Los Hollar: Las mejores intenciones
Estamos ante una de esas producciones pensadas desde su primera hoja de guion para ser proyectada en el Festival de Sundance, ese paraíso del cine independiente dirigido por Robert Redford donde van a parar las películas pequeñas de bajo presupuesto que necesitan del respaldo de un evento como ese para poder darse a conocer.
Drama | 88 min. | USA 2016
Título: Los Hollar.
Título original: The Hollars.
Director: John Krasinski .
Guión: Jim Strouse.
Actores: Anna Kendrick, John Krasinski, Margo Martindale, Richard Jenkins.
Estreno en España: 17/03/2017
Productora: Groundswell Productions / Sunday Night / Sycamore Pictures
Distribuidora: Sony Pictures Spain.
Sinopsis
John Hollar es un aspirante a artista que debe salir de su cómoda vida en Nueva York y alejarse de su hermosa novia, para poder así regresar a su ciudad natal del medio oeste y ayudar a su familia a salir adelante cuando su madre necesite una cirugía cerebral. Esto ocurrirá mientras se divide entre su antigua vida y la actual, en la que debe lidiar con un hermano desvalido, un padre con ansiedad y su antiguo amor de la escuela.
Crítica
Al director y protagonista de esta dramedia los espectadores le reconocerán enseguida como uno de los empleados de aquella maravillosa serie de televisión titulada The Office que nos hizo reir a mandíbula batiente durante unos cuantos años. Nos referimos a John Krasinsky, quien tuvo su debut en el terreno de la realización en 2009 con la inédita por estos lares Brief Interviews with Hideous men (tan sólo se llegó a estrenar en Portugal y Rusia), y que ahora acomete su segundo proyecto, una historia amable con salpicón trágico incluído plagada de buenos actores puestos al servicio de lo que podría pasar perfectamente por una tv-movie hinchada.
Estamos ante una historia amable con salpicón trágico incluído
John Hollar es un aspirante a artista con un trabajo gris que no le satisface y que está a punto de ser padre. Debido a una situación familiar complicada se ve obligado a regresar a su ciudad natal del medio oeste donde se reencontrará con aquellos que medioabandonó buscando la oportunidad en la gran ciudad que se le negaba en un pueblo de reducidas dimensiones. Nada más llegar se encontrará con un batiburrillo de problemas inesperados con los que deberá ir lidiando: una madre enferma, un padre arruinado, un hermano un tanto díscolo al que le cuesta superar su divorcio y una exnovia con la que volverá a hacer buenas migas.
Estamos ante una de esas producciones pensadas desde su primera hoja de guion para ser proyectada en el Festival de Sundance, ese paraíso del cine independiente dirigido por Robert Redford donde van a parar las películas pequeñas de bajo presupuesto que necesitan del respaldo de un evento como ese para poder darse a conocer. No en vano el encargado de firmar el libreto es Jim Strouse, quien ya depsuntara por las tierras nevadas de Utah consiguiendo premios con películas como Conociendo a Jim o La vida sin Grace, e incluso la banda sonora del film está trufada de canciones del considerado “alma matter” del neofolk Josh Ritter.
El problema de películas como la que ahora nos ocupa no es ni su presupuesto reducido ni su ambición minimalista, sino el de que está tan recargada de buenas intenciones que su interés va menguando en un afán desmedido por agradar y activar el punto emocional del público sobre todas las cosas.
Si echamos un vistazo al elenco principal sin saber lo que vamos a encontrarnos iríamos al cine con los ojos cerrados, y es que juntar en un mismo reparto a actores y actrices de solvencia contrastada como el mismo Krasinsky, a Richard Jenkins, Anna Kendrick, Margo Matindale, Charlie Day, Mary Elisabeth Winstead y Sharlto Copley no es moco de pavo. Pero una vez puestos en el tatami todos a funcionar el resultado final desprende cierto aroma de buena oportunidad perdida. Y es que no siempre con buenos mimbres puedes fabricar el mejor cesto.
Parrafadas largas debatiendo de lo divino y humano mientras se bebe una cerveza detrás de otra, momentos de silencio contemplativo intentando captar ese pasado nostálgico que jamás volverá y situaciones de sitcom manejadas con cierto desparpajo no son aval suficiente para empatizar con unos personajes que en muchos momentos piden a gritos que les dejen respirar.
La trama intenta encontrar su equilibrio intentando proyectar felicidad y tristeza a partes iguales. Así se van sucediendo situaciones tragicómicas que no permiten alcanzar al conjunto un tono adecuado. El director ha manifestado en alguna entrevista que lo que le enamoró de la historia de JIm Strouse fue que era desternillante y desgarradora a la vez.
Pues ni una cosa ni la otra. Las secuencias pretendidamente más divertidas acaban de manera brusca, mientras que las más duras y desdichadas siempre están tratadas de una forma tan buenrollista que acaban por perder toda su fuerza, sobre todo en el tercio final del film, donde las diversas subtramas abrazan decisiones conclusivas proyectadas a dejar tan sólo un regusto agradable en el espectador.
El resultado final dista de ser trascendente lastrado por la falta de riesgo asumida, aunque el visionado es agradable y puede ser una buena excusa para llegar a casa y releer el mítico ensayo de Miguel de Unamuno Del sentimiento trágico de la vida. Ahí sí que vamos a encontrar respuestas a la problemática existencial del hombre contemporáneo sin necesidad de ingesta de alcohol de por medio.