NUESTRA PORRA DE LOS OSCARS 2022: HERE WE GO AGAIN. Parte II
FIRMADO POR ALEIX SALES Y LAURA AYET
MEJOR PELÍCULA
En el año del inicio de la recuperación del cine, los grandes estudios han regresado con sus jugosas apuestas después de un 2020 lleno de nominadas de pequeña escala que, por su calidad, lograron salvar una temporada que se antojaba perdida. Sin embargo, todo parece que habrá un cierto relevo con la gran ganadora del año pasado, Nomadland, con El poder del perro. Un cine realizado por mujeres, contenido y evocativo, dando al escenario natural un papel capital, y de amplio reconocimiento entre la crítica, además de marcharse del Festival de Venecia con premios de peso cada una. Si bien la película de Jane Campion ofrece más recursos de la ficción en su sutil trama que la de Zhao, ambas se inscriben en la tendencia de la Academia de reconocer a un cine más de perfil alto e intención artística, aportando notoriedad a películas que pasarían más desapercibidas para el gran público. Con una trama regida por la represión de las emociones a la que sus intérpretes sacan todo el jugo posible, El poder del perro llega como la gran favorita después de sorprender contabilizando hasta 12 nominaciones -muchas de ellas inesperadas-, barrer en la crítica y conseguir el favor de la industria en los Globos de Oro o los BAFTA.
Supondría, además, la forma de reconocer por todo lo alto a una de las directoras de bandera, faro de muchas cineastas, como es Jane Campion, que estuvo a punto de tocar la gloria en 1993 con El piano, por la que se había convertido en la primera y única mujer cineasta en tener una Palma de Oro, hasta Julia Ducournau en Titane. En esa edición, fue el momento de Steven Spielberg, tras años de derrotas, de brillar en la ceremonia con la indiscutible La lista de Schindler y, curiosamente, el americano está este año entre las candidatas con West side story. La readaptación del musical de Jerome Robbins y Arthur Laurents ha convencido a toda la crítica porque está filmada desde el respeto por el clasicismo y, a la vez, actualiza ligeramente el discurso reforzando su discurso social. Sin hacer sombra a la adorada versión de Robert Wise y el mismo Robbins, West side story es la propuesta para poner en valor los grandes espectáculos que ha dado Hollywood de la mano de un maestro tan versátil y preciso como Spielberg, que ha logrado lo imposible magistralmente.
Por contra, su condición de remake -por si fuera poco, de una ganadora de Mejor Película-, la devalúa de cara al votante, como también la falta de deudas hacia Spielberg -poseedor de 3 estatuillas-, la anticipación a un hipotético triunfo el año que viene por su autoficción en The Fabelmans, o una carrera en la que ha acumulado nominaciones pero poquísimos premios a Mejor Película, más allá del fácil Globo de Oro en Comedia/Musical.
Llamativamente, es otro remake, esta vez con el pretexto habitual de reversionar un éxito del cine europeo o de otros lugares del mundo que ha pasado desapercibido para el público americano, que no consume cine no anglófono. CODA es la adaptación del crowd-pleaser francés La familia Bélier (Eric Lartigau, 2014) en la Massachussets pesquera. Esta feel-good movie de manual conjuga todos los elementos para satisfacer a todos los públicos como son la sensibilidad, o la superación en una historia con humor y momentos musicales, que siempre visten y, además, un mensaje de inclusión al estar protagonizada por una familia de sordomudos, cuya hija es la única oyente del clan.
Parecía que iba a hacer poco ruído y muchos quitaban hierro a su arrase en el Festival de Sundance de 2021, pero las recompensas que se ha ido granjeando en guión, una victoria en el sindicato de actores al mejor reparto (por encima de la esperada Belfast) y el triunfo contra pronóstico en el sindicato de productores -que ha sido de los indicadores más fiables estos últimos 20 años para el premio gordo- han disparado los vaticinios hacia CODA. El sistema de voto preferencial, por su parte, permite que películas de público más amplio como Green Book (Peter Farrelly, 2018) se impongan a films más arriesgados y polarizantes, como sería el de Jane Campion. Veremos el camino que escogen, pero CODA podría llegar a engrosar esta lista de sorpasos recientes como los de Green Book, Spotlight (Thomas McCarthy, 2015), Moonlight (Barry Jenkins, 2016) o Parásitos (Bong Joon-Ho, 2019).
