Hannah: Un círculo que termina siendo una arista clavada
Andrea Palloro (Medeas) esrcibe y dirige Hannah, un largometraje que ha salido galardonada en dos ocasiones por el festival de Venecia, y que cuenta con Charlotte Rampling (La duquesa) como la actriz principal que interpreta a la mujer.
Drama |95 min. | Italia-Francia-Bélgica | 2017
Título: Hannah.
Título original: Hannah.
Director: Andrea Pallaoro.
Guión: Andrea Pallaoro, Orlando Tirado.
Intérpretes: Charlotte Rampling, André Wilms, Stéphanie Van Vyve, Simon Bisschop.
Estreno en España: 18/05/2018
Productora: Partner Media Investment / Left Field Ventures / Good Fortune Films / To Be Continued
Distribuidora: Surtsey Films.
Sinopsis
Hannah es una mujer castigada por la vida que vaga entre la realidad que vive día a día y la negación de la misma. Su marido ha sido encarcelado y ahora ella paga las consecuencias por ello. Además, tendrá que luchar contra sí misma y la soledad que la sume en la pesadumbre. Es la primera entrega de una trilogía sobre mujeres que quiere profundizar en la lucha y las situaciones a las que se enfrentan día tras día.
Crítica
Siguiendo el hilo de su ópera prima, Medeas (2013), el italiano Andrea Pallaoro se confirma como un cineasta de lo observacional, de la confianza en el gesto y la mirada en el contexto cotidiano para sugerirnos la trama y el trasfondo que viven los personajes de sus obras. Con esta táctica, Pallaoro funciona como un expositor que plasma las acciones (o inacciones) de los individuos, evitando todo juicio moral, en obras que llevan en su germen dilemas morales fruto de las relaciones humanas.
En Hannah, Pallaoro basa la fuerza de su propuesta en la faz y los movimientos de una Charlotte Rampling en estado supremo.
En Hannah, Pallaoro basa la fuerza de su propuesta en la faz y los movimientos de una Charlotte Rampling en estado supremo. No proclama grandes monólogos, no chilla, no alardea, simplemente anda, mira, cocina, nada… El silencio de la protagonista construye una atmosfera incomoda, reforzada con la composición de planos descentrados y con un tono manierista que trasladan ante los ojos del espectador la inestabilidad emocional de una mujer herida, arrepentida, y repudiada por la sociedad, por un suceso inconcreto junto a su marido, actualmente en la cárcel.
Todo lo turbio que puede contener el relato queda elidido y es el espectador quien puede rellenarlo con el valor que elija. A parte de esquivar toda lección moral paternalista hacia Hannah y, por ende, al espectador, Pallaoro no determina el pasado porque lo que le interesa es la redención y la búsqueda personal de alguien perdido en una triste rutina, marcada por la culpa.
La película es un buceo frío en los hábitos de Hannah, una acumulación de escenas aparentemente triviales en las que se desflora la identidad de un personaje que bascula entre la realidad y la actuación –de ahí que tome clases de teatro-. El personaje queda retratado ante su reflejo ya desde su mismo nombre, en forma de palíndromo. A partir de allí, el público debe discernir a través de estos momentos cotidianos cuales muestran a la verdadera Hannah y cuales no.
Entrar en Hannah puede suponer un poco reticente, dada su (falsa) no-evolución dramática. Pero Pallaoro consigue fascinarnos por medio de un clima desasosegante, reposado en el magnetismo de una pletórica Rampling. Una de esas experiencias que, en su visionado, no resulta llena. Pero que, al terminar, se queda con el espectador y le acompaña durante un buen tiempo. Lo suficiente para seguir pensando en Hannah, lo que fue, lo que es y lo que será.