Diamond Island: Una intersección ejemplar de lo íntimo con el todo.
Diamond Island
- Diamond Island
- Año
- 2016
- Duración
- 101 min.
- País
- Camboya
- Dirección
- Guion
-
Davy Chou, Claire Maugendre
- Fotografía
-
Thomas Favel
- Reparto
- Productora
-
Aurora Films
- Género
- Drama
- Sinopsis
- Diamond es una isla a orilla de Phnom Penh transformada por los promotores inmobiliarios para hacer de ella el símbolo de la Camboya del futuro, un paraíso ultra-moderno para ricos. Bora tiene 18 años y, al igual que muchas personas jóvenes del campo, dejó su pueblo natal para trabajar en este proyecto de gran envergadura. Allí se hizo amigo de otros trabajadores de su edad hasta que encuentra a su hermano mayor, el carismático Solei, desaparecido cinco años antes. Solei le abre las puertas de un mundo apasionante, de una juventud urbana con sus chicas, sus noches y sus ilusiones.
- CRÍTICA
Casi todo en este debut en el terreno del largometraje de ficción de Davy Chou (antes filmó un documental soble la historia del cine en Camboya titulado Le sommeil d´or que también tiene muy buena pinta), desde la música hasta las luces, desde el ritmo lento hasta las atmósferas eléctricas de los anocheceres, desde la serena actuación de los jóvenes protagonistas hasta las conversaciones minimalistas, cautiva al espectador.
Seguimos los pasos del joven Bora, que dejó su pueblo para trabajar en la capital, y gracias a él descubrimos Diamond Island, un complejo inmobiliario de lujo para los ricos ubicado cerca de Phnom Penh y un gran sitio de construcción que atrae a los más pobres del país para intentar labrarse un futuro prometedor. El nuevo distrito que surgió de la nada en el espacio de unos años fascina a Bora; pero si Diamond Island se transforma a medida que se acerca la noche en una tierra fantástica, con paisajes brillantes y colores cálidos pálidos, se muestra con una luz diferente a la luz del sol: polvorienta y agotadora.
Al regresar a la moto del hospital donde uno de sus compañeros de trabajo herido está postrado en cama, Bora y su acompañante se detienen brevemente en el puente que divide la ciudad. Detrás de ellos, los barrios antiguos de la capital; frente a ellos, Diamond Island y las cabañas de construcción que sirven de refugio. Dos mundos opuestos entre los que oscilan toda la narración; aunque uno y otor se solapan, no tienen nada que ver: realidad y deseo.
Y así van pasando los días y las semanas a base de cautiverio laboral diurno y ocio desencantado nocturno. "Los cigarrillos te hacen olvidar el sufrimiento ”, dice en un momento dado uno de los personajes. De hecho, para escapar temporalmente de lo que ellos mismos llaman condición esclava, Bora y sus camaradas fuman, sueñan con motocicletas, con salidas con chicas y con trabajos mejor remunerados. Caminan alrededor de Diamond Island por la noche, si es que las horas extras que tienen que echar en su sufrido trabajo se lo permiten. Pero el distrito parece tener vida propia y prolifera, indiferente a estos trabajadores que trabajan día y noche sin casi resuello. Y llega la fiesta del Día de San Valentín, esencial para entender y señalar la estandarización y el anonimato que marcan la vida de esta población desarraigada y explotada, que solo tendrá acceso a una mínima porción de la inmensa dimensión kitsch del lujo que ayudan a construir.
El clip publicitario insertado al comienzo de la película, donde los promotores elogian la modernidad y los estándares "occidentales" del nuevo distrito, se resuelve ante nuestros ojos como un concentrado de espejismos: ansias de capitalismo puro y duro en un país que parece amnésico de su pasado y sus tradiciones; fantasía de autonomía en escenarios de vida y confort bien definidos; quimera de prosperidad y bienestar. El espejismo define la doble fuerza que actúa en el universo retratado por la película: es lo que motiva las pasiones y ambiciones de las personas, también es lo que los desvía de su interioridad y sus deseos.
Ojo al trabajo de dirección de fotografía porque es para quitarse el sombrero. Lo firma el francés Thomas Favel, del que hemos podido ver por aquí en películas como Bella Durmiente de Alfonso Arrieta o más recientemente en Ives, una comedia de terror sobre una nevera parlante que se pudo ver en el pasado Festival de Sitges. Aquí borda el sentimiento de fascinación que Diamond Island ejerce en su eléctrica noche. Los sinuosos movimientos de cámara se asemejan al latido silencioso de un corazón, trasladándonos a unos parajes que transitan a medio camino entre lo virtual y lo vivo, entre el arte cinematográfico y de la industria publicitaria que sirve de cebo en el video al que hacíamos referencia con anterioridad.
Por lo tanto, la película puede leerse como una reflexión sobre los diferentes mecanismos de felicidad que la sociedad camboyana actual ofrece a los jóvenes: felicidad auténtica y efímera en un paseo en motocicleta con tu pareja, una "alegría de (sobre)vivir" que se puede consumir, en el acto o para llevar, en los últimos iPhone, clubes nocturnos o pubs para barrios exclusivos.
Sin embargo, los elementos reales que llenan el espacio de la película y te hacen olvidar el fondo ambiguo y violento de los paisajes que cruzan son los rostros. Iluminadas por la magia del recinto ferial durante una excursión o por la modesta y sensual proximidad de los cuerpos en la motocicleta, las facciones de los jóvenes en el espacio se tocan con lúcido candor y falta de artificio.
La ternura se palpa en imágenes tan bellas como la del columpio y las chanclas (no haremos spoiler). Estas pequeñas sandalias de plástico contienen todo lo que las baratijas y los artilugios que llegan a las calles de la ciudad intentan imitar en vano, codificando los deseos para domar su intensidad. La ternura también para el propio héroe de la función, que cruza la línea que separa el pobre sitio de construcción de los distritos más ricos, y se disocia gradualmente de sus camaradas.
Desociación, extrañamiento, huida, abandono ... En definitiva, nos hallamos ante una obra fascinante e inquietante, ligera y seria a la vez, que trata a sus personajes, los jóvenes camboyanos que participan en los espejismos de una nueva vida urbana, con una ternura infinita. Una pequeña joya para saborear si todavía dispones de un corazón adolescente y recuerdas el aprendizaje del primer amor como si fuera ayer mismo.