En septiembre, Belfast empezaba a asomar en las quinielas como la triunfadora en la edición enamorar al público del Festival de Toronto. Y, verdaderamente, la revisitación de la infancia de Kenneth Branagh en pleno conflicto norirlandés en la ciudad homónima es la cinta que une lo mejor de los distintos mundos: la nostalgia de West side story, la terneza de CODA, un apunte político-histórico que empaca más el conjunto y una puesta en escena clásica, pero con suficiente entidad como para captar mínimamente la atención del cine de autor, que corresponden con Jane Campion o Drive my car. Conforme han pasado las semanas, se ha dado de bruces con la realidad al no conquistar ninguna mención relevante a la Mejor Película, menguando cada día más su viabilidad de éxito. Ser de las más nominadas y su probable triunfo en Guión Original no la dan por perdida, pero cada segundo que pasa es más arduo poner la mano en el fuego por ella.
No se puede decir lo mismo de Dune, la primera parte de la novela canónica de Frank Herbert de 1965, que un amante de los retos como Denis Villeneuve ha hecho suya con su gran despliegue de medios y, a la vez, con ese poso adulto y trascendental con el que aborda sus proyectos. Con la aceptación de la crítica y el público, Dune es el cupo irrefutable de la superproducción éxito en taquilla de la edición, habiendo asistido a batacazos económicos como West side story o El callejón de las almas perdidas que pretendían tener ese perfil. Con altas probabilidades de ser la recolectora de más premios de la noche a base de premios técnicos, Dune ha experimentado una notable carrera perdiéndose pocas plazas de Mejor Película. Pero la exclusión de Villeneuve en Mejor Dirección menoscaba seriamente sus posibilidades, además de repetir la operación de la saga de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003), es decir, guardarse lo más máximos honores para el episodio final.
La larga temporada de premios da lugar para incontables momentums que, en tiempos de volatilidad, llegan tan rápido como se esfuman. Uno de ellos lo vivió durante unos días No mires arriba, a raíz de sus buenas críticas y la conversación que generó durante la quincena de su estreno en Netflix. La sátira apocalíptica de un fin del mundo en nuestra era es 100% el Adam McKay del último lustro: divertida, dinámica en su forma, constituída por un cast estelar, crítica sin tapujos e inteligente (por momentos creyéndose un poco más de lo que es). El público respondió desde casa, generando tantos defensores como detractores.
Aunque la película ha estado en todos los premios de la industria, lo cierto es que nadie la ha distinguido como la mejor película del año. Junto a esto, es propicio pensar que No mires arriba, dentro de la locura y exceso de McKay, no tiene el temple de La gran apuesta (2015) o El vicio del poder (2018), con muchos clasificándola como un “divertimento” en comparación con las otras dos. En El vicio del poder (2018) hay una escena en mitad de los créditos, que, a la vez que se burla de los taquillazos de marvel, muestra una observación respecto al público que prefiere películas para evadirse, y quizás su última película abarcar ese tipo de espectador sin renunciar a su sarcasmo. Aún así, sus cuatro nominaciones saben a poco para adelantar a la mayoría de sus competidoras, por lo que sentenciamos que esta no será la jornada en la que McKay se haga con el premio gordo.
La otra cinta que experimentó un momentum fue Licorice Pizza, vuelta de Paul Thomas Anderson a los 70 y a su Valle de San Fernando natal, que bien conoce. Alejándose de la gravedad de sus últimos trabajos, recupera el sentido del humor en, quizás, su película más ligera en apariencia, pero que entraña diversas capas, a través de la relación de los personajes de Alana Haim y Cooper Hoffman, ambos estupendos. Después de varias menciones fuertes de la crítica, las 5 nominaciones a los BAFTA en categorías fuertes la hicieron subir. Sin embargo, su ligero pinchazo en los Oscar (3 nominaciones, pero esenciales como película, guión y dirección) y unos días recientes sin quedándose sin varios premios a mejor guión, la han bajado de nuevo a la tierra, presintiendo que Paul Thomas Anderson tendrá que esperar. Una tristeza, puesto a que es de las propuestas que merecen más consideración para la victoria por la delicia que es a todos los niveles.
