Un día más con vida: Sobrevivir a la «Confusao»
El español Raul de la Fuente y el polaco Damian Nenow debutan como directores en este filme de animación de corte documental.
Título: Un día más con vida.
Título original: Another Day Of Life.
Director: BRaul de la Fuente, Damian Nenov.
Guión: Raúl de la Fuente, Niall Johnson, Amaia Remírez, David Weber (Novela: Ryszard Kapuściński).
Intérpretes:
Estreno en España: 26/10/2018
Productora: Platige Image / Kanaki Films.
Distribuidora: Golem.
Sinopsis
Un día más con vida es una película de animación que describe la guerra civil que arrasó Angola tras su descolonización de Portugal en 1975. Recrea los acontecimientos narrados por el reportero polaco Ryszard Kapuscinski en el libro del mismo título.
Kapuscinski se embarca en una peligrosa travesía para mostrar los combates, viajes y vuelos suicidas y así informar de la situación que está dividiendo Angola. Lo acompañan el General Farruso, que le avisa de que Sudáfrica va a invadir Angola; el periodista Artur Queiroz, compañero del reportero, y la hermana de Carlota, la guerrillera que murió protegiendo al polaco y a un grupo de periodistas de la zona de combate.
Crítica
Gracias al testimonio de algunos reporteros intrépidos, que se juegan la vida en misiones suicidas, conocemos episodios dramáticos y oscuros de la historia reciente del mundo que de otra forma quedarían inéditos o parcialmente indocumentados. Uno de esos periodistas de raza, sin miedo al peligro, era el también historiador y escritor polaco Ryszard Kapuscinski (1932-2007), reconocido con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003. Inquieto, viajero y comprometido siempre con la causa de los más desfavorecidos, documentó guerras, revoluciones, conflictos y golpes de estado en Europa, Asia, América y África.
En 1976, Kapuscinski publicó el libro Un día más con vida donde narra la descolonización portuguesa de Angola —último escenario de la guerra fría— en 1975, y su dura experiencia vivida durante los meses anteriores a la proclamación de la independencia el 11 de noviembre de 1975.
La película homónima que ahora se estrena es una coproducción hispano-polaca que ilustra aquella epopeya. El proyecto nace de la sinergia de dos mentes complementarias —la del director español Raúl de la Fuente y la del polaco Damian Nenow— y de la implicación de un equipo internacional de quinientos profesionales que durante casi una década han aunado esfuerzo y creatividad para adaptar al cine en clave de animación documental el libro de Kapuscinski.
El viaje es una aventura suicida (en la que también le acompaña el periodista angoleño Luis Alberto) a través de un país inmerso en una lucha sangrienta, atravesando frentes cambiantes en los que el saludo equivocado puede costarte la vida.
Raúl de la Fuente es un cineasta que se siente identificado con la causa de los más necesitados, como le ocurría a Kapuscinski, una actitud comprometida que le honra e identifica sus películas, hasta ahora todas ellas de género documental, como los cortometrajes Minerita, ganador del Goya 2014 y semifinalista para los Oscar 2015; Virgen Negra, 2011 o La fiebre del oro, 2017; y sus largometrajes Nömadak TX, el documental más premiado en 2007, y I Am Haiti de 2014.
Damian Nenov, por su parte, ha sido el encargado de dirigir la animación en 3D. Se graduó en la Escuela Nacional de cine de Lódz donde dirigió los cortometrajes de animación The Aim, 2005; The Great Escape, 2007 y Paths of Hate, 2010 y en 2011 realizó por encargo el largometraje documental animado City of Ruins.
Confiesa de la Fuente que la idea de hacer la película nació de su admiración de siempre hacia Kapuscinski y de la fascinación que le produjo este libro en concreto, allá por 2008. Su estilo tan visual de narración le hizo ver en él, de inmediato, una película de animación.
