CRÍTICA DE CINE

Vivir Dos Veces: Apostando por el drama

María Ripoll directora de comedias románticas como Ahora o Nunca y No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, adaptación de la novela homónima de Laura Norton.

España | 101 min. | España| 2019

Título: Vivir dos veces.
Título original: Vivir dos veces.
Dirección: María Ripoll.
Guión: María Mínguez.
Intérpretes: Oscar Martinez, Inma Cuesta, Nacho López, Mafalda Carbonell. 

Estreno: 06/09/2019 
Productora: Alamar Cinena 161 / Convoy Films.

Distribuidora: Fílmax.

 

Sinopsis

Emilio es un anciano que recibe la desoladora noticia de que va a perder la memoria. Con el objetivo de volver a ver al amor de su juventud antes de que este terrible hecho suceda, Emilio emprende un disparatado viaje, acompañado por su hija Julia y su nieta Blanca. Este viaje servirá a los personajes para descubrir que no existe una fecha para comenzar de cero y, también, para descubrir los engaños que han estado presentes en sus vidas.

Crítica de Vicente I. Sánchez

Vivir dos veces” es el ejemplo perfecto de película sensiblera que busca provocar un par de lágrimas en el espectador. Y además lo hace sin pudor, sin contención, sabiendo que el público potencial al que se dirige no tiene reparos en dejarse caer en este juego. Desde este punto no se puede decir que María Ripoll engañe a nadie, pues el espectador que se acerque hasta esta cinta posiblemente ya conozca otros trabajos de la directora como “No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas” y “Ahora o nunca”. Es decir, cine destinado a enamorar y a emocionar. O lo que es lo mismo; películas que apelan a las emociones más básicas y que obtienen un importante éxito entre adolescentes con hormonas desatadas.

Más allá de sus personajes, “Vivir dos veces” se presenta como comedia ligera con algún que otro chiste y situación divertida. 

 

Vivir dos veces” nos cuenta una historia mil veces vista antes sobre el alzheimer, la superación y los amores de juventud. Una formula que suele funcionar y que en este caso se sigue con cierto interés gracias al buen trabajo del veterano actor argentino, Oscar Martínez (con un acento neutro muy logrado).  Da vida al típico abuelo cascarrabias que en el ocaso de su vida decide visitar gran amor de su vida, descubriendo por el camino el sentido de la vida, la alegría y la importancia de la familia. Efectivamente, una historia contada hasta la saciedad y que en este caso tampoco aporta nada muevo. No obstante todo lo relacionado a este personaje se mantiene con cierto equilibrio e interés. También Inma Cuesta, (dando vida a la hija) logra salvar el papel gracias al carisma que siempre despierta en sus trabajos.

Pero eso es todo.  Poco más se puede decir a favor de la cinta. El resto de los personajes que pueblan este mundo son insufribles y absurdos. Un reconocimiento especial debe llevarse Mafalda Carbonell (hija de Pablo Carbonell que padece un raro síndrome que le produce problemas de movilidad). Una joven actriz que debuta en esta película ofreciendo el papel de nieta antipática, deslenguada y adicta a las redes sociales. Típica niña repipi con la que es imposible conectar y que, inexplicablemente, el guion se empeña en ofrecer demasiado protagonismo. Para cuando la historia necesita de una reconversión de sus protagonistas, ya es tarde. Nada se puede hacer para que este personaje caiga simpático, y da la sensación que el problema no es solo el personaje que interpreta…

Más allá de sus personajes, “Vivir dos veces” se presenta como comedia ligera con algún que otro chiste y situación divertida. En ambos sentidos no es que logre un gran nivel. Sin embargo el gran problema de “Vivir dos veces” es su historia tramposa, excesivamente bien intencionada y correcta.

Toda la trama está forzada al máximo para que se encamine hacia donde quiere la directora. Es por ello que el guion toma caminos imposibles que acaban definiendo la historia como un sinsentido, que no duda en engañar al espectador y en retorcer la trama para que la historia llegue al puerto deseado.  Esto es especialmente destacable en la recta final de la película, cuando María Ripoll tiene la oportunidad de ofrecer un final digno e interesante para todos sus personajes. Pero no, prefiere continuar el viaje hacia el dramón y el hartazgo.