Tribunal: Presunto culpable
Court se trata de un drama judicial centrado en la figura de un maestro de avanzada edad que dedica su tiempo libre a escribir canciones protesta, demoledoras en cuanto a su mensaje crítico con la sociedad en la que vive, que va recitando por los barrios de Mumbay.
Título: Tribunal.
Título original: Court.
Director: Chaitanya Tamhane.
Guión: Chaitanya Tamhane.
Actores: Vira Sathidar, Vivek Gomber, Pradeep Joshi, Usha Bane.
Estreno en España: 11/03/2016
Productora: Zoo Entertainment.
Distribuidora: Good Films.
Sinopsis
Denuncia los procesos judiciales de India, a partir de la historia de Narayan Kamble, un profesor y cantautor activista acusado de incitar el suicidio de un trabajador del gobierno.
Crítica
Cuando hablamos de cine indio siempre se nos vienen a la cabeza esos espectáculos multicolor bollywoodienses trufados de suntuosos bailes y exotismo a raudales. Pero al margen de la industria también afloran otro tipo de películas, más pequeñas, que ponen su empeño en denunciar desde los márgenes las taras que rigen a una sociedad que dista mucho de ser perfecta.
Si no fuera gracias a la labor hurgadora de los distintos Festivales, y en su extensión, por algunas distribuidoras que apuestan por hacernos llegar un tipo de cine diferente, el acceso a este tipo de obras sería prácticamente imposible.
Ahora, gracias al aval obtenido al ganar con pleno merecimiento el Premio Luigi de Laurentis a la mejor ópera prima en el Festival de Cine de Venecia de 2014, Good Films, una de las distribuidoras que más hace por traer cine independiente en nuestro país, estrena Court, el debut en la dirección de Chaitanya Tamhane con el que obtuvo además el Premio a mejor director en el Festival de cine de Mumbay y el de mejor guionista en los Asian Film Awards.
La película gira en torno al juicio surrealista en el que se pone en la picota el funcionamiento de un sistema judicial obsoleto y arcaico.
Court se trata de un drama judicial centrado en la figura de un maestro de avanzada edad que dedica su tiempo libre a escribir canciones protesta, demoledoras en cuanto a su mensaje crítico con la sociedad en la que vive, que va recitando por los barrios de Mumbay. Sin comerlo ni beberlo se ve metido en un asunto muy feo cuando la policía encuentra el cadáver de un trabajador municipal que se dedica a limpiar alcantarillas y es acusado de haberlo incitado al suicidio por culpa de las incisivas letras de sus canciones. A partir de entonces toda la película gira en torno al juicio surrealista en el que se pone en la picota el funcionamiento de un sistema judicial como el indio completamente obsoleto y arcaico.
Narayan Kamble, que es el nombre del anciano cantautor, es defendido durante el proceso por el joven abogado Vinay Vora, quien se enfrenta contra viento y marea a la cantidad ingente de obstáculos que se le presentan a la hora de hacer valer la lógica ante la injusticia que se quiere cometer. Así la lentitud de la burocracia se despliega en todo su esplendor ante los atónitos ojos del progreso. Las leyes cobran un sinsentido tan surrealista que parece que estemos asistiendo más a una obra de teatro del absurdo que a un serio juicio sumarísimo.
La fuerza de las tradiciones ancestrales es tal que no se puede luchar contra ellas sin salir salpicado.
La exasperante lentitud atribuida a la vigente legislación procesal, donde la tecnología brilla por su ausencia y los aplazamientos se multiplican hasta el infinito y más allá están a la orden del día; la corrupción campa a sus anchas y salpica tanto a unos como a otros. La fuerza de las tradiciones ancestrales es tal que no se puede luchar contra ellas sin salir salpicado, y el hastío colectivo ante una maquinaria completamente desengrasada acaba por sumir a todos en una espiral de incomprensión y agotamiento (ojo al plano final que resume a la perfección este último apunte).
El director acierta a la hora de hacernos respirar de la alambicada intriga principal mediante apuntes cotidianos en los que vemos a los héroes de la función atender sus asuntos familiares. A fin de cuentas se trata de personas normales engullidas por un sistema que zancadillea sin reparos cualquier atisbo de averiguación judicial de los hechos.
A parte la crítica también se ramifica de manera soslayada en otros aspectos que afectan a la realidad de la India, tales como los problemas acarreados por la masiva emigración a la capital, el papel preponderante de la religión, el abuso de poder, las condiciones insalubres de los trabajadores y la pobreza generalizada, por citar sólo algunos.
Aquí se trata de dinamitar la moral cívica mediante la ironía y una exposición de los hechos fehaciente mediante una puesta en escena morosa y una simplicidad engañosa pero muy efectiva en resultados. La larga mano de la corrupción puede llegar si no a torcer el brazo de la justicia al menos sí a paralizarlo, y de forma desesperanzadora no queda más remedio que esperar y agachar la cabeza mientras se sigue luchando por cambiar el “modus operandi”.
Las actuaciones de todo el elenco son tan naturales que parece que cuando la cámara se presentó a rodar ellos ya estaban allí formando parte del paisaje.
En definitiva, tan sutil, como contundente, Court va directa a la yugular de quienes todavía piensan que la justicia es ciega porque no mira a las personas sino los hechos. La justicia es ciega porque no ve más allá de sus propias narices, y eso es algo que, por desgracia, no pasa tan sólo en la India.