¡Qué guapa soy!: Lo que importa es lo de afuera
Dirigen y escriben esta comedia Abby Kohn y Marc Silverstein, responsables del guión de películas como Mejor... solteras (2016), Todos los días de mi vida (2012) y Qué les pasa a los hombres (2009). Las actrices protagonistas del filme son Amy Schumer (Descontroladas, Y de repente tú) y Michelle Williams (Todo el dinero del mundo, El gran showman).
Comedia | 110 min. | USA | 2018
Título: ¡Qué guapa soy!.
Título original: I Feel Pretty.
Director: Abby Kohn, Marc Silverstein.
Guión: Abby Kohn, Marc Silverstein.
Intérpretes: Amy Schumer, Michelle Williams, Emily Ratajkowski, Adrian Martinez.
Estreno en España: 15/06/2018
Productora: Voltage Pictures / Wonderland Sound and Vision / Huayi Brothers Pictures.
Distribuidora: eOne Films Spain.
Sinopsis
Renee Bennett (Amy Schumer) es una mujer insegura y con autoestima baja que trabaja para una firma de cosméticos de alta gama. Su sueño es conocer la sede la compañía situada en un edificio de la Quinta Avenida. Y es que, Renee trabaja en una oficina en un sótano del Barrio Chino. Su vida cambia completamente cuando esta treintañera se cae de la bicicleta estática haciendo gimnasia. Y es que, tras el golpe, cree que es la mujer más bella y capaz del planeta. Su apariencia no ha cambiado, pero esta nueva confianza en sí misma la llevará a vivir sin miedo y ganarse el favor de su jefa, Avery LeClaire (Michelle Williams). Pero ¿qué pasará cuando se dé cuenta de que su apariencia nunca cambió?.
Crítica
Amy Schumer interpreta a una atormentada mujer moderna que prácticamente vive para intentar cambiar su apariencia, causa de todos los sufrimientos en su vida. Pero a pesar de sus incontables esfuerzos, será un impredecible giro del destino el que la convierta, de la noche a la mañana, en sexy por accidente.
Aunque Schumer logra imprimirle todo su carisma y simpatía a su personaje, lo que tenemos es una propuesta de protagonista que ya hemos visto hasta el hartazgo.
Renee Bennett (Schumer) está rondando los treinta, es soltera, trabaja en una lóbrega oficina, tiene dos mejores amigas con las que comparte todo y desde que tiene uso de razón ha estado disconforme con su cuerpo, lo que le produce serios problemas de seguridad y autoestima. Entre las tantas cosas que decide hacer para combatir esos kilos de más que tanto le molestan, Renee se inscribe en una clase de spinning pero esta termina en tragedia cuando el asiento de su bicicleta fija cede provocándole una fuerte caída con golpe en la cabeza incluido. Sin embargo, la tragedia se convierte en bendición ya que a causa de esa contusión, cuando Renee recupera el conocimiento y se mira al espejo lo que ve es una versión súper mejorada de sí misma. Su aspecto no cambió en lo más mínimo, pero ella se ve a sí misma como la mujer más sexy del mundo.
Porque si bien Schumer logra imprimirle todo su carisma y simpatía a su personaje, lo que tenemos es una propuesta de protagonista que ya hemos visto hasta el hartazgo, con todos los lugares comunes propios de “la chica que se siente fea” con su amplia cuota de sueños incumplidos a causa de esa insatisfacción física. Y cuando creemos que la cosa va a levantar a partir de que ese personaje de la noche a la mañana se cree la más linda de todas aunque exteriormente nada haya cambiado, la película vuelve a tomar el camino del cliché al mostrarnos a una mujer que no responde a los cánones establecidos de “belleza” participando de un concurso de remeras mojadas, buscando un ascenso en la compañía de cosméticos para la que trabaja haciendo ojitos en la entrevista y teniendo una y otra y otra y otra vez las mismas conversaciones del estilo “yo sé que para ustedes las feas todo es muy difícil” o “no te creas, tampoco es todo color de rosa para mí, a veces ser hermosa puede ser una carga también”. Todo muy predecible, repetitivo y lejísimo de ser gracioso.
¡Qué guapa soy! podría haber resultado simpática hace veinte, veinticinco años. Pero contar una historia que desde el principio sabemos a dónde va a terminar, con chistes obvios, estereotipada de principio a fin y con un discurso final edulcoradamente moralista de una chica que logró todas sus metas, no por ser linda sino por sentirse linda, es retroceder demasiado para un momento en el que el cine y el arte afortunadamente hace rato que se han corrido de esa artificialidad exenta de contenido.