La que salió fortalecida en nominaciones fue El método Williams, el biopic principal de Richard Williams y secundario de sus hijas, las tenistas Venus y Serena. La película de Reinaldo Marcus Green cumple a rajatabla los tópicos del biopic de superación, siendo un film tan efectivo y bien realizado como convencional. Hace años este tipo de cine estaba a la orden del día de la Academia en el premio principal, pero la evolución de la sociedad (y por ende del votante) las ha dejado a presencias que no se materializan en premios más allá de las interpretaciones de sus actores, alguna cuestión técnica o su guión, si este está inspirado. A ello, si hablamos también de la polémica surgida a propósito del perceptible blanqueamiento de un personaje tan cargante como Richard Williams, la ruta se complica. Pese a que el film deja entrever los claroscuros de Williams padre, no es lo suficientemente contundente para salirse de una visión algo romantizada. Y esto ya no cuela.
Drive my car comenzó ganando todos los premios de la crítica a Mejor Película Internacional, luego saltó a, también, ganar los de Mejor Película y ha acabado metiéndose en los premios de la industria sin sufrir. La inclusión del mastodóntico drama de Ryûsuke Hamaguchi es la prueba de los efectos de tener una Academia rejuvenecida, más diversa y abierta de miras que, con la victoria de Parásitos, ya no siente complejos en abrazar el cine de otras partes del mundo. Dos años más tarde, Hamaguchi podría tomar el relevo de Bong Joon-Ho gracias a una película compleja y sentida, puramente humana. Pero es de recibo admitir que no es una propuesta tan amena como la del coreano, susceptible de echar para atrás a algunos votantes, y tampoco ha obtenido triunfos en otras categorías como Parásitos, si desestimamos a las asociaciones de críticos. Habiendo un combate El poder del perro vs. CODA, desestimamos que Hamaguchi se erija como solución, pero valorando el film en sí mismo, Drive my car tiene la madera adecuada para ser proclamada orgullosamente película del año.
Sufrió calamidades, pero súbitamente acabó siendo la décima nominada: El callejón de las almas perdidas. Tras la gloria de La forma del agua, la Academia valora de nuevo la estética resultona del mexicano en su película más amarga y oscura. Del Toro abraza el noir y el drama psicológico en un decadente escenario circense, concretándose en un film irregular que le ha deparado una recepción mixta-positiva en la crítica y un fracaso entre el público. El poquísimo ruido que ha hecho durante la temporada parecían sentenciarla de muerte, pero el milagro se ha obrado y aquí está. La predicción de El callejón de las almas perdidas es pesimista como la cinta misma, pero al poco respaldo general que atesora, el nulo mensaje político que alberga y la falta de obligación de premiar a Del Toro la entierran entre los diez títulos.
La situación es imprevisible, pero seguramente el Oscar a la Mejor Película estará dirigido por una mujer.
Ganará: El poder del perro
Debería ganar: West side story
Echamos en falta: Spencer
MEJOR DIRECCIÓN
Los Oscar también han sido un reflejo de la invisibilidad de las mujeres cineastas a lo largo de la historia del cine, pero este daño empezó a saldarse cuando en 2009 Kathryn Bigelow fue la primera directora en ganar el premio a mejor dirección por En tierra hostil. A partir de entonces, la desaparición de las mujeres entre las nominadas en la categoría volvió a ser la tónica hasta el año pasado, con la honrosa excepción de Greta Gerwig en 2017 por Lady Bird. En 2020, Chloé Zhao repitió la proeza de Bigelow, sumándole la característica de ser, además, asiática. Además, fue el año con más mujeres nominadas en la categoría: 2, Zhao y Emmerald Fennell por Una joven prometedora, a la que se le podría haber sumado una tercera, Regina King por Una noche en Miami, que cayó en el último momento de la carrera.
