Buñuel, Un Cineasta Surrealista: La permanente fascinación de un genio
Buñuel, un cineasta surrealista
Título original
- Buñuel, un cineasta surrealista
- Año
- 2021
- Duración
- 83 min.
- País
- España
- Dirección
- Guion
-
Javier Espada
- Música
-
Alejandro Ramirez-Rojas, Luis Eduardo Aute
- Fotografía
-
Ignacio Ferrando Margeli
- Reparto
- Documental
- Productora
-
Tolocha Producciones
- Género
- Documental | Documental sobre cine. Biográfico
- Sinopsis
- Luis Buñuel, pionero del cine surrealista más puro desde 'Un perro andaluz', su primera película, mantuvo continuas referencias a los postulados surrealistas durante toda su carrera cinematográfica en México, Francia y España. Buñuel no dejó nunca de cultivar estos principios surgidos de su infancia, elementos que, como los sueños, han formado parte de sus pilares creativos más básicos y configuraron gran parte de la singularidad de su cine. El cine de Buñuel, como los cuadros de Goya, está en la senda creativa de cineastas, pero también de escritores, pintores y dramaturgos. Este documental permitirá a una nueva generación de público joven descubrir a este cineasta universal. La visión de Buñuel sigue siendo provocadora, además de realzada por sus vínculos con el arte y la literatura.
- CRÍTICA
Con la tamborrada de Calanda, el pueblo turolense donde nació Luis Buñuel en 1900, se inicia el documental dirigido por Javier Espada: Buñuel, un cineasta surrealista (2021). Este arranque plantea acertadamente la huella que la infancia en el municipio aragonés poseerá en el futuro maestro del séptimo arte.
No será la única referencia a la niñez del creador cinematográfico presente en el trabajo de Espada. Así, reflejará el primer contacto con la muerte que tendrá Buñuel: un burro devorado por media docena de buitres en el campo de Calanda. La muerte, el sentido trágico de la existencia, en la línea de Unamuno, recorrerá la filmografía buñueliana, que contará con el deseo erótico como el otro gran pilar de su cine. Oscuridad y luz. Vida y muerte. El verso de Aute, «un ejercicio de gozo y dolor», se podría aplicar a las películas de Buñuel y, por extensión, a toda nuestra existencia.
Buñuel, un cineasta surrealista se asienta en una prodigiosa selección de escenas de todas las etapas artísticas del mágico director. Y junto con el cuidado a la hora de escoger momentos significativos de su cine, las notabilísimas conexiones con la pintura de Magritte, Max Ernst, Goya o Miguel Ángel, o con acontecimientos destacados de la propia biografía de este gigantesco autor fílmico.
Con el visionado del documental, vemos toda una galería de escenas emblemáticas de todos sus períodos: los inicios surrealistas en París, con Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930); sus trabajos en la II República como Las Hurdes, tierra sin pan (1933); su prolongada labor en México, con Los olvidados (1950), Él (1953), Nazarín (1958), El ángel exterminador (1962) o Simón del desierto (1965); o su fase última en Francia, donde estableció una excepcional alianza creativa con Jean-Claude Carrière en largometrajes como Belle de Jour (1967), La Vía Láctea (1969), El discreto encanto de la burguesía (1972) o Ese oscuro objeto de deseo (1977).
Cincuenta años de cine, medio siglo de prodigios culturales entre los que también se albergan dos impresionantes películas rodadas en la España de la dictadura franquista: Viridiana (1961), que triunfó en Cannes, pero que no se pudo estrenar en nuestro país hasta 1977, en plena transición democrática; y Tristana (1970), sobre una narración de su admirado Galdós.
Están muy logrados los pasajes del documental donde se ahonda en el erotismo del cine de Buñuel, con la emblemática escena de Un perro andaluz donde el hombre le toca los pechos a la mujer y, de repente, vemos sus ojos en blanco —Buñuel veía una conexión entre el placer sexual y la muerte—; el mundo onírico a través de la secuencia de El discreto encanto de la burguesía en la que la cena de los personajes pertenece a una representación teatral que, a su vez, forma parte de un sueño; o la problemática sobre la existencia o inexistencia de Dios, con ese genial momento de La Vía Láctea donde un personaje interpela a la divinidad en una noche lluviosa, y cuando piensa que solo existe el silencio cae, para su sorpresa y la nuestra, un rayo incendiando una choza.
En Buñuel, un cineasta surrealista resulta bastante sólida la parte que trata sobre las primeras películas y la simbología de vanguardia que nutrirá toda su trayectoria: las hormigas asociadas al deseo erótico; los insectos vinculados a lo incomprensible, lo misterioso; los gallos y gallinas conectados con la destrucción.
El surrealismo, y toda la inmensa variedad de este movimiento cultural, alentará todo el cine de Buñuel, desde finales de los 20 a finales de los 70. De base surrealista son la trascendencia de los sueños, el psicoanálisis, el escándalo, la rebeldía, la fusión entre muerte y erotismo. Por su parte, considero menos consistentes los tramos que se ocupan de los períodos mexicano y el último en Francia.
Asimismo, echamos en falta testimonios de intérpretes que actuaron en sus largometrajes —Silvia Pinal, Catherine Deneuve o Fernando Rey llegaron a las cumbres cinéfilas en películas del director de Calanda— o de relevantes colaboradores como Carrière, así como poner en valor la gran huella galdosiana y del Lazarillo y la narrativa picaresca en el cine de Buñuel. Quizá hubiera sido muy interesante plasmar la ascendencia de la obra buñueliana en cineastas de la talla de Carlos Saura.
Sí es potente la voz en off cuando enuncia algunos brillantes fragmentos de Mi último suspiro, uno de los mejores libros de memorias del siglo XX, escrito por Buñuel con la ayuda de Carrière a principios de la década de los 80 —Buñuel fallecería poco después, en julio de 1983, en México; recordemos que otro gigante de la cultura española, el poeta Luis Cernuda, murió también en este país hispanoamericano veinte años antes que Buñuel—.
Y supone otro acierto la inclusión de poemas compuestos por el cineasta, que consolidan la dimensión multidisciplinar de su universo creativo. El documental se cierra mágicamente con uno de estos textos poéticos, No me parece ni bien ni mal, en versión musical de Luis Eduardo Aute, a quien se rinde homenaje en los títulos de crédito del inicio.
El azar, el misterio, presiden la vida y el arte, según Buñuel. Tras la existencia terrenal, el misterio y el azar envuelven lo que vendrá después, si es que viene algo. En la música clásica se habla de las tres «B» para referirse a tres maestros cuyo apellido se inicia por esta consonante: Bach, Beethoven y Brahms. En el cine español también tenemos una tríada esencial con esta letra: Berlanga, Bardem y Buñuel. Con este documental, Espada realiza una lúcida aproximación a las claves artísticas del genio de Calanda. Con casi un cuarto de siglo XXI ya a cuestas, no está de más reconocer su enorme legado cinematográfico.
«Yo creo que a veces nos contemplan
por delante por detrás por los costados
unos ojos rencorosos de gallina
más temibles que el agua podrida de las grutas».
Luis Buñuel / Luis Eduardo Aute.
Escribe Javier Herreros Martínez Revista Encadenados