Joyland: Mover el mundo y remover por dentro
Joyland
Próximos estrenos España 10 de febrero
Título original
- Joyland
- Año
- 2022
- Duración
- 126 min.
- País
- Paquistán
- Dirección
- Guion
-
Saim Sadiq, Maggie Briggs
- Música
-
Abdullah Siddiqui
- Fotografía
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Joe Saade
- Reparto
-
Ali Junejo, Alina Khan, Rasti Farooq, Sarwat Gilani, Salmaan Peerzada, Sania Saeed, Sameer Sohail, Ramiz Law, Honey Albela, Priya Usman Khan
- Compañías
- Coproducción Paquistán-Estados Unidos;
Khoosat Films, All in Caps Productions, Blood Moon Creative, Film Manufacturers Inc. (FMI), Noruz Films, One Two Twenty Entertainment, Vested Interest
- Género
- Drama | Transexualidad / transgénero
- Sinopsis
- Mientras los Rana —una familia patriarcal y felizmente unida— esperan el nacimiento de un niño para continuar con el linaje familiar, su hijo más joven se une en secreto a una compañía teatral de danza erótica y se enamora de una joven y ambiciosa estrella trans. Su historia de amor imposible termina por avivar las ansias de rebeldía sexual de toda la familia Rana.
- CRÍTICA
En un mundo de infinita producción donde hay veces que se pretenden señalar las “películas que darán que hablar”, entre las megalomanías que aspiran a salvar el cine, las polémicas surgidas en rodajes, o esos productos construidos desde el laboratorio para contentar ampliamente, aparecen películas que, sin proponérselo, acaban haciendo historia por el impacto social que generan. Probablemente a poca gente le suene Joyland porque el ruido que ha generado en Paquistán no ha llegado a nuestros oídos, pero sin duda se trata de una obra que, por su discurso y apertura de miras, ha colisionado con el conservadurismo de su país de origen, levantando ampollas y generando conversación. ¿No es esto una de las aspiraciones del arte?
Esta historia de amor entre un hombre casado a punto de ser padre, Haider, y una bailarina transexual, Biba, ha estado prohibida durante algunos meses en todo el estado -de hecho, en la provincia de Punyab lo sigue- y estrenado con algún que otro recorte por, según las autoridades “atacar los valores fundamentales de Paquistán, la familia y embellecer las prácticas de los transgéneros”.
Casi como en los viejos tiempos de España –o a lo mejor no tanto, veremos-, a golpe de censura se ha pretendido invisibilizar un trozo de realidad incuestionable, y la represión no ha hecho más que amplificar su mensaje y la relevancia de la cinta. Joyland no se contenta con devenir históricamente importante a nivel social, sino que también ha logrado serlo cinematográficamente al ser la primera cinta paquistaní en concursar en el Festival de Cannes, en la sección Una cierta mirada, donde se llevó el Premio del Jurado, por si fuera poco. Porque, además, es de esas comuniones donde un tema de exploración “necesaria” es contado mediante un ejercicio de buen cine a la altura de lo requerido, es decir, bello, estimulante y gratificante para el alma.
La ópera prima de Saim Sadiq busca abrir los ojos a sus conciudadanos –pero sin agarrarlos fuertemente con los dedos- y exponer el contexto patriarcal que rige la estructura social y familiar paquistaníes, viciada por una masculinidad tóxica donde reina el hombre cis heterosexual y el resto de identidades son desestimadas, sometidas o repudiadas. Encerrando su narración en un formato de 4:3 que constriñe a unos personajes duramente marcados por las convenciones de su comunidad, Sadiq huye del panfleto e infiltra naturalmente su contenido, poniendo atención a los detalles visuales y gestos, y apostando por una emoción fluida sin descontrolarse. De hecho, se nota la educación en la Universidad de Columbia de Sadiq al filmar una obra claramente deudora en su esqueleto de modelos clásicos y desarrollada de un modo muy europeo a nivel de temporalidad y gestión de los sentimientos, sin caer en exageraciones o la hipérbole. Salvando la inconfundible puesta en escena del alemán, el conjunto dramático remite a un melodrama de Fassbinder depurado, donde la unión de lo queer con la familia está presente en todo momento, tensando los finos hilos que sobrevuelan su costumbrismo.
La transexualidad no está abordada de manera evidente, fácil o morbosa, sino que es presentada con cierta complejidad en relación a las circunstancias particulares del lugar. Joyland no se limita a focalizarse exclusivamente en la transexualidad, sino a apelar a la nociva contención emocional dictada por la doctrina y defender la libertad amatoria independientemente de cada condición. Sin grandes proclamas, desde la franqueza de una ficción en su vertiente más humilde. A esta sinceridad contribuye también el reparto afinadamente escogido, donde sobresale Ali Junejo como ese hombre frágil atrapado en unas reglas donde se le es obligado a ser fuerte y quebrarse no está permitido. ¡Qué mirada, qué ternura, qué tristeza!
Sin duda alguna, Joyland es una primera película con un grado de madurez pasmoso que, a pesar de retratar la discriminación y la hostilidad, consigue reconfortar por la acertadísima apuesta que hace por la intimidad. Apoyada en un realismo de fondo donde alegría y pesadumbre se dan por igual, avanza hacia un desenlace que no se restringe a una felicidad o fatalidad desmedida, abierto para que cada uno piense en el futuro que más le convenga a Haider. Un futuro marcado por la pérdida o la esperanza. O ambas.