CRÍTICA DE CINE

Train to Busan: Del egoísmo ante el peligro

Cada nueva película de temáticas tan trilladas y revisitadas como, en este caso, la de los zombis, pone a su favor una gran popularidad alimentada por títulos anteriores, la cual funciona como viento de cola que empuja a muchas personas a las salas, pero al mismo tiempo coloca un palo en sus ruedas al tener que superar la prueba de ser algo diferente y que sorprenda una vez más a dicho público.

Terror | 118 min. | Corea del Sur 2016

Título: Train to Busan.
Título original: Busanhaeng.
Director: Yeon Sang-ho.
Guión: Yeon Sang-ho.
Actores: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Katy Mixon.

Estreno en España: 04/01/2017 
Productora: Next Entertainment World

Distribuidora: A Contracorriente Films.

 

 

Sinopsis

Un desastroso virus se expande por Corea del Sur, provocando importantes altercados. Los pasajeros de uno de los trenes KTX que viaja de Seúl a Busan tendrán que luchar por su supervivencia.  

Crítica

Cada nueva película de temáticas tan trilladas y revisitadas como, en este caso, la de los zombis, pone a su favor una gran popularidad alimentada por títulos anteriores, la cual funciona como viento de cola que empuja a muchas personas a las salas, pero al mismo tiempo coloca un palo en sus ruedas al tener que superar la prueba de ser algo diferente y que sorprenda una vez más a dicho público.

Train to Busan hace una buena elección al no plantear una historia acerca de los zombis, de la infección que los crea o de la posible solución a ello, sino que cuenta una historia cercana, de pasiones y miedos humanos, ambientada en una epidemia zombi y aderezada con ingredientes positivos como el humor y, por supuesto, la acción.

Del egoísmo o la empatía

La película, vista en casi todos sus tramos a través del punto de vista de la niña protagonista (excepto alguno en el que dicho punto de vista cambia de personaje, jugando a favor del suspense) acaba planteando una dicotomía entre el egoísmo y la empatía con el resto de personas. Esta contraposición se plantea desde un primer momento entre el padre, convencido de que cada persona debe mirar por uno mismo, y su propia hija, la cual que antepone de forma natural el bien de los demás al propio. 

De esta forma, a través del punto de vista de la pequeña observamos un mundo  enfrentado y que se desmorona cuando las personas no se ayudan entre ellas y, ante una situación límite, escogen su propia seguridad aunque esto suponga el perjuicio de otros. Esto crea un clima caótico que se inocula perfectamente en la epidemia de muertos vivientes, y en el cual los personajes “buenos”, que ayudan al resto, destacan y se erigen como protagonistas. No en vano el arco evolutivo del propio padre será, precisamente, ir del punto negativo de esta dicotomía al positivo.

Personajes claros para dejar correr la historia

La película gira muy pronto hacia el desarrollo plagado de zombis ansiosos por alimentarse del resto de humanos. En este punto ya no hay tiempo para el desarrollo de los personajes a niveles muy grandes, y previamente apenas se nos da 10 minutos para asimilar la situación del padre y la hija protagonistas. En un contexto así la decisión lógica y escogida en la película es tratar con personajes arquetípicos, fácilmente identificables por el espectador, que hacen innecesario un trabajo mayor de personalidad o motivaciones de los mismos.

El padre ausente que es un importante hombre de negocios, la niña inocente o el hombre fuerte pero bonachón son ejes sencillos sobre los que hacer avanzar la trama a favor de lo que realmente quiere contar. En el camino quedan, por este defecto, otros personajes vagamente explicados y poco convincentes, a los que su propio tratamiento y la atención que la película les presta hace creer que tendrán mayor importancia en el desarrollo o desenlace.

En definitiva, Train to Busan encuentra una serie de importantes aciertos en su camino de intentar alejarse de los convencionalismos de la temática (a la vez que, por omisión o defecto, incurre en otros que no obstaculizan su disfrute), y mezcla con maestría ingredientes que aderezan una trama pobre por necesidad. Elementos como su estupenda banda sonora o los efectos visuales configuran un producto correcto y que, al final, da la sensación de no haberse podido quitar de la cabeza el objetivo de satisfacer a los espectadores ávidos de ver hordas de zombis y salpicaduras de sangre por doquier.