Los Perros: Cómplices en silencio
Es el segundo largometraje de la directora Marcela Said (El verano de los peces voladores). El reparto está formado por Antonia Zegers (El Club), Alfredo Castro (Tony Manero), Alejandro Sieveking (El invierno) y Rafael Spregelburd (El hombre de al lado).
Drama | 94 min. | Chile | 2017
Título: Los Perros.
Título original: Los Perros.
Directora: Marcela Said.
Guión: Marcela Said.
Intérpretes: Antonia Zegers, Alfredo Castro, Rafael Spregelburd, Alejandro Sieveking.
Estreno en España: 29/06/2017
Productora: Jirafa / Cinémadefacto / Augenschein Filmproduktion
Distribuidora: Karma Films.
Sinopsis
Mariana (Antonia Zegers) es una mujer chilena rodeada de hombres que no la valoran. Incomprendida por su esposo e infravalorada por su padre buscará evadirse de su realidad apuntándose a clases de equitación. Comenzará a sentirse atraída por su instructor, Juan (Alfredo Castro), un ex coronel durante la dictadura de Pinochet al que le persiguen oscuros crímenes del pasado. La policía comenzará a investigarle y Mariana se cuestionará la corrupción y brutalidad de una etapa que parecía caída en el olvido.
Crítica
Los festivales internacionales suelen resultar una oportunidad pintiparada para juzgar el estado de salud de una cinematografía. Pero no lo es tanto por la cantidad de cineastas que participan en la sección oficial, sino más bien por la primera y la segunda obra de los directores más jóvenes, a menudo colocados en secciones colaterales. Y así, si nos referimos al cine chileno, junto a reconocidos maestros como Sebastian Lelio o Pablo Larrain, una nueva autora contemporáneo emergió en la Semaine de la Critique del Festival de Cannes: Marcela Said. Los perros , segundo largometraje de Said (la anterior El verano de los peces voladores estuvo en Quinzaine en 2013), apunta directamente y sin titubear a escandalizar a la burguesía chilena y más allá.
A través de los ojos de la protagonista descubrimos una alta sociedad marcada tanto por la violencia como por la negación de sus responsabilidades con respecto a la dictadura y los crímenes cometidos.
La protagonista de la película es Mariana (Antonia Zegers), una mujer de cuarenta años perteneciente a una rica familia de empresarios. Caprichosa, voluble y firmemente convencida de que va a obtener de la gente todo lo que quiere, Mariana no puede tener hijos y por eso se presenta diariamente a un tratamiento hormonal que tal vez exacerba la inestabilidad de su estado de ánimo. O tal vez no, ella siempre ha sido así: autoritaria, desvergonzada, sexualmente desinhibida. Durante algún tiempo asistió a una escuela de equitación local, donde tomó clases del grave Juan (la cara simbólica del cine chileno, Alfredo Castro), empezando a sentirse atraída por un incipiente sadomasoquismo que aumentará aún más cuando se entere de que el hombre es un ex coronel, investigado por la policía por crímenes contra la humanidad cometidos durante los años de la dictadura.
Retrato lúcido e implacable de la burguesía chilena contemporánea, Los perros no es la primera película que arroja luz sobre el legado de la dictadura de Pinochet, pudiéndose tomar por ejemplo las obras maestras dirigides por Larraín Tony Manero, Post Mortem, y la más reciente El club donde, al igual que en la película de Said, un perro actuaba como chivo expiatorio de una violencia histórico social que nunca cesaba. Lo que es sorprendente, sin embargo, es la madurez narrativa de un guión que sabe cómo pasar de lo particular a lo universal, sin ningún subtítulo o guiño de subrayado.
El tema de fondo de la violencia, de una clase social que no conoce y no quiere hacer frente a su patrimonio, se refleja en pantalla mediante una serie de detalles llamativos, que van desde la infertilidad Mariana (fácilmente extensible a la sociedad) a la indiferencia de un neocapitalismo encarnado aquí por la figura paterna: un magnate que solo puede emocionarse cuando recibe como regalo una mina antimanes de Kabul.
Estamos ante una película rica y compleja que obliga al espectador a identificarse con una protagonista muchas veces desagradable y esquiva, aunque siempre ambiguoa, cuya imprevisibilidad está subsidiada por un subtexto de thriller psicológico que hace que cada secuencia esté repleta de tensión. Encontramos en la película esa habilidad en la escritura que caracteriza al mejor cine de John Sayles, donde el (melo)drama humano nunca se separa de la tragedia social y esto se hace eco en cada detalle. Su inquietante fuerza motriz es clara y pretende sacudir al espectador, chileno o no, promulgando una ética civil que debe partir de una mirada que también es moral en la historia y en el hombre. Los errores del pasado deben atormentar, de lo contrario están destinados a repetirse.