Policías Y Ladrones: Bárcenas da el cante
- Dirección musical
- JOSÉ RAMÓN ENCINAR
- Dirección de escena
- CARME PORTACELI
- Escenografía
- MONTSE AMENÓS
- Vestuario
- ANTONIO BELART
- Iluminación
- PEDRO YAGÜE
- Coreografía
- FERRAN CARVAJAL
- Reparto
- CÉSAR SAN MARTÍN (el presunto implicado), MIGUEL ÁNGEL ARIAS (el policía), ALBA CHANTAR (la hija), CÉSAR ARRIETA (el hijo), MARÍA HINOJOSA (la mujer)
- Con: Armen Boricó, Carlos Cañas, David Fernández "Fabu", Hugo Huerta, Juan Matute, Luis Pérez Sierra y Ana Vélez
- Orquesta de la Comunidad de Madrid
- Titular del Teatro de La Zarzuela
- Coro del Teatro de La Zarzuela
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- Director:
- Antonio Fauró
- CRÍTICA
Policías y ladrones es una de las zarzuelas más esperadas de la temporada por varios motivos: por un lado, rompe con una ausencia de más de 30 años de zarzuelas de nueva creación, por otro lado, se trata de una obra que ha costado mucho esfuerzo poner en escena y que ha sufrido hasta tres aplazamientos. El primero en 2016 por un cambio de dirección en el Teatro de la Zarzuela, el segundo en 2018 por problemas con el sindicato y finalmente en 2020 por la pandemia de Covid. La pregunta es clara; ¿ha merecido la pena? Vamos con ello.
El libreto de Policías y ladrones a cargo de Álvaro del Amo busca ser una ácida crítica a la corrupción social y política de España. La obra nos presenta a una pareja de recién enamorados que, sin comerlo ni beberlo, comparten una extraña relación familiar. El padre de él es un corrupto político que ha sido detenido y encarcelado por robo y evasión fiscal (Bárcenas y la Gürtel están muy presentes).
El padre de ella es el policía que ha sido encargado de llevar la investigación y de proceder a la detención. Un punto de partida bastante divertido pero que en ningún momento busca llevar la obra hacia la comedia de bromas fáciles y malos entendidos. No, aunque esta zarzuela tiene ciertos puntos de humor, el tono general es serio, muy costumbrista, incluso por momento profundamente melancólico y gris. Policías y ladrones es una obra fuertemente reivindicativa que no gustará demasiado a aquel público que busque obras de fácil digestión y sutiles tramas.
Personalmente no he logrado conectar plenamente con un argumento que no concede ningún tipo de concesión al espectador y que en determinados momentos es excesivamente farragoso y cargado de personajes. Para ser honesto hay que reconocer que tiene algunos momentos aburridos, aunque también otros llenos de genialidad y brillo.
El reparto encabezado por César San Martín, Miguel Ángel Arias, Alba Chantar, César Arrieta y María Hinojosa defiende muy correctamente una zarzuela bastante compleja de representar y que en lo vocal no es nada sencilla. Las letras requieren voces con mucha coloratura capaces de subir y bajar registros muy rápidos. Además, la partitura nunca olvida el tono reivindicativo mediante potentes recitativos llenos de mensaje social.
Donde la obra sí funciona muy bien es en su apartado musical a cargo de Tomás de Marco, con una partitura potente y sorprendente que busca unir lo más clásico con lo moderno. De esta monera podemos encontrar momentos ampliamente polifónicos con otros de una gran sutileza tonal y armónica. En Policías y ladrones hay pasajes que juegan con la dodecafonía y con la atonalidad, y otros con una profunda expresividad colorista. Habrá que ver cómo es recibida este tipo de sonidos ente un público habituado a los grandes clásicos.
La producción ideada José Ramón Encinar y Carme Portaceli nos presenta una plataforma giratoria por la que irán desfilando y presentándose distintos personajes. Correcta puesta en escena, aunque en ocasiones la trama necesita dar un paso más allá que nunca llega a materializarse.
En definitiva, Policías y ladrones es una buena noticia porque supone algo de viento fresco dentro de la zarzuela, género en el que hacía más de 30 años que no se producía nada nuevo. Motivo por el que también estamos ante algo totalmente distinto a lo que suele verse en el Teatro de la Zarzuela, con unos planteamientos arriesgados que puede que descoloquen y aturdan a más de un espectador. Sin embargo, es un viaje que merece la pena experimentar. Solo con este tipo de propuestas podemos mantener vivo el llamado género chico.