El Asesino De Los Caprichos: Copiando lo macabro sin salirse del marco
Título: El Asesino De Los Caprichos.
Título original: El Asesino De Los Caprichos.
Dirección: Gerardo Herrero.
Guión: Ángela Armero.
Intérpretes: Aura Garrido, Maribel Verdú, Roberto Álamo, Daniel Grao.
Estreno: 18/10/2019
Productora: Tornasol Films / Entre Chien et Loup / Movistar+ / Radio Televisión Española.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Sinopsis
Dos policías van tras la pista de un misterioso asesino en serie que escoge a sus víctimas entre la clase pudiente de Madrid y reproduce con sus cadáveres las escenas de los Caprichos de Goya.
Crítica:
Si bien con una trayectoria irregular a lo largo de la historia de nuestra cinematografía desde su inicio en la escuela de Barcelona de los años 50, es innegable que el thriller español ha vivido en esta última década una época dorada, saldada con una taquilla competente y puestos de honor en los palmareses nacionales.
“El director se mantiene en la tónica de la intriga de La playa de los ahogados, esta vez jugando en los códigos del serial killer".
Gran parte de su eclosión exitosa hoy en día fue sembrada en la revitalización del género que llevó a cabo de forma ejemplar José Luís Garci con la saga de El crack y sus posteriores réplicas en cineastas como Enrique Urbizu, Imanol Uribe o el mismo Gerardo Herrero. Si bien los otros nombres citados han conseguido confeccionar cintas de referencia no solo en el género, sino también en el cine español general, Herrero ha mantenido siempre un perfil más bajo, entregándose en mayor medida al entretenimiento escapista, con algún que otro apunte a la denuncia social –Territorio Comanche (1996) o Heroína (2005)-, más o menos acertado en su indagación. Con El asesino de los caprichos, el cineasta se mantiene en la tónica de la intriga de La playa de los ahogados, esta vez jugando en los códigos del serial killer.
Y, si bien Herrero demuestra nuevamente su pasión y conocimiento del género, su flaqueza radica en, precisamente, devenir una lánguida fotocopia de grandes obras que ya hemos admirado en el pasado, ejecutadas con mayor destreza. Los lugares comunes se cuentan por más decenas que los grabados del insigne pintor aragonés, dispuestos en una trama previsible con una curva de giros hasta un atropellado final. Una puesta en escena transparente impide pintar El asesino de los caprichos con un pincel autoral cuya voluntad icónica sobrepase el oficio de la corrección, zona donde se mueve un Herrero que, al menos, preserva un cierto sentido del ritmo en su función de copista.
Son los roles de unas cumplidoras Aura Garrido y Maribel Verdú (en una faceta de agente taciturna inédita en ella) los que desmarcan la película de la absoluta intrascendencia, a pesar de estar construidos a golpe de estereotipo. Si tan solo una mente compleja y perfeccionista como la de un asesino hubiera hecho acto de presencia en su trazado, de bien seguro que el conjunto llegaría a la altura de la ambición del psicópata encaprichado, superando el marco del mero pasatiempo.