CRÍTICA DE CINE

La habitación: Antes y después

La habitación fue escrita y publicada en 2010 por la irlandesa establecida en Canadá Emma Donoghue, y está inspirada en el terrible caso de Natasha Kampush y el llamado “monstruo de Amstetten”. 

Drama | 118 min. | Irlanda-Canadá 2016

Título: La habitación. 
Título original: Room.
Director: Lenny Abrahamson.
Guión: Emma Donoghue.
Actores: Brie Larson, Jacob Tremblay, Sean Bridgers. 
Estreno en España: 26/02/2016 
Productora: A24, Element Pictures, TG4 Films.

Distribuidora: Universal Pictures International.

 

 

Sinopsis

Para Jack, un niño de cinco años, la habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende con su madre. Por la noche, mamá lo pone a dormir en el armario, por si viene el viejo Nick. La habitación es el hogar de Jack, mientras que para su madre es el cubículo donde lleva siete años encerrada, secuestrada desde los diecinueve años. 

Crítica

Estamos ante una de esas películas de las que no sabemos si hubiera alcanzado tantos elogios de no ser porque están basadas en un gran libro. Si encima añadimos el que haya sido la misma escritora la que se haya encargado  del guion pues las dudas al respecto se acrecientan. La habitación fue escrita y publicada en 2010 por la irlandesa establecida en Canadá Emma Donoghue, y está inspirada en el terrible caso de Natasha Kampush y el llamado “monstruo de Amstetten”. Lo potente de la historia en cuanto a sordidez y tremendismo se puede respirar en cada escena del film. ¿Pero es mérito del director o es que lo que se cuenta es lo suficientemente impactante para tener vida propia?. 

Si atendemos a la cantidad de premios que ha ido cosechando desde que se estrenó queda claro que existe un plus aparte de lo meramente escrito.

Si atendemos a la cantidad de premios que ha ido cosechando desde que se estrenó queda claro que existe un plus aparte de lo meramente escrito. Ahí están los dos protagonistas de la tragedia ofreciendo unas composiciones ejemplares en los respectivos roles de madre e hijo que deben sobrevivir hacinados en un cuartucho.

Lo que podría haberse convertido en un tour de forcé de estridencias extremas desbordadas se convierte gracias a la interacción de ambos personajes en un ejemplo de contención interpretativa que les ha catapultado al reconocimiento unánime de crítica y público, y en el caso de la primera, incluso a llegar a postularse como clara favorita para ganar el Oscar de este año en la categoría de mejor actriz.

Lo realmente original de esta estimulante propuesta es su capacidad de sorprender mediante un giro inesperado que desarma a todo el que piense que el desarrollo argumental se sustenta en territorios conocidos. Si todo hubiera ido según los cauces preestablecidos seguramente nos hubiéramos quedado con la sensación de haber visto una película más, pero su valiente argumento nos obliga a replantearnos todo lo visto hasta más o menos la mitad de su metraje.

Aquí no desvelaremos que ocurre (aunque como siempre pasa si lees cualquier crítica te lo van a contar, porque no hay nada más sencillo y cómodo para el que escribe una reseña que destripar la historia hasta dejarla en los huesos), pero sí apuntaremos que la división en dos partes bien diferenciadas de su trama es un acierto que engrandece el conjunto.

Tan sólo conocemos lo concerniente al relato desde el punto de vista de la narración del niño protagonista.

También ayuda sobremanera el hecho de que solo conozcamos lo concerniente al relato desde el punto de vista de la narración del niño (un espléndido Jacob Tremblay que muta su precocidad en virtud ofreciendo una actuación tan creíble como impropia para alguien de tan sólo nueve años de edad); no sabemos cómo se encuentra en realidad su madre, psicológicamente hablando, ni que es lo que ocurre en realidad en el lúgubre recinto donde tiene que vivir desde que nació, ni tan siquiera quién demonios es ese Viejo Nick que les viene a visitar de vez en cuando y que le trae regalos para su cumpleaños. 

Ésta muy aplaudida actuación infantil, tan libre de afectaciones y artificios (Tremblay ya tiene en cartera la friolera de tres nuevos proyectos para lo que queda de año) encuentra su contrapunto ideal en la portentosa caracterización de Brie Larson (una actriz con cierto parecido físico a Jennifer Lawrence que está llamada a ser uno de los referentes de su generación) como madre coraje que establece un vínculo sofocante con su hijo y le ayuda como buenamente puede para que su situación límite no llegue a traumatizarle, convirtiendo lo truculento en afectuoso y cálido.

Su energía contagiosa intentando dar una educación mínimamente adecuada a alguien a quien se le ha privado de la misma a lo bestia traspasa la pantalla y acaba por emocionar. 

Asistimos a un vaivén continuo de fortalezas psicológicas y de capacidad de superación ante la adversidad que se convertirán en una auténtica montaña rusa de emociones. Cuando uno esté en sus momentos más bajos, el otro se las apañará para sacar fuerzas de flaqueza y recordarle que la vida cobra sentido gracias al sacrificio y la determinación por el ser querido. Todo contado con una amalgama de sutilezas y matices que alimentan la narración y afianzan a su vez esa compenetración ante la dureza de sus vivencias. 

El irlandés Lenny Abrahamson, encargado de la dirección, tiene la habilidad de no interceder mediante movimientos bruscos de cámara ni otros artificios propios de quien busca resaltar su autoría ante el texto escrito, dejando respirar cada escena aunque esté rodada en espacios tan cerrados como los que aparecen en la mayoría de planos. Su trabajo consiste en repartir juego como si de un centrocampista de creación se tratara, permitiendo de esa manera que sus actores brillen con luz propia.

Una película a contracorriente del tipo de cine que estamos acostumbrados a ver que incluso se permite el lujo de resultar edificante. Solo por eso ya vale la pena echarle un vistazo.