Falling: La hoja que cae en otoño
Falling
- Falling
- Año
- 2020
- Duración
- 112 min.
- País
- Canadá
- Dirección
- Guion
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Viggo Mortensen
- Música
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Viggo Mortensen
- Fotografía
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Marcel Zyskind
- Reparto
- Productora
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Distribuida por GEM Entertainment. Coproducción Canadá-Reino Unido; Perceval Pictures, Baral Waley Productions, Scythia Films, Zephyr Films, Achille Productions, Ingenious Media
- Género
- Drama | Vejez. Familia. Alzheimer
- Sinopsis
- John Petersen (Viggo Mortensen) vive con su novio Eric (Terry Chen) y la hija adoptiva de ambos en el sur de California. Su padre Willis (Lance Henriksen) un granjero tradicional y conservador de 80 años, decide viajar a Los Ángeles y quedarse en casa de John mientras busca el lugar idóneo para jubilarse. Una vez todo juntos, dos mundos muy diferentes colisionan. Willis muestra señas de estar perdiendo la cordura, y su peculiar forma de ser, tan divertida como dañina para algunos miembros de la familia, saca a relucir heridas del pasado y de años de desconfianza entre sus allegados.
- Distribuidora: Caramel Films
- CRÍTICA
Suele ocurrir que las óperas primas de los nuevos cineastas se fundamenten en vivencias personales y filias cinéfilas. Pero si el debutante es nada más y nada menos que Viggo Mortensen es lógico que estas filias deriven en ciertos rasgos de los directores con los que ha trabajado, dándoles una dimensión más profunda al formar parte de un recorrido personal que se extiende a lo largo de varias décadas. En los créditos de Falling, Mortensen agradece a pilares fundamentales de su carrera y es innegable que cada uno de ellos está presente en la película: la fusión del hombre con la naturaleza de Lisandro Alonso; el ahondamiento en el alma oscura de Peter Jackson, su visión fría de la América profunda vista en The lovely bones (2009) y la interacción con la ensoñación; la fortaleza de los personajes de Agustín Díaz Yanes; el retrato familiar disfuncional de Matt Ross; los diálogos deslenguados de Peter Farrelly; y, por descontado, la sordidez y dureza emocional de David Cronenberg, quien además está de cuerpo presente en un pequeño rol.
Durante todos estos años, Mortensen ha sabido empaparse del talento que tenía alrededor para vestir una historia fraguada desde un momento tan frágil como lo fue la pérdida de sus progenitores. Salvando mucho las distancias con su propia vida, el director nos narra una historia sobre los juegos de la memoria y las complejidades de las relaciones paterno-filiales a través de una voz que ha sabido filtrar sus referencias para erigirse con entidad independiente.
El relato familiar de un padre demente (y muy cerrado de mente) que debe trasladarse forzosamente a vivir cerca de su hijo gay felizmente emparejado puede suscitar falta de riesgo y pereza, pero Mortensen es capaz de moldear el material y filmar una obra rabiosa e incómoda, pero a la vez entrañable. Desde la hostilidad de la historia protagonizada por un vil machista, homófobo y racista, Mortensen consigue remover y conmover gracias a una sobriedad que evita subrayados sentimentales y que llega al alma partiendo de la crudeza. Dramáticamente sabe cuando subir y bajar la intensidad en una narrativa apoyada en una dicotomía temporal entre el presente-pasado y el recuerdo-delirio astutamente construida que va desplegando sus cartas debidamente, pero sin resultar obvia, solamente achacada por un exceso de insertos bucólicos emulando a Terrence Malick que distraen brevemente de la atmosfera creada.
Por su parte, Falling también es una disección de la sociedad americana del último medio siglo y, en la dinámica de sus personajes, funciona como alegoría de la contraposición política en la sociedad estadounidense actual, acentuada por el auge de la extrema derecha. En esa suerte de Clint Eastwood, que encarna a todo tren un Lance Henriksen en el papel definitivo de su carrera, encontramos el conservadurismo más extremo enfrente al progresismo del personaje de Viggo Mortensen –políglota, juntado con un hombre chino-hawaiano y su hija, y con un cartel de Obama colgando de su nevera-. Entre estas dos posiciones, emergen en el mar del rencor la necesidad, el sentido de la responsabilidad y la incondicionalidad del linaje.
Con un color otoñal (esas primeras cuatro letras del título ya lo anuncian) coherente con el gris del preludio del fin -donde únicamente la luminosidad de finales de verano aparece en las secuencias del presente donde intervienen otros personajes que pueden contribuir a domar la salvaje relación-, el cineasta logra hablar de la familia y el perdón alejándose de un desarrollo digno de la sobremesa, de forma atractiva y con una sencillez ambiciosa, en lo que supone uno de los mejores saltos de la actuación a la dirección de las últimas décadas.
En la mencionada larga lista de agradecimientos, Mortensen reserva un lugar para Agnès Vardà. Y es que, como en el cine de la francesa, tras el vendaval hay lugar para la redención, posible dentro de la mínima bondad que pueda habitar en cualquier ser humano. En Falling no se dará de modo perfecto ni edulcorado (de hecho es un tanto perturbador), sino con una sutileza y mesura cercanas a la realidad. La realidad propia de un miserable que ha sembrado vientos y recoge tempestades, pero que la compasión impide que la caída inevitable sea más dura.