La estupenda serie Ramy, comedia con salpicón dramático emitida en la plataforma starzplay que nos explica el viaje espiritual de un hijo de emigrantes egipcios que vive en New Jersey y que se plantea una serie de preguntas trascendentales en cuanto a la religión se refiere mientras nos muestra su cotidianeidad con familiares y amigos estrenó hace poco su segunda y brillante temporada.
Su irrupción hace casi dos años supuso un soplo de aire fresco en el mundo de la sitcom, un género que tras su época de oro con series tan perfectas como Frasier, Friends o la más reciente Louis CK había caído en el pozo de la repetición y el hastío, llevándonos hasta lo que se viene a conocer como posthumor, series que en su mayoría en su afán de relectura acababan por invitar al bostezo y la incomprensión. Ramy tenía un ritmo vertiginoso; sus personajes mostraban una lengua afilada, y lo más importante de todo, no se casaba con nada y con nadie mientras los espectadores la disfrutábamos a carcajada limpia.
Esta segunda temporada mantiene el mismo tono irónico aunque se vertebra en una trama principal que se va desarrollando a lo largo de los diez capítulos que conforman la temporada. En general crítica y público han puesto por las nubes a su creador Ramy Youssef, quien ya había conseguido llevarse nada más y nada menos que un Emmy a la mejor comedia en 2019, ceremonia en la que conquistó a los presentes con un discurso en el que agraeció el galardón otorgado a pesar de que, como dijo con sinceridad: "seguro que ninguno de los que la han votado han llegado a verla".
Ramy no se corta un pelo a la hora de criticar y poner en la picota todo aquello que tiene que ver con lo políticamente correcto, ahondando en la superficialidad de los bienpensantes y mostrando sin pudor las incongruencias de un sistema que se vanagloria de adalid de la compostura pero que tiene más agujeros y falsedades que un queso gruyere. Y ahí vamos a comentar algo que nos ha llamado muy mucho la atención y que no podemos dejar pasar por alto.
Nos referimos a lo que ha sucedido con el capítulo número siete que lleva por título Atlantic City, sin lugar a dudas la media hora más irrespetuosa, blasfema y descarada que uno recuerda en mucho tiempo en televisión. Resultado: el público soberano lo ha rechazado de pleno con multitud de comentarios donde se acusa a los hacedores del serial de haberse pasado tres pueblos. Así resulta paradójico encontrar que en la conocida web de consulta cinematográfica IMDB se puntúen todos los capítulos de la temporada con una media de ocho y sien embargo este capítulo tenga una media de puntuación de cinco con cuatro décimas. Y les puedo asegurar que una vez visonada la conflictiva peripecia no me da ningún miedo admitir que Ramy tiene razón y que el resto del mundo se equivoca.
No haremos spoilers porque no sería justo, pero desde aquí agradecemos que se apele a la incomodidad desde la sátira ficcional. Qué lo que se explica puede llegar a resultar muy desagradable y no apto para todos los paladares, puede ser, pero que la situación extrema que nos plantea nos podría pasar a cualquiera y que nos invita a la reflexión está fuera de toda opinión negativa. Si pueden vean esta magnífica muestra de humor corrosivo. No se arrepentirán.