Crónica Festival Ohlalà 2023: de la sororidad y la lucha colectiva
El Festival Ohlalà ha llegado a su quinta edición con los mismos valores intactos que cuando empezó, es decir, ser un escaparate de la rica variedad existente en el cine francófono y acercar algunos títulos que, posiblemente, no encuentren una distribución en salas en España. Pero el mantenimiento de estos valores ha ido ligado a un crecimiento a nivel de infraestructura que lo están asentando como una cita de referencia para cinéfilos y francófilos.
Francia, Marruecos, Argelia, Canadá, Bélgica, Suiza o Senegal son los países que ha recogido la programación de una semana de proyecciones que abrió con El inocente, nueva comedia de Louis Garrel como director que ha triunfado por allá donde ha pasado. El enfant terrible canadiense Xavier Dolan fue el objeto de la retrospectiva con pases de sus obras más celebradas, mientras que el delegado artístico del Festival de Cannes y director del Instituto Lumière de cinematografía, Thierry Frémaux, acudió para dar una conferencia y presentar la versión restaurada de En la noche (Dans la nuit), del año 1929, única cinta de Charles Vandel que aborda las duras condiciones laborales de los mineros de la época.
El cine social, reflejo de preocupaciones del hoy y del ayer, nutre desde hace décadas el panorama cinéfilo global, y la selección del festival no podía ignorarlo. Presentó en exclusiva a nivel internacional la nueva película de Thierry Binisti, Le prix du passage, que aborda el tráfico de migrantes en Calais y la precariedad en un drama con elementos propios del thriller. Un inmigrante y una madre soltera en busca de dinero son el punto de partida de la trama arquetípica de personajes con caracteres opuestos forzados a cooperar, constituyendo un film entretenido, que mira a un lugar concreto y no se anda por ramas, pero acomodado en el lugar común y al deus ex machina. Con una estética un tanto televisiva, la presencia de Alice Isaaz en el papel protagónico da vigor a la propuesta.
Las polémicas alrededor de la gestación subrogada, la ética en la mercantilización del cuerpo o la libertad para poder escoger cómo tener hijos toman otra dimensión en Le sixième enfant, ópera prima de Léopold Legrand, que a su vez adapta una primera novela de Alain Jaspard, de 78 años, titulada Pleurer des rivières.
Construida también con unos ritmos propios del thriller, este acercamiento a la condición de clase, al capital cultural y económico, y a la búsqueda de la maternidad a toda costa resulta atractivo en su planteamiento, detonador de atractivos debates a posteriori. Narrativamente sin ningún paso en falso y concebida desde un lado intimista, Le sixième enfant es un sólido debut, apoyado en un texto estable e imprevisible, que se beneficia de un cuarteto de actores muy solvente integrado por Sara Giraudeau, Judith Chemla, Benjamin Lavernhe y Damien Bonnard.
Por su parte, La Mif -”la familia” en el argot francés- se adentra en una casa de acogida para chicas menores de edad en situaciones familiares difíciles. Esta suerte de La maternal (Pilar Palomero, 2022) en versión suiza se beneficia de un reparto no profesional, donde sobresale Claudia Grob como la directora y educadora del centro, para pintar un fresco de distintas mujeres dolidas a tan temprana edad, en un enfoque cercano al documental, casi neorrealista, con el que dar voz a un grupo de personas invisibilizadas por las problemáticas a las que han sido forzadas.
Con una estructura fragmentada que indaga reposadamente en cada una al margen de un orden cronológico, puede adolecer de una cierta irregularidad a causa de la variabilidad de sus episodios, pero el conjunto que orquesta Frédéric Baillif es estable y conmovedor, con más voluntad de sinceridad que de abusar de trucos narrativos lacrimógenos, deviniendo uno de los films más sobrecogedores y potentes a competición, valedor del Premio del Jurado.
Con voluntad de resonar con el presente apunta Nos frangins, la crónica de los asesinatos de Malik Oussekine y Abdel Benyahia a manos de la policía en el contexto de las protestas estudiantiles en París en diciembre de 1986. Rachid Bouchareb pretende cerrar la trilogía espiritual que inició con Indigènes (2006) y Fuera de la ley (2010) con la historia centrada en los nietos de aquellos hombres, generacionalmente hablando. La brutalidad policial de entonces sirve de reflejo de la represión de las protestas masivas de los chalecos amarillos, las cuales han reactivado esa brigada policial que acabó con la vida de ese par de jóvenes musulmanes que salieron a la calle a ejercer un derecho fundamental como es la libertad de manifestación.
Ante un episodio real tan relevante en Francia y tan buen material de archivo que emplea, Bouchareb acaba entregando un film descafeinado, con decisiones de montaje confusas que lastran cualquier intriga o tensión, ya que pretende focalizarse en el viaje de las familias durante estos días, sin despertar ningún atisbo de emoción porque sigue un patrón visto muchas otras veces, cayendo por momentos en un sentimentalismo televisivo preocupante. Una lástima que una ejecución torpe y tediosa afecte un contenido tan potente que, seguramente, habría dado un mejor documental.
Otro nombre consagrado como Mia Hansen-Løve no podía faltar en la programación, con su obra más reciente, Una bonita mañana, con la delicadeza y sensibilidad marca de la casa, volviendo un poco más a la esencia de sus primeras películas.
Los tópicos inherentes a Hansen-Løve como el amor, el cuidado o las relaciones intergeneracionales son el vehículo de una película que no aporta mucho más a su universo, filmada con su cercanía y sensorialidad habituales, pero achacada por una historia de amor reiterativa que desvía el foco del núcleo más importante y emocionante: el lazo de la protagonista –una Léa Seydoux notable- con su padre enfermo neurodegenerativo. El valor de los objetos que definen a uno y la importancia del legado son lo más destacable y bellamente escrito de uno de los films menos estimulantes de su creadora.
El género también encuentra su hueco en las sesiones, descubriendo alguna que otra sorpresa como es el caso de la canadiense Viking. Dirigida por Stéphane Lafleur, montador de cintas como Profesor Lazhar (2011), propone una exploración del comportamiento humano y del deseo de marcar la diferencia en clave de una (falsa) ciencia ficción espacial. Bañada por un humor absurdo y ocasionalmente incómodo, Viking acaba resultando triste por el tratamiento que hace de los sentimientos y expectativas de las personas, pero Lafleur sabe que eso es mejor exponerlo con una sonrisa y unos cuantos gramos de imaginación.
Completó el palmarés la gran triunfadora, Annie Colère, de Blandine Lenoir, drama sobre una madre trabajadora que se queda embarazada de su tercer hijo y decide abortar en la Francia de 1974. Ganadora del Premio del Jurado Joven y del Premio del Público, afianzó el carácter político de un festival que muestra compromiso con las realidades y temas que afectan de lleno a nuestra sociedad.
La clausura tomó un tono más distendido con Increíble pero cierto, nueva marcianada del inclasificable Quentin Dupieux, con la que Ohlalà dijo “à bientôt” a carcajadas, hasta una prometedora sexta edición.