Almas en pena de Inisherin
Título original
- The Banshees of Inisherin
- Año
- 2022
- Duración
- 114 min.
- País
- Reino Unido
- Dirección
- Guion
-
Martin McDonagh
- Música
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Carter Burwell
- Fotografía
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Ben Davis
- Reparto
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Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keoghan, Pat Shortt, David Pearse, Gary Lydon, Jon Kenny
- Compañías
- Coproducción Reino Unido-Irlanda-Estados Unidos;
Blueprint Pictures, Film 4, Fox Searchlight, Metropolitan Films International. Distribuidora: Fox Searchlight, Walt Disney Pictures
- Género
- Drama. Comedia | Amistad. Comedia negra. Años 20
- Sinopsis
- Ambientada en una isla remota frente a la costa oeste de Irlanda, ‘Almas en pena de Inisherin’ cuenta la historia de dos amigos de toda la vida, Pádraic y Colm, quienes se encuentran en un callejón sin salida cuando Colm pone fin a su amistad de un modo abrupto. Un Pádraic atónito, ayudado por su hermana Siobhán y por Dominic (un joven con problemas), se esfuerza por reconstruir la relación, negándose a aceptar las negativas de su amigo de siempre. Cuando Colm le plantea a Pádraic un ultimátum desesperado, los acontecimientos se precipitan y provocan consecuencias traumáticas.
- CRÍTICA
Maravillosa, un canto a la vida atascado en el intento. Desencuentros que en medio de secretos irradian confusión; personajes que apelan a sus propias limitaciones como combate al paso del tiempo.
Un drama humano con imperceptibles toques de humor, la vida es pesada carga, agobia en el interior de una circularidad que se intenta reforzar o destruir. La repetición hace carne escondida en el manto de la tradición.
Es la historia de dos amigos en un precario pueblito irlandés situado en una isla. Inisherin es cuna del desasosiego contenido, Pádraic y Colm tendrán su enemistad. Como resultado de un cambio, un atisbo de conciencia altera la costumbre. La música será refugio para un Colm trastornado por el fluir de la existencia, tan inquietante como anodina.
El juego es entre las distancias, tan cerca, y a la vez tan lejos. Los recorridos estampados en hermosos planos generales. Una fotografía reluciente (Ben Davis), paisajes, bañados por el sol, contrastan con sombríos personajes. Más allá del refugio en la tradición, se respira la tristeza. Callejón sin salida que culmina en autoflagelación, señal perdida en busca de lógicas alternativas que resultan inútiles.
Es el reflejo de formas de vida cansadas, la rebelión no es violenta, no intenta cambiar la regla social, se dirige hacia uno mismo en forma de tanteo. La autoagresión genera en el otro lo opuesto; Pádraic, cegado por su propia limitación, no entiende. El fuego es metáfora de ira incomprendida y contenida, rebasa límites y se materializa en la propiedad, manotazo de ahogado ante circunstancias que desequilibran la paciencia, hasta ahora solo quebrada por el alcohol.
Algunos momentos podrían ser de comedia negra, pero no alcanzan a sobrevivir entre tanta tristeza, no generan efecto, se ahogan en el contexto, perecen en medio del clima emocional.
Pasajes puntuales donde surge la vieja, está en todas partes y todo lo sabe; el destino asociado a la muerte, como posibilidad, en medio de la paradoja de un pueblo de almas desahuciadas. Los chismes solicitados en la tienda tampoco calan en el humor, son opacados por lo trágico de existencias disociadas de su propio ser.
Un elenco soberbio donde destacan: Colin Farrel, Barry Keoghan y Kerry Condon. Nominados al Oscar en las categorías de actor principal, actor y actriz de reparto; todos con firmes posibilidades de hacerse con la estatuilla.
Colin Farrel transita entre el asombro, la depresión, la tozudez, la soledad incomprendida y la ira; acciones y emociones entrecruzadas casi al unísono, un cóctel que implosiona por etapas en medio de estrategias inútiles.
Pádraic es la insistencia, permanente intento por componer un vínculo desarticulado por emergencias que generan inestabilidad.
Colm (Brendan Gleeson) traslada el martirio de su existencia a la incapacidad de relacionarse con la ignorancia disfrazada de aburrimiento. La amabilidad choca con una sinceridad que arremete hacia el viejo amigo.
De la insistencia deriva el sacrificio y de éste la ira, cadena de sucesos que anuncia la propagación de un conflicto; lógicas opuestas, la pugna es por preservar o transformar, aunque más no sea a pequeña escala.
Dominic (Barry Kehogan) es el tonto de la isla, la dependencia directa de la autoridad, el hijo del policía, único poder oficial en ejercicio. Representante del abuso que se traslada, en términos de inteligencia, hacia los más débiles.
Kerry Condon encarna a Siobhán, disciplinadora y comprensiva. Por un instante atisba las repercusiones de su realidad insular y diseña un secreto camino de salida que no será compartido. Pádraic no está a la altura, preferirá las rutinas de su mediocre mundo, razón de ser hacia un desenlace de clima depresivo asociado a la destrucción. Lo material en medio de las llamas, incapacidad moral e intelectual que encierra al humano en su destino prefabricado.
Siobhán representa la “audacia” sacudida por un intelecto superior que anima a la “aventura”; alternativa secreta que sorprende, inesperada en el discurrir de un pueblo adormecido por la rutina, la costumbre y la tradición.
La Sra. McCormick (Sheila Flitton) es la sabiduría del destino, el camino de la existencia en asociación con la muerte, instancia pendiente en la incierta espera de todos los seres. Está en todas partes, sonrisa sarcástica con un toque siniestro que trasluce más por la posición que por la expresión.
Es donde se sitúa, a la vera del camino, en espera de los que pasan o haciéndoles compañía; avanza el tiempo diegético, su presencia se incrementa. El desenlace mortal se asocia a la falta de sentido en la monotonía de un pueblo carente de ofrecimientos trascendentes.
La preocupación de Colm, incomprendida por muchos, tiene que ver con lo fugaz de un tránsito que culmina siendo inútil si no se aprovecha en algo que perdure; es la valoración de lo eterno como ajeno a lo vital-material, atado a lo intelectual-espiritual. El descubrimiento sacude la costumbre pueblerina de vivir con los ojos cerrados, una inercia que conduce a automatismos, velos oscuros que no permiten ver las propias realidades: los personajes se sienten solos, apenas atisban a comprobarlo, menos a comprenderlo. Shiobán se lo pregunta a su hermano, quien intenta restar importancia a la cuestión; aun no está preparado para afrontar su soledad en términos del reconocimiento que ayude a entender y buscar soluciones.
Puesta en escena que nos introducen en una estética de lo rústico, donde la iluminación juega un papel primordial en la regulación de los tonos. Una gradación que oscila entre pasajes varios de amplia luminosidad hasta la fluctuante penumbra que matiza los momentos. El tiempo se diferencia en la repetición monótona de secuencias donde las rutinas prevalecen, encierran la vida en constantes automatismos que solo Colm se atreve tímidamente a romper.
Es la conciencia autogenerada desde los dilemas de la existencia y la incertidumbre, la permanencia es fuente de angustia y depresión: la muerte está a la vuelta de la esquina, la Sra. McCormick es y será compañía habitual.
McDonagh se traslada a la cúspide con una obra mayor que cautiva de principio a fin. La sencillez puede traer sabiduría, vale la pena recordarlo.