CRÍTICA DE SERIE DE TV
BARON NOIR
08 de junio de 2020 (18:27 h.)
Esta serie está creada por Eric Benzekri junto a Jean-Baptiste Delafon y dirigida por Ziad Doueiri. El elenco de protagonistas se compone de Kad Merad y Niels Arestruo, entre otros. Es una producción de Kwaï.
Baron noir (Barón negro) (Serie de TV)
Título original
- Baron noir (TV Series)
- Año
- 2016
- Duración
- 52 min.
- País
- Francia
- Dirección
- Eric Benzekri (Creator), Jean-Baptiste Delafon (Creator), Ziad Doueiri, Antoine Chevrollier, Thomas Bourguignon
- Guion
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Eric Benzekri, Jean-Baptiste Delafon, Declan May, Thomas Finkielkraut, Hélène Faure, Olivier Demangel, Raphaël Chevènement
- Música
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Evgueni Galperine, Sacha Galperine
- Fotografía
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Tommaso Fiorilli
- Reparto
- Kad Merad, Niels Arestrup, Anna Mouglalis, Astrid Whettnall, Lubna Gourion, Hugo Becker, Michel Muller, Philippe Résimont, Erika Sainte, Eric Caruso, Patrick Rocca, Scali Delpeyrat, Jean-Pierre Martins, Michel Voïta, Damien Jouillerot, Vincent Furic, Pascal Elbé, Jean-Stéphane Souchaud, Maryne Bertieaux, Alain Bouzigues, Constance Dolle, Barbara Grau, François Morel, Patrick Mille, Jean-Luc Couchard, Rachida Brakni, Emmanuel Plovier, Marie-France Alvarez, Alex Lutz, Sarah Stern
- Productora
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Emitida por Canal+; Kwaï. Distribuida por StudioCanal
- Género
- Serie de TV. Drama. Thriller | Política
- Sinopsis
- Serie de TV (2016-2020). 3 temporadas. 24 episodios. Cónica de la epopeya política y judicial de Philippe Rickwaert (Kad Merad), teniente de alcalde de Nord del Partido Socialista francés, impulsado por una sed incontenible de revancha social. Durante el período comprendido entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales, Rickwaert ve su futuro político en peligro cuando su mentor, el candidato de la izquierda, lo sacrifica para salvar su elección. Para salvarse Philippe tomará decisiones extremas para intentar vengarse de quienes le han traicionado.
- CRÍTICA DE NURIA VIDAL
Es la serie de moda en España. Hablan de ella en artículos de política, se dice que Pedro Sánchez se la recomendó a Pablo Iglesias, que a su vez la ha recomendado a todo el mundo. La verdad es que me sorprende un poco este entusiasmo de los dos políticos con mas poder en España en estos momentos. Me sorprende y me asusta. Porque lo que cuenta Baron Noir no es precisamente ejemplar y pone los pelos de punta, sobre todo cuando resulta fácil ponerles nombre español a casi todos los personajes de esta siniestra serie. Siniestra y apasionante. Hubo días en los que veía el Telediario y a continuación un capítulo y pensaba que la ficción me mostraba la zona oculta, lo que pasaba detrás de lo que el TD me acababa de contar: pactos secretos, corrupciones, traiciones, engaños, manipulación de la gente para fines espúreos, ambición de poder. Porque eso es lo que muestra Baron Noir, cómo los políticos, sean de extrema derecha, derecha a secas, centro, izquierda complaciente o extrema izquierda, dedican todos sus esfuerzos a conquistar y mantenerse en el poder. ¿Gobernar? Para qué. A nadie le importa, lo único que cuenta es el poder, para qué se quiere, es igual.
La serie tiene tres temporadas un tanto desiguales. La primera, la mas deudora de House of Cards, cuenta la traición de un presidente de la República a su mas cercano aliado, el Baron Noir del título, que convierte en único objetivo de su vida acabar con él. La segunda es la más política, quizás la más europea en su puesta en escena alejada de la adrenalina de la primera y tiene un doble protagonismo, el del Baron Noir y el de la Presidenta de la República, la primera mujer que llega al puesto mas alto de la nación, desde el que demuestra tener un criterio independiente y central respecto a izquierdas y derechas. El personaje de Amélie es el más interesante de la serie. Llega al poder por casualidad (como Macron, en quién sin duda se inspira). Es la única que trabaja para la gente, es la única que intenta reunir a su alrededor personas de diversas tendencias sin las servidumbres de partido. Tiene dos objetivos claros: uno de ellos, premonitorio y que le cuesta muy caro, la unión entre Alemania y Francia para consolidar el proyecto de una Europa fuerte frente al Brexit y los Estados Unidos; otro, muy controvertido, convertir Francia en una República Parlamentaria y no Presidencial, para evitar los personalismos y los abusos de poder. Pero ni el Baron Noir ni los partidos pueden permitirlo.
Los versos libres y liberales, no cuadran con las estructuras de reparto de poder. La tercera temporada vuelve a ser adrenalínica y aquí el protagonismo bascula ligeramente de la presidenta de la República al antagonismo y alianzas interesadas de los populismos de extrema izquierda, representados en la figura de un payaso que recuerda mucho al olvidado Beppe Grillo de infausta memoria en Italia, con los populismos de extrema derecha, bajo la mirada complaciente e incluso colaboradora del partido de izquierdas mas convencional, el Podemos francés para entendernos. Esta tercera temporada es la más importante políticamente y es la que me asusta que les haya gustado tanto a nuestros políticos, porque la inmoralidad de los comportamientos, la falta de dignidad, las traiciones y manipulaciones que acabarán por llevar al Baron Noir a la presidencia (no es un spoiler, se intuye desde el principio, lo que es abrumador es ver cómo lo consigue dejando cadáveres reales y políticos por todas partes) es todo menos una lección a seguir. Y si es ese el modelo que tienen en la cabeza nuestros preclaros próceres, es como para salir corriendo. Algunos de los comportamientos de nuestros políticos en estos últimos tiempos adquieren una luz nueva si los colocas bajo el foco de esta estupenda serie de terror francesa que se puede ver en HBO.
Una nota posterior. Leyendo hoy (viernes 5 de junio) los periódicos, me doy cuenta de una de las grandes diferencias entre la política francesa reflejada en la serie y la española. Además de los evidentes paralelismos entre los políticos de all´y los de aquí, en España tenemos un elemento distorsionador. Porque al viejo debate entre izquierda y derecha y al auge de los populismos de todos los colores, hay que sumarle en nuestro país, el elemento deformante de los partidos nacionalistas, periféricos y centrales, que de alguna manera contaminan el debate clásico parlamentario. En Francia ese problema añadido no lo tienen. ¡Que suerte!