada uno de los lugares por los que pasábamos tuviera su propia identidad visual. Así que rodé cada país de modo distinto, permitiendo que me influyeran la atmósfera, las localizaciones y la cultura local. Era esencial que el público sintiera que estábamos en mundos distintos a lo largo de la película, ya fuera un número de baile al más puro estilo de Bollywood, un número musical a lo Monty Python en Inglaterra, o una escena de persecución en Italia al ritmo del estilo musical de Nino Rota.
¿Cómo trabajó con el compositor?
En este proyecto la música era esencial. Nos trajimos a Nicolás Errera, con quien yo ya había trabajado, y obtuvimos inspiración en las melodías indias, con todo y no ser un film de Bollywood. Hicimos que la cultura india estuviera presente por medio de la banda sonora.
¿Qué se lleva de esta experiencia única?
Ha sido una colaboración con grandes talentos de muchos países. Se trataba de un proyecto particularmente ambicioso para un presupuesto relativamente modesto. Tuvimos que ser creativos y prepararnos muy bien. ¡Y creo que lo estábamos! Realmente sentía como si todo el reparto y el equipo técnico trabajaran al unísono hacia un mismo objetivo, al servicio de la película, y que estábamos por entero comprometidos.
¿Qué quiere que el público se lleve consigo de la película?
Lo que más quiero es que se lo pasen en grande, porque antes que nada ¡es entretenimiento! Pero también es una película que habla sobre emigración, y aunque no ofrezca ninguna solución mágica, espero genere algunas discusiones y debates.