CRÍTICA DE CINE

Manual de un tacaño: Cuando la caricatura afronta la realidad

En Manual de un tacaño la receta es sencilla: colocar a un personaje extremo y caricaturesco (cuya obsesión por ahorrar dinero llega a límites irreales) en un mundo profundamente realista y cotidiano. ¿La comedia? Surge de forma automática en cada conflicto que este personaje debe enfrentar en una realidad a la que parece no pertenecer.

Comedia | 89 min. | Francia 2017

Título: Manual de un tacaño.
Título original: Radin!
Director: Fred Cavayé.
Guión: Fred Cavayé, Nicolas Cuche, Laurent Turner.
Actores: Milla Jovovich, Michelle Rodriguez, Eric Mabius, James Purefoy.

Estreno en España: 17/02/2017 
Productora: Jerico / TF1 Films Production / Mars Films

Distribuidora: Vértice Cine.

 

 

Sinopsis

François Gautier es un tacaño. Ahorrar le produce alegría. Su vida gira con el único fin de no gastar nada, pero un día todo cambia cuando se enamora y descubre que tiene una hija de 16 años de la que no conocía su existencia. Obligado a mentir para ocultar su terrible defecto, esto será el comienzo de todos sus problemas. 

Crítica

En comedia casi todo vale: hay tantos tipos como genios de la risa ha encontrado (afortunadamente) el cine a lo largo de su historia, y aunque algunas fórmulas empiecen a estar algo gastadas y sean sospechosas del refrito menos imaginativo, siempre se puede esperar un golpe de originalidad que saque la carcajada más sincera del espectador.

En Manual de un tacaño la receta es sencilla: colocar a un personaje extremo y caricaturesco (cuya obsesión por ahorrar dinero llega a límites irreales) en un mundo profundamente realista y cotidiano. ¿La comedia? Surge de forma automática en cada conflicto que este personaje debe enfrentar en una realidad a la que parece no pertenecer.

Mundo cotidiano, personajes cómicos

Su director, Fred Cavayé, plantea de esta forma un escenario apegado al día a día, y coloca en él una serie de personajes provenientes, sin embargo, de un mundo diferente, que es el cinematográfico. Así, encontramos a este protagonista extraño, hasta cierto punto inadaptado, interpretado por Dany Boon, a Valérie (Laurence Arné) como una mujer histriónica, muy expresiva e impulsiva, y a Laura (Noémie Schmidt), más contenida pero con un potente carácter.

Juntos forman un grupo cuyo tono interpretativo y ritmo interno de personajes no se asocia en absoluto con el realismo del universo que crea Cavayé, sino que está más apegado a esa comedia cinematográfica y su deformación desmedida de rasgos. Dentro de esto, añade gran riqueza el profundo contraste entre François (el personaje de Boom) y Valérie, siendo el primero mucho más introvertido y poco social. Esta riqueza, sin embargo, se ve ensombrecida por el resto de personajes que vienen a completar de forma necesaria la historia, siendo muchos de ellos extremadamente circunstanciales y superficiales (algunos únicamente existentes con motivo de ciertos gags), y actuando en casos concretos de forma oportunista para no afectar a la narración.

El problema de la identificación

Uno de los lastres fundamentales de Manual de un tacaño es la falta de identificación con el protagonista. El hecho de ser una persona cuya característica definitoria (y grosso modo la única) es un elemento tan peculiar como esta tacañería extrema, hace que pocos espectadores se pongan en su lugar y acompañen con sus sentimientos las vivencias del mismo. El resultado es un protagonista plano y, en muchos casos, pasivo, lo cual es otro obstáculo fundamental para esta identificación. 

No es un personaje que tome decisiones (más allá de los dictados de su peculiaridad), todos los conflictos externos le van colocando en esas situaciones que acaban siendo cómicas, pero apenas es capaz de reaccionar o sobreponerse a los problemas. Un personaje de este tipo, nulo a la hora de hacer avanzar la historia y muy poco activo, es un cimiento más que débil para construir una trama consistente que enganche al espectador.

Lejos de provocar la simpatía que debiera, acaba haciendo florecer ciertos sentimientos de hastío ante su propia resistencia a evolucionar con el arco argumental. Su inmovilismo deja a merced del resto de personajes secundarios el desarrollo de la trama, la cual acaba salvándose, precisamente, debido a la brillantez de su coprotagonista en estas funciones. Es con Valérie, el personaje activo y más humano, con quien acaba surgiendo esa identificación que embarca los sentimientos del espectador más allá de la gracieta o el gag situacional.

Por ello, Manual de un tacaño comete errores en la concepción de su historia y la forma en que todo se mueve dentro de ella, sin impedir esto las carcajadas puntuales a lo largo de la película.