CRÍTICA DE CINE

Adú

Esta película está inspirada en millones de historias reales en torno al drama de la inmigración.

Drama | 119 min. | España |  2020

Título: Adú.
Título original: Adú.

Dirección: Salvador Calvo.
Guión: Alejandro Hernández.
Intérpretes: Luis Tosar, Anna Castillo, Álvaro Cervantes, Jesús Carroza.

Estreno: 31/01/2020
Productora: Ikiru Films / La Terraza Films / Telecinco Cinema / ICAA / Mediaset España / Mogambo / Netflix / Un Mundo Prohibido.

Distribuidora: Paramount Pictures Spain.

 

Sinopsis

Un niño de seis años y su hermano mayor esperan, agazapados en una pista de aterrizaje en Camerún, el momento adecuado para colarse en un avión que les lleve a Europa. No demasiado lejos de allí, un activista medioambiental contempla horrorizado a un elefante muerto y sin colmillos. Además de luchar contra la caza furtiva, este hombre deberá también superar los problemas que surgirán al reencontrarse con su hija, recién llegada de España. Miles de kilómetros al norte, en Melilla, un grupo de guardias civiles se prepara para enfrentarse al numeroso grupo de subsaharianos que trata de cruzar la frontera. Estas tres historias están unidas por un tema central, y ninguno de sus protagonistas sabe que sus destinos están condenados a cruzarse.

Crítica de Jesús Muñiz-Rimada:

Adú es ante todo una obra necesaria, máxime en un mundo en el que el fenómeno migratorio es satanizado por muchas de las fuerzas políticas que campan en Europa y el resto del planeta. De las concertinas de Melilla a las odiseas iniciadas en lugares en los que la muerte está en cada esquina y pueblo, el filme presenta distintos escenarios y posturas personales, frente a lo que supone reflexionar sobre la inmigración ilegal.

“ A modo de mosaico coral, el guion se compone de tres historias, entrelazadas por las circunstancias y la casualidad".

A modo de mosaico coral, el guion se compone de tres historias, entrelazadas por las circunstancias y la casualidad. La primera tiene lugar en Melilla, donde un grupo de guardias civiles es sometido a juicio, por la muerte de un refugiado que pretendía saltar la valla -coronada con alambre de espino- que separa España de Marruecos. El segundo relato transcurre en África, y lo protagoniza un activista en favor de los animales, que intenta preservar la vida de unos elefantes, amenazados por los cazadores furtivos y los tratantes de marfil. Y por último, aunque no por ello la menos potente, está la trama que da título al largometraje, y que la lidera la mirada deslumbrante de un niño llamado Adú, que debe huir de su lugar de origen con su hermana, después de la muerte de su madre a manos de una organización criminal.

Es precisamente el doloroso traslado de este infante de seis años el que toma pronto las riendas dramáticas de la película, mermando en contundencia la importancia de las otras dos historias. La interpretación sincera y efectiva del pequeño Moustapha Oumarou eclipsa cualquier intento de equilibrar los diferentes relatos; todo ello propiciado por la inocencia impresa en este pequeño, que reproduce a la perfección las sensaciones de miedo y desamparo que atenazan al personaje al que da vida.
A su lado, Luis Tosar realiza un trabajo de brillantez considerable, como el defensor de la fauna africana que tiene que afrontar la distancia afectiva que le aleja de su hija, quien va a visitarle durante unos días de auténtica batalla paterno-filial. Aunque tampoco se le puede reprochar nada a la determinación con la que Álvaro Cervantes encara su identificación con el guardia civil que se plantea si la muerte de un refugiado en la concertina melillense fue un accidente o no.
 

El ritmo narrativo de notable agilidad contribuye a saltar, sin problemas de pérdida de interés, por los diferentes lugares en los que transcurre Adú; decorados precisos, que marcan la evolución de los distintos seres que deambulan por el metraje.
Resulta sorprendente comprobar la capacidad de sacrificio y de aguante que puede tener un crío de seis años, cuando de lo que se trata es de sobrevivir. Ante los obstáculos que se le ponen por delante, y que le niegan la posibilidad de alcanzar un mínimo de calma y paz en una España soñada; el inocente Adú deberá despedirse de todos los que han significado algo en su vida.
Unos signos de valentía que se adhieren a su piel y a su mirada. Unos ojos, que Salvador Calvo inmortaliza con el poder absoluto de la comprensión humana.