CRÍTICA DE CINE

Wild Rose: ¿La familia es lo primero?

Tom Harper (La mujer de negro: El ángel de la muerte) dirige Country Music, que tiene como guionista a Nicole Taylor (The C Word) y cuenta con un reparto formado por Julie Walters (El regreso de Mary Poppins), Jessie Buckley (Taboo) y Sophie Okonedo (War Book).

Drama 101 min. | UK | 2018

Título: Wild Rose.
Título original: Wild Rose.
Dirección: Tom Harper.
Guión: Nicole Taylor.
Actores: Jessie Buckley, Julie Walters, Sophie Okonedo, Jamie Sives.

Estreno: 12/07/2019 
Productora: BFI Film Fund / Creative Scotland / Fable Pictures / Film4 Productions. 

Distribuidora: eOne Films Spain.

 

Sinopsis

Rose-Lynn Harlan (Jessie Buckley) acaba de salir de la cárcel y tiene muchas ganas de cumplir su sueño: marcharse de Glasgow y convertirse en una estrella del country en Nashville. Tiene 23 años, talento, carisma y una voz privilegiada. Pero también es la madre ausente de dos niños que, hasta ahora, han estado al cuidado de Marion (Julie Walters), su madre. Cuando vuelve a casa, Marion intenta que su hija se convierta en la madre responsable que sus hijos necesitan. Sin embargo, un encuentro casual hace que Rose-Lynn se sitúe a sólo un paso de alcanzar su sueño como cantante. Llegados a este punto, la joven se verá en la difícil tesitura de elegir entre su familia o su éxito en el mundo de la música. 

Crítica de Vicente I. Sánchez

Wild Rose” se estrena en un momento en el que las películas sobre música y biopics sobre grandes artistas están cosechando grandes éxitos en taquilla. Una tendencia que en principio puede beneficiar a la cinta, pero que también puede generar falsas expectativas. 

Wild Rose” es una historia en el que la música juega siempre un papel secundario. Lo realmente importante es la historia de superación y maduración de Rose. Una mujer que tras salir de la cárcel tendrá que adaptarse a lo que la sociedad, y especialmente su familia, espera de ella. En este sentido lo mismo daría para la trama que buscara ser camarera, ingeniera o que su sueño fuera ser diseñadora.

Al mantenerse escéptica y con actitud pasiva, conecta con la reacción del espectador, mientras intenta mantenerse a salvo y proteger sus sentimientos. 

Este punto puede ser el principal problema para el espectador despistado que se acerque a la película buscando buenas canciones. Tom Harper (“Philip K. Dick's Electric Dreams”) dirige una película que no se avergüenza de ser un drama y que desde los primeros minutos deja claro que la protagonista tendrá que decidir entre el estrellato o la familia. Desde esta premisa se construye un drama social excesivamente forzado, con situaciones difíciles de creer y digerir ¿Realmente tener hijos es incompatible con una carrera musical? ¿No podía llevar Rose a sus hijos a los ensayos? Preguntas que acaban desdibujando una historia que claramente busca el drama y que no se preocupa por resultar excesiva. Prueba de ello son trucos de guion tan infantiles como que Rose pierda el bolso en su viaje a Londres o que uno de sus hijos se parta el brazo en el peor momento de todos. Si Tom Harper busca inspirarse en el cine de Ken Loach queda muy lejos de conseguir sus resultados.

En mi opinión tampoco ayuda para conectar que estemos ante una película de música country. Género que resulta agradable pero que está lejos de ser un éxito en España más allá de los seguidores de Radio 3.

Dejando estos puntos a un lado, ¿Es “Wild Rose” una mala película? No, pero tampoco la gran obra que busca ser. Nada funciona demasiado bien, pero tampoco excesivamente mal. Se sigue con relativo interés las aventuras de Rose por entender el mundo, e incluso algunas situaciones puede llegar a resultar interesante. Parte de su éxito se debe al gran trabajo que hace Jessie Buckley (Chernobyl) para componer un personaje inmaduro que busca triunfar. La actriz canta y baila las canciones, ofreciendo una actuación solida con muchos matices.  Es de suponer que la banda sonora pueda convertirse en importante fuente de ganancias fuera de nuestras fronteras.

Finalmente queda una sensación agridulce de película, especialmente por no atreverse a ofrecer un final coherente. En Nashville se llega a una revelación que es tan evidente y reveladora, que es una pena que Tom Harper no se haya atrevido a cerrar con ella.