Irregular segundo día del festival que aún no parece brillar como otros años.
Nuestro segundo día en el Festival de Cine Europeo de Sevilla comienza con Ray and Liz de Richard Billingham, que vuelve a utilizar los recuerdos sobre su infancia y su familia para la creación de su obra.
Nuestro segundo día en el Festival de Cine Europeo de Sevilla comienza con Ray and Liz de Richard Billingham, que vuelve a utilizar los recuerdos sobre su infancia y su familia para la creación de su obra. De hecho, la película podría ser perfectamente la versión en movimiento de su colección Ray’s a Laugh, donde retrataba el hogar donde vivía sin ningún tipo de censura o remordimiento, mostrando una familia desestructurada viviendo en la miseria, con suciedad y porquería en cada rincón de la casa.
El padre de Billingham, ya anciano, vive solo y sin salir de su habitación con la única visita de un vecino, convertido en cuidador, que le trae todos los días botellas de cerveza negra y se dedica a quitar las numerosas moscas que pueblan el lugar. Pequeños fragmentos que sirven de introducción para los flashbacks que irán apareciendo a lo largo del largometraje y en los que testigos del alcoholismo incipiente de su padre, todo el día en discusión con su esposa y las peleas con sus hermanos, así como las jugarretas que su hermano mayor le hacía a su tío.
Un humor negrísimo, típicamente inglés, recorre todo el filme, quizás como método catártico para sobrellevar todos los problemas de la infancia en vez de hurgar más si cabe en la herida.
El mediodía es el turno para La Mujer de la Montaña, perteneciente a la sección de la EFA de este año y dirigida por Benedikt Erlingsson, una feel good movie de manual con ciertos toques musicales y de suspense, sobre una eco-terrorista que se dedica a cortar la luz a las fábricas de su localidad con los métodos más arriesgados. Con la solicitud de adopción de una niña de Ucrania aceptada, se replanteará su vida no sin antes dar un último ataque para el recuerdo.
Sostenida por la interpretación de su protagonista Halldóra Geirharðsdóttir, que se desdobla en dos hermanas gemelas, que no es más que el resabido truco de guionista de escuela de cine, uno más, también tenemos la reiteración del falso culpable (con tintes racistas) y el uso de un supuesto familiar, todos puestos como elementos jocosos que no esconden otra cosa que la poca habilidad para la resolución de problemas argumentales.
A todo esto se unen unos momentos musicales con una banda y unas cantantes con el traje regional que aparecen y desaparecen de escena cual coro griego, y al que no sabemos muy bien si son invisibles para los personajes o si estos los ven pero los ignoran al ser unos locos más en esta historia.
Teníamos ganas de ver lo nuevo de Mia Hansen Løve, tras las estupendas Eden y L’ Avenir, y en cierta forma nos ha decepcionado su Maya.
Y es una lástima, pues no empieza nada mal. Gabriel (Roman Kollinka), un periodista francés secuestrado por el ISIS, es puesto en libertad y para superar ese proceso traumático y retomar de nuevo su trabajo en las trincheras, decide viajar hasta la India, país donde nació y pasó parte de su infancia y en donde conocerá a la joven Maya (Aarshi Banerjee), hija de su padrino.
Todos los elementos estaban puestos para crear una gran película sobre el primer amor juvenil y la superación de los miedos, pero la directora pone el largometraje en piloto automático y deja que el devenir de los acontecimientos vaya ocurriendo sin más. No hay magia en los diálogos, ni fascinación en las miradas de los protagonistas y su tensión sexual que tarda en resolverse, ni siquiera hay atisbo de misticismo aprovechando el lugar donde se encuentran. Todo es muy frío y recuerda a lo peor de Call Me By Your Name tanto por ser una relación con una diferencia de edad muy considerable, como porque los personajes parecen solo guiarse por unos hilos invisibles que va moviendo la directora.
Sin embargo, y en toda esta desidia de imágenes, unos pocos momentos de lucidez cinematográfica con el uso de unos viajes en motocicleta y sobre todo en su final con la utilización de una canción de Nick Cave y Warren Ellis.
Pero lo peor del día estaba por llegar. Uno se pregunta cómo puede llegar a la Sección Oficial de un festival de cine (aunque sea fuera de concurso) una película como Close Enemies de David Oelhoffen cuya estructura y puesta en escena recuerda más al piloto de una serie cara de televisión de estas que pueblan últimamente las cadenas privadas.
El argumento está mil veces visto, y es la típica historia de mafiosos y drogas, con la policía detrás del jefe y el soplón que por poner un punto original a la historia es amigo de la infancia del policía protagonista. Esta relación que podía haber dado mucho juego en la historia se dilapida en los primeros minutos pues el soplón es asesinado y comienza entonces una historia de venganza. Nada nuevo bajo el sol y el director ni siquiera es capaz de dar una visión propia, una puesta en escena efectiva. El peor y menos inspirado Michael Mann da más juego en alguna de sus set-pieces que toda esta película en su conjunto. Su final, con un supuesto Cliffhanger solo nos hace replantearnos aún más si esta historia no hubiese valido mejor para un serial criminal.
Con la noche llega también nuestro último pase de la jornada. Sobre Tudo, Sobre Nada es un interesante diario filmado en Super 8 donde el propio director, Didio Pestana nos habla sobre sus viajes, su familia, amigos, amores, siempre volviendo a las costas de su Portugal natal, lugar donde comienza y acaba el viaje.
A camino entre Mekas y Guerín, Pestana desgrana sus relaciones familiares, con ese padre ausente y la familia materna que no necesita hablar para comunicarse y saber qué hacer en todo momento, las nuevas amistades que va haciendo en sus viajes con los que sale de fiesta, de conciertos, picnics… con especial hincapié en Berlín y las felices pero luego melancólicas relaciones sentimentales, con sus novias filmadas delante de la cámara con todo detalle, sin pudor y exponiendo su relación intima ante todos.
Es de alabar el trabajo de edición y montaje que se esconde detrás de una obra de este tipo, donde nunca sabes donde parar de seguir filmando o editando y la estructura circular que Pestana consigue con sus imágenes, encerrando todo el relato entre las aguas portuguesas mejora aún más un proyecto sincero en lo que muestra, con poco atisbo de planificación y dejando de cierta forma que actúe el azar.
Abandonamos la sala de cine, con el buen sabor de boca que nos ha dejado este día y con la esperanza de que mañana tengamos mejor cine.