CRÍTICA DE CINE

Gagarine: La demolición astronómica

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Gagarine

Próximos estrenos España 13 de abril  

Título original

Gagarine
Año
Duración
95 min.
País
 Francia
Dirección

Fanny LiatardJérémy Trouilh

Guion

Jérémy Trouilh, Benjamin Charbit, Fanny Liatard

Música

Amin Bouhafa, Evgueni Galperine, Sacha Galperine

Fotografía

Victor Seguin

Reparto

Alseni BathilyLyna KhoudriJamil McCravenFinnegan OldfieldFarida RahouadjDenis Lavant

Productora

Haut et Court, France 3 Cinéma, Indéfilms, Canal+, Ciné+, France Télévision

Género
Drama
Sinopsis
Yuri, de 16 años, ha pasado toda su vida en las Torres Gagarin, un proyecto de viviendas situado en las afueras de París y sueña con ser astronauta. Cuando se plantea la demolición de las Torres, Yuri se une a la resistencia. Con sus amigos Diana y Houssam, se embarca en la misión por salvar su hogar.

El distrito residencial de cosmonáutico nombre Gagarine fue construido a raíz de la crisis habitacional de los años 60. Impulsada por el Partido Comunista Francés, acogió numerosos trabajadores que la abandonaron y su remplazo fueron inmigrantes. Caldo de cultivo de tráfico de drogas, los planes urbanísticos llevaron a su demolición en 2019, no exenta de voces opuestas.

De esta polémica filmaron en 2015 Fanny Liatard y Jérémy Trouilh un cortometraje de nombre homónimo, génesis de su largometraje de debut, que construye un relato de ficción a partir del testimonio de varios residentes. La Gagarine de 2020 amplía todo lo que concentraron en 20 minutos en una propuesta tan curiosa como irregular.

El espacio asume un papel primordial como vestigio de una era, cuna de unas vidas y edificadora de identidades como la del protagonista, Yuri, quien ha pasado todos sus años en este sitio. El sentimiento de desposesión es lo que le motiva a formar parte de la resistencia a los proyectos de futuro, evidenciando de una forma desprovista de ñoñería el arraigamiento a una comunidad, aunque sea desde un carácter tan propicio al aislamiento como el suyo.

Y en este retrato del lugar, Liatard y Trouilh es donde prueban su virtuosismo, desde una distancia fría que capta la inmensidad del mamotreto en contraposición a la pequeñez de una persona. Desarrollándose en un realismo social mágico mezclado con pizcas de ciencia ficción, sumado a un estilo contemplativo y a la cuadriculada arquitectura comunista que acoge su historia mínima, hacen inevitable acordarse de Andrei Tarkovski y sus distopias terrenales, en una escala menor.

Salvando las distancias con el maestro soviético, en el programa de Gagarine son perceptibles los tics de la ópera prima, entre los cuales está el sobreponer la estética al contenido, con lo cual el conjunto se atraganta un poco al no desarrollar más el potente material que maneja. En esta desigualdad, emerge Alseni Bathily, que es capaz de aguantar la película junto a Lyna Khoudri, y aportar esa continuidad de la que a veces el film se escapa injustificadamente.

Dicho esto, Gagarine tiene valor como aproximación a la noción de hogar, en tiempos de desmantelamientos y expulsiones forzadas, y sobre todo como exhibición de fuerza de la pareja de cineastas a la hora de componer imágenes estelares a nivel artístico.