El nacimiento de una nación: Removiendo la moral
Con semejante título como fachada, la película dirigida y protagonizada por Nate Parker descarga una serie de ideas (con peligro de convertirlas en prejuicios) sobre los espectadores: controversia política, relato histórico y, sobre todo, el recuerdo de la obra referencial del cine mudo con la que comparte el nombre. Sin embargo, se erige casi como una contraposición ideológica a aquella visión formalmente innovadora e internamente racista de D.W. Griffith.
Drama | 119 min. | USA 2016
Título: El nacimiento de una nación.
Título original: The Birth of a Nation.
Director: Nate Parker.
Guión: Nate Parker, Jean McGianni Celestin.
Actores: Nate Parker, Armie Hammer, Jackie Earle Haley, Gabrielle Union.
Estreno en España: 17/02/2017
Productora: Bron Studios / Mandalay Pictures / Phantom Four
Distribuidora: Fox Spain.
Sinopsis
Ambientada en Virginia, en 1831, treinta años antes del estallido de la Guerra de Secesión y basada en sucesos reales, narra la historia de Nat Turner (Nate Parker), un instruido esclavo y predicador cuyo propietario Samuel Turner (Armie Hammer), que atraviesa por dificultades económicas, acepta una oferta para utilizar a Nat para someter a esclavos rebeldes. A medida que va siendo testigo de innumerables atrocidades -de las que son víctimas él mismo, su esposa Cherry (Aja Naomi King) y sus compañeros de esclavitud-, Nat liderará en una rebelión contra la esclavitud con la esperanza de llevar a su pueblo a la libertad.
Crítica
Con semejante título como fachada, la película dirigida y protagonizada por Nate Parker descarga una serie de ideas (con peligro de convertirlas en prejuicios) sobre los espectadores: controversia política, relato histórico y, sobre todo, el recuerdo de la obra referencial del cine mudo con la que comparte el nombre. Sin embargo, se erige casi como una contraposición ideológica a aquella visión formalmente innovadora e internamente racista de D.W. Griffith.
El nacimiento de una nación (entiéndase a partir de ahora que hablamos de la actual) es una obra de extremos, una dicotomía que sitúa en dos trincheras enfrentadas a los dos grupos que protagonizan el conflicto de la época que retrata: los señores blancos y los esclavos negros de los Estados Unidos del siglo XIX.
Parker no permite así ningún tipo de trasvase entre ambos bandos, planteando un enfrentamiento puro al que reviste de las ideas fundamentales que pretende transmitir. Tras esta separación coloca al espectador junto a los esclavos para narrar toda la historia,
El nacimiento del héroe
La película trabaja así en la construcción de un héroe entre los esclavos, un elegido al que desde un primer momento se presenta como un personaje especial, que destaca sobre el resto. Una especie de Mesías (referencia bíblica necesaria por el contexto de la historia) venido a la época que les toca vivir a sus hermanos para salvarlos. Los mecanismos del cine trabajan para separar a Nathaniel, interpretado por el propio Parker, del fondo, y dotarle de una entidad y una identidad que el resto de negros no poseen, sumergidos en la tragedia de la esclavitud y la despersonalización que le es intrínseca.
Poco a poco se coloca la religión (cristiana en concreto) como difusa línea entre ambos bandos, la tierra de nadie que ambos pisan e intentan apropiarse para justificar, en parte, sus acciones. Nathaniel, convertido en hombre de fe y pastor religioso, pasa por una identificación cada vez más explícita con Jesucristo, colocando al resto de blancos como enemigos de un poder mayor, los cuales, además, siguen de forma hipócrita los dictados de Dios, debido a la barbarie a la que someten a sus esclavos.
Con estos cimientos se construye una legitimación para los actos que se desarrollarán a partir de uno de los giros más importantes de la historia, estableciendo finalmente el propósito necesario para terminar de dar forma al héroe de la película.
Mostrar, y nada de sugerir
Muchas veces se ha dicho del cine que encuentra su mayor poder con la sugerencia de ideas a través de sus variadas herramientas (fundamentalmente la luz, la sombra y la música junto a los actores), en vez de mostrar de forma explícita y realista lo que quiere contar. Sin embargo, la película de Parker parece temer esta sugerencia cinematográfica, quizás identificándola erróneamente con el eufemismo, para remover conciencias a través del estómago, y filmar aquellos elementos más desagradables que también caracterizaban al mundo que muestra.
El impacto asegurado no se libra de un posible rechazo que, finalmente, puede hacer un flaco favor a los objetivos del director. Una apuesta arriesgada que parece intentar asegurarse con elementos decisivos como una fotografía impecable, unos actores de gran capacidad y comprometidos con sus personajes y una banda sonora potente, cuyos minutos están brillantemente escogidos (reforzando la emotividad de momentos clave).
En definitiva, una obra que parece decidida, desde el pistoletazo de salida, a sacudir la moral y la conciencia de las masas y de grupos concretos de la sociedad, condicionando este fin la toma de decisiones formales e internas del relato.