CRÍTICA DE CINE

De Amor Y Monstruos: ¡Vaya bichos!

De amor y monstruos

Love and Monsters aka
Año
Duración
108 min.
País
 Estados Unidos
Dirección
Guion
Brian Duffield, Matthew Robinson
Música
Marco Beltrami, Marcus Trumpp
Fotografía
Lachlan Milne
Reparto
Productora
21 Laps Entertainment, Paramount Players, Entertainment One, Paramount Pictures, MTV Films. Distribuidora: Netflix
Género
Aventuras | Futuro postapocalíptico. Supervivencia. Monstruos. Insectos
Sinopsis
Un joven adolescente aprende a sobrevivir en un mundo postapocalíptico repleto de monstruos con la ayuda de un experto cazador.
 
CRÍTICA

Nada más ilustrativo para adentrarnos en la historia que un prólogo animado con el que ponernos en situación, a base de gráficos apuntados en un cuaderno que a la postre tendrán su importancia argumental. Así comienza la peripecia de un chaval que malvive hacinado en un agujero junto a otros supervivientes en un mundo postapocalíptico después de que, debido a la torpeza humana que creyó destruir una amenaza exterior sin predecir el efecto boomerang que desencadenaría, y que desembocaría en una mutación elefantiásica conviertiendo en mastodontes a los bichos que habitan el planeta.

Arriba y abajo. Invirtiendo los roles de La máquina del tiempo de H.G Wells, el puñado de humanos que no pereció en la merienda animal intenta capear el temporal bajo tierra atrincherados. Allí idean fórmulas para abandonar el cobijo mientras hacen frente a los ataques indiscrminados de los parientes directos de las bestias de Starship Troopers. El protagonista, huérfano por aplastamiento, sufre una paradoja aún más cruel que las de sus compañeros de grupo: un retiro forzado que no es solo exterior sino también interior. Y es que como el roce hace el cariño la peña se ha ido emparejando (curiosamente y en los tiempos que corren todas relaciones heterosexuales), mientras que él se ha quedado más solo que la una, aunque con compromiso firme, el que tuvo lugar el mismo día del juicio final con un amor de verano que por esos avatares del destino salió ilesa del percance y con la que puede ir comunicándose de vez en cuando.

Todo este primer tramo explicativo, con flashback incluído que no hace más que subrayar lo que ya se nos había anunciado en el auca inaugural, desemboca en la primera situación de crisis extrema que deben afrontar los habitantes del gueto, y es que se les cuelan insectos por casa y no vienen precisamente en son de paz.
Lo que podía haber resultado una escena trivial ataque-defensa seduce en cuanto se nos presenta al enemigo de una forma harto original: tras una pantalla improvisada zampándose sin piedad a uno de sus perseguidores. Nuestro héroe, quien en un arrebato de valentía se atreve a enfrentarse al monstruo, asiste impertérrito a una suerte de espectáculo de sombras chinas en el que la horripilante realidad se nos muestra a modo de representación escénica. Son breves instantes en los que el frenetismo se detiene para regalarnos un hermoso ejercicio de metacine, momentos que denotan un cuidado máximo del director a la hora de exponer unos hechos mediante un mecanismo diferencial.

Y entonces, cuando el depredador trasciende lo proyectado, como si fuera el Jeff Daniels de La Rosa púrpura del Cairo, se produce una situación angustiante que reforzará la indefensión e inseguridad patológica de quien más adelante se probará en una aventura hercúlea y solitaria con visos de acabar en tragedia nada más abrir la escotilla y comenzar su romántica odisea. A partir de esa posición de bajeza, donde salvará el pellejo gracias a la oportuna aparición de los que disponen de más agallas, el héroe de la función decidirá ponerse el mundo por montera y canjear la oscuridad del subterráneo por la claridad amenazadora de la luz del día.

A medida que avanzamos en el metraje, el enemigo se nos va mostrando cada vez de forma más explícita. Bien sea en forma irónica o en un ataque frontal que por su puesta en escena nos recuerda mucho al primer ataque del monstruo marino en la Bahía de Seúl de The Host. En ambos casos los increíbles animales crecientes son fruto de la insensatez de quienes han efectuado experimentos químicos sin medir las funestas consecuencias. Se trata de dos especies acuáticas, una de lago y otra de charca, y su ataque tiene lugar a plena luz del día, pudiendo así mostrar en todo su esplendor unos estupendos efectos especiales, sin la trampa ni el cartón de las engañosas escenas nocturnas donde ni se suele ver ni sentir nada.

La peripecia continúa sin altibajos con la aparición de nuevos y matizados personajes con los que el protagonista encontrará cobijo y educación de supervivencia exprés. Todo es trepidante y no hay lugar para el resuello. El dinamismo de las escenas de acción, trufadas de imágenes poderosas alcanzan su culminación en dos momentos sublimes: uno de majestuosa contemplación nocturna acompañado de un singular compañero cortocircuitado y otro de un ataque brutal que a más de uno le pondrá los pelos como escarpias y que remite directamente a una de las mejores secuencias de Alien.

El último acto quizás sea el más flojo del conjunto, siendo conscientes de que resulta difícil superar la parte central de lucha continuada del hombre contra la naturaleza salvaje. Esperábamos una traca final de campeonato, la guinda del pastel que nos hiciera saltar del sofá (hubiera dicho de la butaca, pero por desgracia esta delicia visual no se disfrutará en pantalla grande). Nos quedamos con las ganas. Todo lo que ocurre en la meta final queda un poco impostado y la algarabía comunal no ayuda a dar verosimilitud que ganaban en fisicidad en los enfrentamientos directos.
Eso sí. El último ataque de la película, aquél en el que un elemento marino teledirigido arrasa con lo que se pone a su paso hubiera hecho levantarse de su tumba para aplaudir al mismísimo Ray Harryhausen.

En definitiva, un apreciable ejercicio de survival campero trufado de efectos visuales sorprendentes y una puesta en escena exquisita. Una joya a descubrir entre los escombros del contenedor de las plataformas de turno que no dejará indiferente por el cariño y cuidado puesto a disposición del público por parte de sus hacedores.