Verano Del 85: La promesa cumplida
Verano del 85
- Eté 85 aka
- Año
- 2020
- Duración
- 100 min.
- País
- Francia
- Dirección
- Guion
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François Ozon
- Música
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Jean-Benoît Dunckel
- Fotografía
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Hichame Alaouié
- Reparto
- Productora
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Mandarin Production, Scope Pictures
- Género
- Drama | Adolescencia. Años 80. Homosexualidad
- Sinopsis
- ¿Con qué sueñas cuando tienes 16 años y estás en un resort en la costa de Normandía en los años 80? ¿Con tener un mejor amigo? ¿Con hacer un pacto de amistad que dure para siempre? ¿Tener mil aventuras en barco o en moto acuática? ¡No! Sueñas con la muerte. Las vacaciones de verano acaban de comenzar y esta historia cuenta cómo Alexis empieza a crecer.
- Distribuidora: Golem Distribución
- CRÍTICA
Aunque suponga el vigésimo largometraje de la prolífica carrera del director francés, el germen de Verano del 85 se ubica en la misma adolescencia de François Ozon, cuando leyó la novela de Aidan Chambers Bailaré sobre tu tumba. Admite que, tras leerlo, afirmó para sí mismo que, si llegaba a rodar jamás una película, esta sería la primera. Ozon ha acabado cumpliendo su palabra casi tres décadas después de sus inicios en el cortometraje, pero sería injusto no reconocer que su corpus fílmico contenga elementos temáticos y narrativos con el libro citado. Verano del 85 orbita sobre temas bien patentes en su cine como el despertar sexual -consumado en la estación propia para los primeros amores-, la asimetría en los roles de una relación, la gestión del duelo o la función purificadora de la escritura y los encaja en una historia aparentemente manida de florecimiento amoroso homosexual, pero que, como en otras ocasiones, el cineasta imbrica con otros géneros, tonos y juegos tanto temporales como metaficcionales.
La premisa del amor veraniego entre Alexis y David (naturalmente interpretados por Félix Lefebvre y ese Timothée Chalamet galo que es Benjamin Voisin), propiciado tras el salvamento del primero por parte del segundo de un accidente náutico, posibilita a Ozon desarrollar las anteriormente mencionadas ideas con una sencillez aparente que entraña mucho jugo. El deseo sexual y la fascinación de Swimming pool (2003) son tamizados por la luminosidad e inocencia del primer amor. No obstante, Alexis, algo más joven que David, se entrega en exceso a la relación, sometiéndose a la voluntad de un amado con visiones del amor alternativas y generando una desigualdad en los roles que Ozon ya había explorado de una manera sórdida y salvaje en El amante doble (2017). Esto toma una deriva sublime romántica con consecuencias a través de las cuales el francés, como en la estructura de la novela, se permite establecer dos líneas temporales, una de ellas inscrita en el género negro cuya atmosfera recuerda a los escarceos de Amantes criminales (1999).
La película no se conforma solamente con el vaivén de los tiempos –que no salen nunca de un 1985 relevante para la naturaleza de los personajes, suponiendo el tímido inicio de la concienciación y comprensión hacia el colectivo a raíz de la expansión masiva del SIDA-, sino que también abre la parcela de la creencia y la disyunción entre realidad-ficción, de una forma no tan central como en En la casa (2012) o la misma Swimming pool. Verano del 85 es narrada desde el texto que produce Alexis en el que detalla, dentro de los límites que él considera oportuno, su romance con David; una confesión con la que se examina, revisa e intenta poner en orden el zarandeo emocional que acarrea. Pero, asimismo, con este mecanismo Ozon plantea una suspensión de la credulidad y pone sobre la mesa la duda ante la veracidad de unos hechos explicados subjetivamente.
Al final, la palabra escrita acaba funcionando como un ejercicio de introspección personal que ayuda al protagonista a sobrellevar sus descubrimientos y penas, siendo la muerte, junto al amor pasional, la más chocante de ellas. La asunción de la ausencia –representada de distintas maneras en las figuras de los padres de los chicos o en la obsesión de Alexis por los ritos fúnebres- ya había sido el eje vertebrador de Bajo la arena (2001) o Una nueva amiga (2014) y aquí supone la denostada cara B de un vinilo cargado de emociones esenciales.
Con este cuento de verano que en ciertos pasajes bien podrían haber filmado Éric Rohmer o Truffaut, Ozon da volumen a una historia básica sin llegar a sobrecargar, donde no todos sus engranajes encajan a la perfección, pero sin suponer un obstáculo para su fluidez. Con 53 años, la espera para filmar su proyecto de adolescente ha acabado siendo satisfactoria, ya que el bueno de François ha realizado un film ejecutado con la frescura de una ópera prima, sin estar exenta de nostalgia (especialmente en su ambientación); pero concebida desde la madurez y la experiencia cinematográfica de un cineasta como la suya.
Verano del 85 no se contará como su mayor obra, pero sí como un trabajo elocuente y sensible, con matices en su ligereza y en el que el franco sigue teniendo aportaciones lúcidas, como es el hábil uso de la música, sobre todo en las secuencias donde el Sailing de Rod Stewart se erige como un himno comprensivo de la juventud, el amor y la libertad individual. Sucede en 1985, pero Ozon demuestra que no es un boomer acomodado y que aún está en la flor de la vida.