The Time of my life: Los ochenta son nuestros
Cualquier persona que alcanzara su adolescencia en la gloriosa década de los 80 del siglo XX va a disfrutar de lo lindo con todo lo que se cuenta en The Time of my life. El torrente de referencias a películas, actores y directores de aquella época es tal que bien podríamos estar hablando de un libro de consultas imprescindible para neófitos en la cuestión. Pero este libro es eso y mucho más.
Cualquier persona que alcanzara su adolescencia en la gloriosa década de los 80 del siglo XX va a disfrutar de lo lindo con todo lo que se cuenta en The Time of my life. El torrente de referencias a películas, actores y directores de aquella época es tal que bien podríamos estar hablando de un libro de consultas imprescindible para neófitos en la cuestión. Pero este libro es eso y mucho más. La autora, Hadley Freeman, reconocida articulista del diario británico The Guardian, se nos presenta como una auténtica militante de esas producciones que algo tendrán cuando un montón de años después todavía nos dejan enganchados al televisor en cualquiera de sus frecuentes pases.
La narración se estructura en una serie de falsos capítulos cerrados que en teoría tratan de analizar de manera exhaustiva cada uno de los films capitales para entender la valía de aquel movimiento cinematográfico atemporal, pero que en realidad tan solo sirven de excusa para poder ir enlazándolos con mil y un datos, anécdotas, entrevistas y opiniones que enriquecen, y de qué manera, un conjunto que se devora con intensa fruición. Y por si eso fuera poco, para deleite del lector se acompaña cada episodio con un listado donde se van enumerando mediante una personalísima lista los mejores momentos vividos en aquellas películas: los cinco mejores montajes; las diez mejores canciones de amor de una banda sonora de los 80; las mejores citas; los mejores malos británicos…
Durante toda la narración Freeman exhibe un humor que se contagia desde las primeras páginas. Es imposible no esbozar de vez en cuando una sonrisa cuando se refiere a escenas que calaron hondo en nuestra retina en películas como las dirigidas por el reivindicado y recientemente finado John Hugues (Dieciséis velas; Todo en un día; El club de los cinco, Solo en casa…), y por supuesto resulta mucho más difícil que en tu cabeza no vayan sonando aquellas míticas canciones que nos acompañaron en la adolescencia. ¿Quién puede resistirse al Who you gonna call? Ghostbusters! De Ray Parker Jr, o al Don't You (Forget About Me) de Simple Minds en El club de los cinco?...
La radiografía del periodo a través de sus películas-buque insignia se complementa con un atinado análisis con afán entomológico de las causas que provocaron un tipo de cine desacomplejado y que llegó a tratar temas como el aborto o la reivindicación del universo femenino y las posteriores consecuencias que derivaron en otro tipo de producciones donde se borraron de un plumazo todas las libertades planteadas entonces y se sustituyeron por otro tipo de films mucho menos activistas y contestatarios.
Existen a lo largo del libro reflexiones clarividentes que dejan a las claras el dominio de la materia de quien pasa por ser una fan irreductible (la escritora confiesa que antes de ponerse a escribir se volvió a ver durante tres meses la mayoría de películas citadas) pero que también tiene la capacidad de examinar desde la perspectiva un fenómeno que estaba muy ligado a una industria que empezaba a darse cuenta del filón que resultaba el cine dirigido a los más jóvenes. Por poner un ejemplo hace hincapié en la evolución que ha habido desde los 80 en quienes tienen el poder final a la hora de vertebrar cada producción. Al principio se imponían las decisiones de los directores, pero paulatinamente el mando fue a parar a los productores hasta que hoy en día son los grupos empresariales dedicados al sector los que deciden sobre lo que se debe o no se debe hacer.
En definitiva, estamos ante un auténtico disfrute de lectura muy recomendable para todos aquellos que quieran “teletransportarse” a un revival que, si encima te pilla en plena coetaneidad con la autora, no te soltará hasta la última página, invitándote a volver a releerlo de igual manera que aquellas películas homenajeadas te incitaban a nuevos visionados.