Lou Andreas-Salomé: Retrato Inacabado de una mujer de vanguardia
En los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, Lou Andreas-Salomé (1861-1937), judía, hija de un general ruso de origen alemán, musa intelectual, novelista, psicoanalista y mujer libre adelantada a su tiempo que rompió cvon la ideología conservadora del medio burgués en que creció, tuvo a sus pies al poeta Rainer Maria Rilke y al filósofo Friedrich Nietzsche y fascinó al padre del psicoanálisis Sigmund Freud.
Drama |113 min. | Alemania-Austria | 2016
Título: Lou Andreas-Salomé.
Título original: Lou Andreas-Salomé.
Director: Cordula Kablitz-Post.
Guión: Cordula Kablitz-Post, Susanne Hertel.
Intérpretes: Nicole Heesters, Katharina Lorenz, Liv Lisa Fries, Helena Pieske.
Estreno en España: 27/04/2018
Productora: Senator Film Produktion / Österreichischer Rundfunk (ORF) / NDR - Norddeutscher Rundfunk.
Distribuidora: Pirámide Films.
Sinopsis
Biopic de la escritora rusa Lou Andreas-Salomé (1861-1937), una mujer adelantada a su tiempo que departió con Nietzsche, fue analizada por Sigmund Freud y se rodeó de grandes de artistas y escritores de finales de la época como el poeta Rainer Maria Rilke, de la que fue amante.
Crítica
En los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, Lou Andreas-Salomé (1861-1937), judía, hija de un general ruso de origen alemán, musa intelectual, novelista, psicoanalista y mujer libre adelantada a su tiempo que rompió cvon la ideología conservadora del medio burgués en que creció, tuvo a sus pies al poeta Rainer Maria Rilke y al filósofo Friedrich Nietzsche y fascinó al padre del psicoanálisis Sigmund Freud.
En la película, un biopic muy clásico, amable y un poco pesado, ópera prima de la realizadora alemana Cordula Kablitz, nos cuenta su vida desde la infancia hasta una edad avanzada.
En la película, un biopic muy clásico, amable y un poco pesado, ópera prima de la realizadora alemana Cordula Kablitz, nos cuenta su vida desde la infancia hasta una edad avanzada cuando, en 1933 y con 72 años, amenazada por el poder nazi que le prohíbe ejercer su profesión, decide confiar sus recuerdos a un joven editor: su juventud entre la comunidad alemana de San Petersburgo, cuando descubre que el sexo coloca a las mujeres en una situación de sumisión a los deseos del hombre, sus relaciones con Nietzsche y Freud y la pasión que siempre le unió a Rilke, toda una vida marcada por el conflicto entre libertad e intimidad, una existencia tan rica como atormentada.
Nietzsche dijo de ella que era “perspicaz como un águila y brava como un león”, y es la personalidad libertaria de esta protagonista de la historia reciente la que salva una película “incontestablemente alemana, potente pero sin matices, pesada sin gracia” (Jêrome Garcin, L’Obs).
Decepcionante, en suma. Las dos actrices que interpretan a la Lou adulta – Nicole Heester y Katharina Lorenz– carecen de la autenticidad necesaria; en cambio, Liv Lisa Fries, quien la interpreta de adolescente, imprime una gran sensibilidad al personaje.
Todas estas escenas se entremezclan con Andreas-Salomé cuando una mujer mayor le recuerda su vida a Pfeiffer mientras el estruendo de la propaganda nazi se infiltra en su vida de reclusión en Göttingen. Freud (Harald Schrott, doblándose como Dios, literalmente) hace una breve aparición hacia el final de la película, allanando el camino para la epifanía de "Rosebud" y añadiendo un hombre más grande destinado a dar testimonio de los dones intelectuales del protagonista. Es una lástima que el guión no respire ninguna vida real en ese intelecto, sino que obliga a un Lorenz poco convincente a recitar líneas de escritos publicados que pierden su impacto de la página impresa.
La película está tan cuidadosamente diseñada visualmente como un anuncio de televisión: el sol dorado se filtra por todas las puertas y ventanas francesas sobre superficies inmaculadas. Incluso cuando llueve, como en una escena ridícula en la que un Andico-Salomé poscoital se regocija en su virginidad perdida al caminar en un bosque por la noche, las luces celestiales brillan a través del diluvio. El puntaje repetitivo de Judit Varga es demasiado aficionado a las notas persiguiéndose en círculos interminables.