Plan 75
Título original
- Plan 75
- Año
- 2022
- Duración
- 105 min.
- País
- Japón
- Dirección
- Guion
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Chie Hayakawa
- Música
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Rémi Boubal
- Fotografía
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Hideho Urata
- Reparto
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Chieko Baisho, Hayato Isomura, Stefanie Arianne, Yumi Kawai, Taka Takao, Hisako Ôkata, Kazuyoshi Kushida, Yûsaku Mori, Yôko Yano, Mari Nakayama, Motomi Makiguchi, Koshirô Asami, Hiroaki Kawatsure
- Compañías
- Coproducción Japón-Francia-Filipinas;
Happinet Phantom Studios, Loaded Films, Urban Factory
- Género
- Drama | Vejez / Madurez. Distopía
- Sinopsis
- En Japón, en un futuro cercano, el envejecimiento de la población se acelera. El gobierno estima que, a partir de cierta edad, los mayores se convierten en una carga inútil para la sociedad e implementa el “Plan 75”. Dicho programa propone a los ancianos un acompañamiento logístico y financiero para poner fin a su vida. Una candidata al Plan 75, Michi, un reclutador del gobierno, Hiromu, y una joven auxiliar de enfermería filipina, María, se ven enfrentados a un pacto mortífero.
- CRÍTICA
Plan 75, visión distópica de un Japón en el que el gobierno elabora un plan para que, a partir de los 75 años, las personas se sometan a una eutanasia voluntaria, es una película dirigida por la japonesa Chie Hayakawa (cortometrajes «Niagara», «Ten Years Japan») que recibió la Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima en el pasado Festival de Cannes, consiguió tres galardones en el Festival de Salónica y participó en la sección «historias extraordinarias» del Festival de Cine de Sevilla 2022; y fue la elegida para representar a su país en los Oscar 2023.
Lo mismo que ocurre en muchos otros países, entre ellos España, en Japón se acelera el envejecimiento de la población. El gobierno estima que, a partir de cierta edad, los mayores se convierten en una carga inútil para la sociedad y pone en marcha el «Plan 75», un programa que propone a los ancianos un acompañamiento logístico y financiero para poner fin a su vida. Una mujer anciana cuyos medios de subsistencia se están desvaneciendo, un pragmático vendedor del «Plan 75» y un joven trabajador filipino se enfrentan a la toma de decisión entre la vida y la muerte.
Tampoco es que sea una novedad. De siempre hemos conocido la tradición japonesa del «Ubasute», el suicidio de las personas que se sienten inútiles, y la leyenda de los ancianos que se despedían de familiares y amigos para desaparecer en una montaña donde pondrían fin a sus días.
Un tema, por cierto, que también llegó al cine en 1983 con «La balada de narayama», de Shohei Imamura. Lo realmente novedoso es que, en «Plan 75», es un proyecto gubernamental el que quiere poner remedio al envejecimiento de una población que –también como en otros lugares- cada vez tiene menos recambio porque cada vez nacen menos niños.
En este caso se trata de un plan «voluntario». Aislados y frecuentemente con poco dinero, los japoneses mayores se dejan convencer por los agentes gubernamentales que, en las cuatro esquinas del país, buscan candidatos al suicidio. Les ofrecen dinero y un acompañamiento logístico y humano, para acabar con sus vidas. Y hasta que llega el momento, les hacen un seguimiento, les llaman por teléfono o les visitan para recordarles que «si bien pueden arrepentirse en cualquier momento», han firmado un compromiso.
«Plan 75» se centra en el caso de cuatro personas: Michi, trabajadora en un hotel, obligada a jubilarse sin recibir ninguna pensión. Poco a poco irá surgiendo una amistad entre ella y la joven que le llama frecuentemente. María (Stefanie Arianne Akashi) es una auxiliar de enfermería filipina que justamente trabaja en uno de los centros del Plan 75, y que necesita dinero para que su nieta, enferma, pueda recibir el tratamiento que necesita. Iromi (Hayato Isomura) es un eficaz reclutador de aspirantes al plan que ofrece el gobierno, cuyas convicciones se tambalean cuando se encuentra frente a su anciano tío, que se ha apuntado al Plan.
«Plan 75 no existe en la realidad, pero sí existe todo lo que se cuenta en la película», asegura la directora de esta película, que lo que realmente plantea es el lugar que ocupan en la sociedad japonesa –y no solo- las personas que han dejado de ser productivas: con frecuencia sin ingresos de ningún tipo y demasiado vergonzosos para solicitar una ayuda social.
También recuerda que, de siempre y por educación, los japoneses son ciudadanos obedientes y expertos en sacrificarse por el interés colectivo. Y más allá de lo específico, que la sociedad japonesa, como la de todo el mundo desarrollado está basada en la rentabilidad, y en ella sobra todo lo que no ofrece resultados contantes y sonantes.
La veterana actriz y cantante Chieko Baisho («Es duro ser un hombre», «El eco de la montaña», «El castillo ambulante») en el papel de Michi, encabeza un coro de actores menos conocidos pero muy eficaces a la hora de denunciar la necesidad de seguir conservando las relaciones para salvar la humanidad que hay en cada uno de nosotros, sin dejar de tener presente la realidad de una población cada vez más envejecida.
En el fondo, no son los «planes» -por terribles que nos puedan parecer- los que matan a los ancianos en todo el mundo, sino la soledad y la indiferencia de una sociedad que pasa cerca sin verles.