Estupenda serie de Mariano Barroso que se ha estrenado hace pocos días en Movistar +, en dura batalla contra la acumulación de oferta cultural que es imposible abarcar.
Miniserie de TV (2020). 6 episodios. Miniserie sobre los comienzos de ETA. El 7 de junio de 1968, el líder de ETA, Txabi Etxebarrieta, cruzaba "la línea invisible" asesinando a la primera de las 853 víctimas de la organización terrorista, el guardia civil gallego José Antonio Pardines, de sólo 25 ańos de edad. Pocas horas después, el propio Txabi Etxebarrieta era abatido en un enfrentamiento con la guardia civil, convirtiéndose así en el primer terrorista en matar y el primero en morir en la historia de ETA. Tras la muerte de su líder, los compañeros de Txabi decidieron vengarle asesinando a su principal perseguidor, el inspector Melitón Manzanas. No eran conscientes de que estaban a punto de abrir un camino plagado de dolor y venganza, de miedo y terror, que marcaría los siguientes cincuenta años de la historia de España -sinopsis oficial de Movistar-.
Estreno en Movistar+: 8 de abril
CRÍTICA DE NÚRIA VIDAL
La línea invisible se puede considerar el segundo capítulo de la revisión de la historia de España que está haciendo el director y que comenzó con la excelente El día de mañana. Barroso, presidente de la Academia y hombre inteligente y muy preocupado por la sociedad que le ha tocado vivir, sabe que la historia no hay que olvidarla ni meterla debajo de la alfombra. Al contrario, hay que volver a ella y explicarla para entender el presente que es, en cierto modo, resultado del pasado. En El día de mañana se fijaba en la Barcelona de los años sesenta para contar como una generación nacida después de la guerra, se enfrentaba al futuro incierto que le ofrecía la dictadura. Ahora, con La línea invisible, se fija en los jóvenes vascos que a mediados de los años sesenta, decidieron traspasar la línea invisible del asesinato en nombre de unos supuestos ideales nacionalistas.
Es curioso comprobar que ni Mariano Barroso, ni ninguno de los dos guionistas, Mitxel Gaztambide y Alejandro Hernández, o el autor de la idea, Abel García Roures, tienen edad para haber vivido en directo la historia que cuentan. Pero si tienen edad para haber vivido y sufrido la terrible y asesina carrera de ETA que llegó a matar 853 personas entre el 7 de junio de 1968 y el último atentado mortal del año 2010. Es lógico que a ellos les interese mirar ese momento para intentar comprender que impulsó a estos jóvenes a convertirse en una maquinaria mortal. Y es ahí donde la serie se hace completamente contemporánea y necesaria para recordar a los que ahora tienen veinte años y que no saben nada de ETA, que volver a caer en los mismos errores es tremendamente fácil.
“Las peores pesadillas comienzan como sueños”, ha dicho Mariano Barroso. Por eso empieza su historia contando como el movimiento dejó atrás lo que era colectivo y común con todos los antifascistas de España que luchaban contra la dictadura, para hacer de ETA un movimiento ultracatólico, muy vinculado al carlismo y con una clara intención nacionalista. Una especie de nacionalcatolicismo abertzale, especular del nacionalcatolicismo español. Los jóvenes idealistas que querían combatir a Franco fueron presa fácil para los grandes manipuladores de su ingenuidad revolucionaria. Son estos dirigentes quienes, desde la comodidad de sus casas y su posición de poder les empujan al precipicio sin mancharse las manos ni arrugarse la raya del pantalón, les hacen cruzar las líneas que ellos mismos se cuidan mucho de no traspasar.
El personaje del Inglés, que interpreta Asier Etxeandia, le dice a Maxi, uno de los dos jóvenes que intervino en el asesinato del comisario Melitón Manzanas, “Apretar, hay que apretar”, palabras que nos recuerdan un momento que el dichoso bicho ha dejado un poco en suspenso y que desearía que no volviera a reaparecer, aunque haya políticos que se empeñan en no olvidar cual es su misión en esta vida y no dejan de insistir una y otra y vez en la misma idea, como si se tratara de otra clase de día de la marmota. Mostrar que abertzales y policías eran seres humanos con sueños, debilidades, errores, resulta realmente sorprendente. Que se dibuje a Txabi Etxebarrieta, considerado el primer mártir del movimiento, como un chico inteligente, poeta y escritor, capaz de caer en una especie de fanatismo religioso/nacional que le lleva a cometer el innecesario e inconsciente asesinato del joven guardia civil José Antonio Pardines, producto de una mezcla de miedo, pánico, pérdida de sentido de la realidad y anfetaminas, es algo que seguramente no gustará a los que han glorificado su figura.
Como tampoco les gustará que se enseñe al comisario Manzanas, como un vasco que hablaba euskera y nunca se desprendía de su boina, cariñoso con su hija, aunque autoritario e implacable en la lucha contra esa hidra de la que, como nos ha pasado ahora con el bicho, al principio pensó que no era nada importante. Indispensable y necesaria, La línea invisible, junto con Patria, libro y serie y ETA, el final del silencio, de Jon Sistiaga, se deberían enseñar en todas las universidades, incluso en todas las escuelas –cuando se pueda volver a ellas–, donde se está forjando una nueva generación sin memoria del pasado, ni siquiera del mas reciente. Hace ya diez años que ETA dejó de matar, los que ahora están apretando por orden de los políticos que siguen sin mancharse las manos ni arrugarse el pantalón, casi ni la recuerdan. Está bien que alguien les diga ¡cuidado!, es muy fácil pasar la línea y una vez cruzada, ya no hay marcha atrás.