CRÍTICA DE SERIE DE MOVISTAR+

Small Axe: Lovers Rock: Los amantes del amor, por Steve Mcqueen

El director británico apuesta sin precedentes por una experimental contraposición de estilos en el mismo capitulo.

Small Axe: Lovers Rock (TV)

 
Título original
Small Axe: Lovers Rock (TV)
Año
Duración
68 min.
País
 Reino Unido
Dirección
Guion
Steve McQueen, Courttia Newland
Música
Mica Levi
Fotografía
Shabier Kirchner
Reparto
Productora
Turbine Studios, BBC, Lammas Park, Emu Films, Amazon Studios
Género
Drama. Romance | Serie de antología. Drama romántico. Años 80. Racismo. Música. Telefilm
Grupos
Small Axe
Sinopsis
Una historia de romance y música en una fiesta de blues a principios de los años 80. El llamado “lovers rock” sólo sonaba en las casas donde la juventud negra organizaba sus fiestas cuando no eran bienvenidos en las discotecas y clubes nocturnos segregados. A lo largo de una noche, Martha (Amarah-Jae St. Aubyn) se siente atraída por un extraño (Micheal Ward) durante una fiesta...
 
CRÍTICA DE MIGUEL ROBLES

Quien no ha vivido esa noche en la qué existía todo menos el día siguiente, cuando todo se apagaba y solo quedaba el parpadeo de las luces qué solo servían para delimitar el espacio entre dos desconocidos, un amor coreografiado.

Steve McQueen apuesta por un juego experimental sin precedentes de mezcla de estilos, en una antología de 5 capítulos qué compone una radiografía semántica de la etnia afroamericana y cada una de ellas con un antónimo nicho temático y atmósfera escénica.

Nos centramos en el segundo, su largometraje más acortado pero el más diferencial y único. Fascinante es la contraposición del capítulo a su vez en dos segmentos tonales qué funciona como la confrontación estilística de su propio autor, el desatamiento del realismo humano encabalgado primeramente con el carácter sosegado de lo onírico. Por un lado, lejos de la crudeza qué golpeaba las relaciones entre sus personajes, todas personas reales y desiguales entre sí como en Shame (2011) y 12 años de exclavitud (2013), el cineasta británico escenografía la sutileza del cortejo, el erotismo desde el constante compás del reggae qué rima con el movimiento de una cámara ralentizada y sin cortes.

Pero por el otro, en la línea secante y absurdamente magistral de un Gaspar Noé con el Linklater de “La movida del 76”, el director transgrede su auto impuesto código de puesta en cámara exponiendo con una tambaleaba cámara en mano una jauría de bailes qué rompe con la calma precedida. Este género musical cimienta la divergencia entre esas dos partes a partir de Bob Marley hasta Mercury ..

El retrato de una generación segregada funciona como reflejo conductual de la contemporaneidad juvenil. Como en la vida real, la rutina de los jóvenes se solapa a la artificialidad del escenario: la barra libre con descuento, el Neón centelleante a la chica o chico de enfrente. Las personas dejan de tener sentido, no existen las palabras entre ellos, solo sus movimientos. McQueen compone ciertos planos secuencias qué fluctúan desde el torso para abajo, el choque sexual desde lo sensual entre lo masculino y femenino, para qué al alzar la cámara a un dialogo frontal nos parezca forzado o casi ficticio.

De varios bailes nacen los amantes, y como algunos pueden llegar a pensar, nace el amor. Todos amamos esos momentos, aunque después ni nos acordemos.