El argumento cuenta la llegada de Kapuscinski a Angola, en septiembre de 1975 en plena guerra civil, cuando todo el mundo huía del país en medio de un clima de confusión y caos. Los tres movimientos independentistas que luchaban entre sí en ese momento eran, por un lado, el partido del pueblo, el MPLA, de inspiración izquierdista, apoyado por Rusia y los países del pacto de Varsovia; y por otro, el FNLA y UNITA apoyados por Estados Unidos.
En Luanda, Kapuscinski, apodado allí como «Ricardo» conoce al también periodista Artur Queiroz que le habla del comandante Farrusco, un personaje que rápidamente capta la atención del reportero polaco. Buscando la noticia no dudará en emprender un viaje al corazón de la guerra para entrevistar a Farrusco que resistía al sur del país con un grupo de guerrilleros.
El viaje es una aventura suicida (en la que también le acompaña el periodista angoleño Luis Alberto) a través de un país inmerso en una lucha sangrienta, atravesando frentes cambiantes en los que el saludo equivocado puede costarte la vida. Durante el trayecto conoce a la carismática guerrillera Carlota Machado —la joven de 19 años que tenía un sueño de libertad para su país— a Daddy y finalmente a Farrusco, un paracaidista portugués, reconvertido en héroe, que se cambió de bando para luchar junto al pueblo angoleño.
Más que adaptar el libro, la película lo completa —dice de la Fuente— porque hace el mismo recorrido que hizo su autor entonces. Entrevista a algunos de los supervivientes de aquella barbarie y les da voz 40 años después. Los periodistas Artur Queiroz y Luis Alberto, y el propio comandante Farrusco recuerdan con precisión a Kapuscinski. Ellos en un primer plano íntimo dan testimonio del infierno vivido entonces y de las consecuencias de aquel horror.
Contada desde el punto de vista del protagonista, la historia atrapa inmediatamente al espectador. Por la rotundidad de su mensaje antibelicista universal, por el compromiso humano e ideológico que adopta y por el tratamiento formal de la propuesta. No es casualidad que, después de estrenarse en el pasado Festival de cine de Cannes fuera de concurso, obtuviera el Premio del Público en el Festival de Cine de San Sebastián 2018.
Está bien contada, tiene ritmo y equilibra a la perfección animación 3D con imagen real. Una hibridación de lenguajes que se complementan mutuamente creando, con un estilo visual innovador, una narración contundente, fluida y dinámica, no exenta de poesía.
La parte animada (unos 60 minutos del metraje) tiene el estilo de las novelas gráficas. Al estar rodada con actores reales, su interpretación aporta al relato sensación de autenticidad dramática. Con encuadres y angulaciones propios de la ficción. Escenas de acción, manteniendo el suspense y provocando intensidad emocional.
Además es visualmente muy creativa. El cromatismo gris terroso de la imagen, la puesta en escena y la expresividad de las visiones surrealistas animadas (el mundo visto desde las emociones del personaje) son una aportación original de los directores que funcionan como metáforas cargadas de simbolismo que activan el subconsciente.
Las imágenes reales se completan, además de las entrevistas, con imágenes de archivo, fotografías, e imágenes actuales del país que se incardinan con la animación creando un «montaje de atracciones» coherente y significativo.
El reportero polaco que nunca ocultó su ideología de vida tuvo, según la película, el privilegio de conocer a algunos de los líderes más emblemáticos del MPLA, la responsabilidad de documentar profesionalmente, como único testigo, un acontecimiento histórico, el compromiso humano de colaborar con ellos en momentos cruciales y la suerte de sobrevivir a un conflicto que le cambió para siempre.
La película es un homenaje al periodista y al hombre. Un testimonio de su filosofía de profesión y de vida. Siempre dando prioridad a la vida. Como se demuestra en esa secuencia clave, casi al final de la película, en la que Ricardo, único reportero internacional desplazado en la zona, tiene que tomar una decisión crucial sobre si dar una primicia mundial (la de la intervención cubana) o ser fiel a sus ideales.
Lástima que su gesto no sirviera para paralizar una guerra civil que continuó, aún después de la deseada proclamación de independencia, hasta 2002.
Revista Encadenados Leo Guzmán