CRÍTICA DE CINE

Z. La ciudad perdida.

En el cine actual hay una serie de géneros que permiten seguir siendo explotados con productos que mantienen mayormente su pureza: acción, thriller o, especialmente, terror. Sin embargo, se antoja difícil en los últimos tiempos encontrar películas pertenecientes al tradicionalmente exitoso género de aventuras.

Aventuras | 140 min. | USA 2017

Título: Z. La ciudad perdida.
Título original: The Lost City of Z
Director: James Gray.
Guión: James Gray (Libro: David Grann).
Intérpretes: Charlie Hunnam, Sienna Miller, Tom Holland, Robert Pattinson.

Estreno en España: 05/05/2017 
Productora: MParamount Pictures / Sierra Affinity / Plan B / MICA Entertainment.

Distribuidora: eOne Films Spain

Sinopsis

Durante siglos, los europeos discutieron la existencia de una antigua civilización en la selva del Amazonas. A principios del siglo XX, el británico Percy Fawcett participó en una expedición tras otra, convencido de poder encontrar esta legendaria ciudad en cuya búsqueda han muerto cientos de hombres. En 1925, en su viaje más ambicioso y obsesivo, Fawcett desapareció en lo más profundo de la selva, al igual que todas las expediciones que han seguido su rastro. 

Crítica

En el cine actual hay una serie de géneros que permiten seguir siendo explotados con productos que mantienen mayormente su pureza: acción, thriller o, especialmente, terror. Sin embargo, se antoja difícil en los últimos tiempos encontrar películas pertenecientes al tradicionalmente exitoso género de aventuras. Sin duda es un tipo de cine que ha resurgido notablemente unido siempre a la fantasía (con notables ejemplos como Piratas del Caribe o aquella momia con Brendan Fraser, que vino a tomar el papel de intrépido aventurero dejado por un tal Indiana Jones). Sin embargo, la filmografía actual no parecía tener interés en relatos de exploradores alejados de elementos mágicos y más apegados a la realidad.

Se antoja difícil en los últimos tiempos encontrar películas pertenecientes al género de aventuras.

Z, la ciudad perdida, viene a cubrir ese nicho desértico en los últimos tiempos. Nada menos que con una narración basada en hechos reales y recogida anteriormente en la novela homónima de David Grann. Las dificultades de cara a una audiencia acostumbrada a la aventura entrelazada con impactantes efectos y subtramas fantasiosas quedaban pues, establecidas.

Del mundo desconocido.

Hay quienes dicen que el mundo perdió algo de romanticismo una vez que se descubrió y cartografió cada pedazo de tierra en nuestro planeta. En una época en la que las civilizaciones europeas aún tenían mapas de continentes con espacios sin rellenar, la imaginación del ser humano volaba y surgían innumerables historias acerca de ciudades perdidas y civilizaciones desconocidas. Así, se establece a un protagonista con una marcada ambición que regirá desde el planteamiento hasta el mismo final. El juego de objetivos internos que se plantea para el personaje de Charlie Hunnam es, sin embargo, uno de los elementos más atractivos y quizás no correctamente explotados en el largometraje. Ante su objetivo consciente, impuesto desde el exterior por la sociedad en la que vive, se encuentra una búsqueda de la plenitud y la felicidad que, hábilmente, va totalmente desligada de la consecución del primero, y unida en su lugar a la familia del protagonista.

Por otro lado, su obsesión con la selva y la necesidad de hallar la ciudad de Z queda poco fundamentada y mueve una serie de decisiones aparentemente ilógicas.

Conduciendo la historia

La trama de la película presenta una serie de hechos consecuentes y ordenados en el tiempo. Su principal problema es, sin embargo, que desea abarcar demasiado tiempo. El arco de evolución de principio a fin pasa por una gran cantidad de años en la vida de los personajes, lo cual implica en ellos dos problemas fundamentales: cambios poco importantes y por tanto ilógicos debido a la gran cantidad de tiempo transcurrido, o cambios demasiado grandes cuyo proceso queda inexplicado por las elipsis. 

Así, los momentos de mayor profundidad personal y sentimental respecto a dichos personajes se ven ampliamente rebajados ante un espectador que no les ha acompañado en el transcurso de su evolución para llegar a estos puntos. Sorprendentemente, la planificación de James Gray tampoco ayuda a la emoción de dichos momentos: eligiendo posiciones de cámara memos frontales (por tanto más cercanas al perfil) resta fuerza y conexión a las buenas interpretaciones de sus actores. Por otro lado, la fotografía sí se convierte en un punto a favor, tanto para realzar los espectaculares paisajes naturales como los interiores iluminados a la luz de las velas, en imágenes que beben sin duda de influencias pictóricas como los claroscuros de Rembrandt.

En definitiva, una película que arriesga con un planteamiento realista en una historia de aventuras y exploración, pero que encuentra su lastre en el deseo de contar todo aquello que puede abarcar una novela y no un guión.