El Hijo
Película de terror y ciencia ficción que dirige David Yarovesky (The Hive) y produce James Gunn (Guardianes de la galaxia Vol. 2). Protagonizan el filme Elisabeth Banks (Dando la nota 3), David Denman (La suerte de los Logan), Matt Jones (Cambio de planes), Meredith Hagner (Irrational Man) y el joven actor Jackson A. Dunn (Vengadores: Endgame).
Terror | 91 min. | USA| 2019
Título: El Hijo.
Título original: Brightburn.
Director: David Yarovesky.
Guión: Brian Gunn, Mark Gunn.
Actores: Jackson A. Dunn, Elizabeth Banks, David Denman, Meredith Hagner.
Estreno en España: 24/05/2019
Productora: H Collective.
Distribuidora: Sony Pictures Spain
Sinopsis
¿Qué pasaría si un niño de otro mundo realizara un aterrizaje de emergencia en la Tierra y en lugar de convertirse en un héroe para la humanidad demostrara ser algo mucho más siniestro? El matrimonio formado por Tori (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Denman) siempre ha querido tener un hijo. Cuando deciden criar a Brandon (Jackson A. Dunn), un niño venido de las estrellas, descubrirán que este posee unas habilidades muy especiales. El problema surgirá cuando se den cuenta de que el niño no usa esos poderes para hacer el bien, ya que el mal comienza a crecer dentro de él.
Crítica de Jesús Muñiz-Rimada
Vivimos en la era del heroísmo. Cómics, películas, novelas… A través de diversos canales la puerta de los superpoderes y la salvación del planeta se han abierto un camino simbólico en la sociedad. Y lo cierto es que bebemos de su magia protectora, de su pulido carisma, de la energía electrizante que desprenden los grandes iconos del género para recordarnos el valor de la esperanza, de la seguridad y de la lucha por la supervivencia global. Sin embargo, ¿qué sucedería si el bien supremo no fuera el objetivo de un superhéroe? ¿Qué pasaría si el mito se invirtiera y la grandeza del mal habitara en su corazón? Esa es la propuesta del director David Yarovesky, quien en El Hijo, con un guion escrito por Briany Mark Gunn, nos invita a una cinta de espíritu tenebroso producida por su anterior colaborador James Gunn.
Porque es lo primero que nos viene a la mente conociendo el guion de El Hijo. Aunque el film bebe de muchas obras y atmósferas diferentes, una destaca por encima de las demás: la historia de Clark Kent. Los paralelismos son claros. Una criatura extraterrestre con apariencia humana aterriza en la Tierra, es adoptada por un matrimonio americano y desarrolla poderes sobrenaturales. Pero, ¿qué determina que Brandon Breyer, el protagonista cuyas habilidades emergen a sus 12 años, emplee estas capacidades para crear o destruir el mundo? Aquí es donde la leyenda se transforma en tinieblas y la simpleza de la famosa ficción adquiere una originalidad casi ilimitada en una joya con pinceladas stephenkianas. La película avanza mostrándonos a detalle la cotidianidad de la familia y la personalidad de cada miembro, con escenas que alternan entre gestos cómicos y amables hasta giros dramáticos. Y el ambiente de El Hijo, donde la luz de Kansas irradia buenas vibraciones, se va ensombreciendo a medida que percibimos que las piezas del rompecabezas no encajan, que los misterios se ocultan bajo la piel y que el horror es solo uno de los rostros de la noche y el día.
Elizabeth Banks transmite una cálida cara de la maternidad. Amable, comprometida, cariñosa. Su papel, Tori, vuelca todo el afecto hacia Brandon por medio de la confianza y de sentimientos benevolentes que, pese a estar en lucha con su fe en los acontecimientos, no duda en anteponer a las voces espeluznantes del terror.
David Denman también nos regala una buena interpretación como el padre del protagonista. Le vemos fluctuar, dudar y entrar en batalla consigo mismo y con quienes quiere, y ha de valorar si abrir los ojos ante la verdad es el mejor acto para salvar su familia.
Pero la gracia de la oscuridad recae en el joven Jackson A. Dunn. No logra solo que Brandon Breyer desprenda un aura siniestra y escalofriante, si no que le dota de una sensibilidad especial y fría, de una aptitud de observación distante y reflexiva que se adentra en las vísceras de los humanos y en el orden la sociedad con una perspectiva insondable. Se convierte en el hijo tenebroso de la implacabilidad y consigue seguir siendo un niño por debajo de sus actos e impulsos lovecraftianos, permitiéndonos atisbar ciertas debilidades que rayan en necesidades afectivas, en el fin último de una canalización del ¿bien? en otros términos y condiciones. Y ello sin perder autoridad. Mana de él una energía magnética, una potencia que venera la carnicería humana y torna su figura en un símbolo tan poderoso como hechizante, tan atrayente como mortíferamente peligroso.
Si hay que resaltar uno de los aciertos de El Hijo, es su profundidad ética. Nos plantea un debate moral que sobrepasa la frontera del bien y del mal. ¿Qué decisiones son las correctas y en nombre de quién? ¿Fue inadecuado, como padres, transformar la oportunidad en bendición y ocultar un secreto al mundo entero? ¿Cuál es el motor del caos y dónde habita este? ¿Se gestan la desolación y las sombras en las almas de las personas, nutridas por la maldad y la hostilidad de la vida, o vienen programadas por fuerzas titánicas desconocidas? ¿Es más poderoso el amor o la sed de control, de germinación del pavor? Preguntas que mueven las emociones durante todo el film hasta el clímax final. Necesitábamos una discusión trascendental y metafísica escrita tras el festín de sangre estético.
El Hijo es un estudio psicológico de la vida y la muerte, un análisis sangriento del hilo frágil que separa la benignidad de la vileza en su estado más crudo, perverso y dominante. Nos encontramos ante un nuevo género tan insólito y extraño como interesante, que reúne los elementos más perturbadores y efectivos del terror con la fuerza única y asombrosa de los superhéroes para dar a luz a un producto con raíces crueles, singulares y horriblemente estéticas.
El Hijo es una obra que aprovecha su sencillez para explotar los tintes infantiles eclipsados por la brutalidad extrema, las garras del pánico y el aliento genuino del monstruo divino. Y todo valiéndose del sabor auténtico de la truculencia y la moralidad sobre la sangre derramada. Una barbaridad muy grata y fresca que rinde homenaje a los tesoros de la cultura popular.
La grandeza del mal ha llegado para quedarse… Y ascender.