Inside: La gravedad de una mala concepción
Resulta paradójico que España haya sido quien ha “rehecho” un film de terror foráneo, habiendo sido este género, precisamente, uno con los que mayor éxito internacional ha obtenido, derivando en la realización de versiones de inferior calidad en otras tierras; además de llevarlo a cabo en una época en la que el cine de horror patrio ha sufrido un cierto desgaste.
Terror | 91 min. | España 2016
Título: Inside.
Título original: Inside.
Director: Miguel Ángel Vivas.
Guión: Jaume Balagueró, Manu Díez (Remake: Julien Maury, Alexandre Bustillo).
Actores: Rachel Nichols, Laura Harring, Andrea Tivadar, Stany Coppet.
Estreno en España: 28/07/2017
Productora: Nostromo Pictures.
Distribuidora: eOne Films Spain
Sinopsis
Una joven embarazada se encuentra sola y deprimida en su casa durante Nochebuena, ya que su marido murió unos meses antes en un trágico accidente de coche, en el cual ella perdió parcialmente su oído. Esa fría noche, en la que ya le queda poco para dar a luz, una extraña llama a la puerta de su casa en los suburbios. Esta inesperada visita traerá terribles consecuencias, pues la otra mujer tiene la intención de arrebatarle el bebé que lleva en su vientre.
Crítica
No es nada novedoso la presencia de remakes de filmes europeos perpetrados por la industria americana, en un afán de suplir su crisis de ideas evidente en el cine de entretenimiento. Y, en menor medida, tampoco lo son los préstamos entre cinematografías del mundo, muchas veces con la única voluntad de adaptar a un contexto autóctono una historia universal, tales como son toda la escuela de películas sobre la guerra de tópicos que detonó hace ya una década Bienvenidos al norte (Dany Boon, 2008).
Lo que sí tiene gracia es la coincidencia en cartelera de dos filmes gestados en Francia como son Inseparables (Marcos Carnevale, 2016) y esta Inside, sendos remakes de la archiconocida Intocable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011) y Al interior (Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2007), llevados a cabo por dos países que han sido en estos últimos años activos contribuidores en la parte creativa y genuina de la cultura del remake (es decir, ser la fuente de inspiración) como son Argentina y España, respectivamente.
Resulta paradójico que España haya sido quien ha “rehecho” un film de terror foráneo, habiendo sido este género, precisamente, uno con los que mayor éxito internacional ha obtenido.
Resulta paradójico que España haya sido quien ha “rehecho” un film de terror foráneo, habiendo sido este género, precisamente, uno con los que mayor éxito internacional ha obtenido, derivando en la realización de versiones de inferior calidad en otras tierras; además de llevarlo a cabo en una época en la que el cine de horror patrio ha sufrido un cierto desgaste. Pero lo más increíble es que esta adaptación del film galo se haya trazado siguiendo los peores tics del terror americano, despojando a la película de cualquier ápice de identidad posible. En resumidas cuentas, se trata de una actualización que, simplemente, no es que ya ni goce de la agudeza que podía tener su referente, es que ni aporta ni un indicio de personalidad que justifique su existencia por si sola.
El problema de Inside es que no se esfuerza nada en intentar apartarse de los esquemas establecidos de su género. Todo es una fiesta de lugares comunes y estereotipos mostrados en pantalla desde un planteamiento rutinario, torpe y mal construido. La trama, de un potencial innegable como ya demostró su antecesora francófona, es languidecida por un guión que, en lugar de buscar una dimensión de personajes que transgreda el cliché y, además, sea caracterizada paulatinamente, se acoge al camino fácil y deja todo su contenido en forma de revelación final impostada en el momento culminante del enfrentamiento.
La película opta por tirar la casa por la ventana y someter su irregular metraje a la acción constante. Sería perdonable esta apuesta si la tensión de las escenas estuviera bien concebida, pero tal baza no se da en Inside. Erróneamente, la tensión se construye a base de golpes de efecto, cada uno aún más ridículo que el anterior, que conforman un conjunto definido por la explicitud y la gratuidad, en lugar de la sutileza y la incomodidad que pedía la historia. En este aspecto, Inside se asemeja, por desgracia en el peor sentido, a sus aspiraciones hollywoodienses, con una tensión en la que importa más la cantidad de muertos que la calidad de sus muertes. Excesos que, a medida que prosigue el film, hacen mella en la verosimilitud de los acontecimientos, por ingenuos e increíbles que resultan.
Porque Inside es de esas películas en las que el villano no muere por más impactos de alcance mortal que reciba o en las que la heroína, a punto de dar a luz y con sus energías debilitadas, aguanta estoicamente varias peleas con su antagonista –que culmina con un imperdible suceso con el que es imposible dar crédito-. Fantasmadas innecesarias que dinamitan cualquier atisbo de seriedad que pudiera contener la película.
El naufragio de su guión y concepción resienten también el trabajo de unas actrices que, pese a su capacidad, caen en la parodia, especialmente en el caso de Laura Elena Harring (sí, la rubia que mutaba en morena en el Mulholland Drive de David Lynch). Lo poco que hace repuntar a Inside de la caída en el abismo es su competente factura técnica, erigida gracias a un cuerpo de profesionales que, al igual que las intérpretes, merecían algo mejor por la que esforzarse tanto.
De hecho, si no fuera por su envoltorio, Inside sería una propuesta de sobremesa dominical característica de cierta cadena privada, arrasadora en audiencias pero arrolladora en calidad. Un claro caso de como emular a Hollywood aboca al fracaso, y más teniendo de modelo al buen savoir faire francés.