Para la 94 edición, todo apunta a que una tercera mujer, esta vez Jane Campion, se hará con el galardón. Ha barrido absolutamente la carrera y hay ganas de premiar a una de las directoras más icónicas de las últimas décadas. Campion, que saltó al estrellato mundial con El piano (1993), por la que se convirtió en la primera mujer en hacerse con la Palma de Oro en Cannes, no ha tenido una filmografía muy extensa, pero siempre ha imprimido buen hacer. En El poder del perro sigue esa delicadeza y sutileza a la hora de narrar, logrando una de sus obras más sólidas y completas que, como se ha apreciado, ha encandilado a todo el mundo. Salvo sorpresa, el Oscar es suyo, pero no se debe perder de vista a la persona que, curiosamente, la batió en la misma categoría en los Oscar de 1993: Steven Spielberg.
Spielberg demuestra por enésima vez la maestría con la que domina el medio cinematográfico en West side story, elevando lo que podría ser un simple remake a un redescubrimiento de la historia, mejorando ciertos aspectos de la versión de Wise y Robbins pero respetando el material de base. Podría haber sido un desastre, pero Spielberg entrega un gran espectáculo de dos horas y media que rezuma CINE por cada uno de sus fotogramas sin resultar anticuado. No obstante, el año que viene Spielberg estrenará su autoficción acerca de su infancia en The Fabelmans, un proyecto extremadamente íntimo que puede llevar a los académicos a hacerle esperar un año más para su ansiado tercer Oscar.
En una categoría tan cerrada, Kenneth Branagh asoma como la tercera vía con Belfast, al tratarse de una película sumamente personal en la que se vislumbra el corazón de su autor y que, además, es de las pocas que puede chafar la fiesta a El poder del perro. Branagh estiliza su historia con elegancia, pero a la vez dotándola de calidez, en parte gracias a su gran dirección de intérpretes. Sin embargo, ante Campion y Spielberg, su trabajo puede ser considerado “de menor escala”, confiando en recompensarlo en otras categorías, ya que el norirlandés tiene el estatus de “debido”.
Otro “debido” con mayúsculas es Paul Thomas Anderson, quien ha sobrevivido a la carrera. Con Licorice Pizza suma su tercera nominación como director, dándole un total de 11 nominaciones añadiendo las de guionista y productor. En el film, vuelve a la estela de sus historias más costumbristas ambientadas en el Valle de San Fernando, el cual conoce como la palma de su mano e imprime en el retrato de su época a través de la historia de amistad entre una chica de 25 años y un adolescente en 1973. Una historia de romance y otra de odio, con Licorice Pizza es un amor-odio teen. Una nueva American Graffiti, en la que comparten a Sean Penn, aunque aquí sea un cameo, como el de Bradley Cooper, que le ha cortado el personaje y le quita una escena que apuntaba a épica. ¡Eso sólo lo puede hacer Terrence Malick! Detrás de, posiblemente, la película más ligera de Anderson se esconde una dirección milimetrada que deja espacio para la diversión, hecho que evidencia la extraordinaria labor del californiano. Como Branagh, su dirección puede no parecer tan exuberante y tiene más opciones en otras categorías, pero sería un crimen que Anderson se fuera de este mundo sin un Oscar. Y 11 nominaciones ya empiezan a ser unas cuantas.
Finalmente, tenemos la relativa sorpresa de Ryusuke Hamaguchi. Decimos relativa porque en los últimos años el voto internacional ha permitido colar extranjeros con más frecuencia y Hamaguchi experimentó un momentum en las semanas previas a las nominaciones que se han traducido en su inclusión. No es para menos, ya que el cineasta mezcla varias dimensiones -teatral y personal- en las 3 horas que dura Drive my car con lógica y sensibilidad. Sin embargo, como hemos repetido, este Oscar ya tiene una (merecida) dueña.
Ganará: Jane Campion - El poder del perro
Debería ganar: Steven Spielberg - West side story
Echamos en falta: Paolo Sorrentino - Fue la mano de Dios
MEJOR ACTOR
En los últimos meses, Will Smith ha multiplicado su presencia en los medios de comunicación, pista donde es el rey. No olvidemos que fue él quien empezó en 2015 el #Oscarsowhite, cuando no consiguió la nominación por La Verdad Duele (Peter Landesman, 2015). Es su tercera nominación, tras Ali (Michael Mann) en 2001 y En Busca de la Felicidad (Gabriele Muccino) en 2006, el Príncipe de Bel Air es una de esas estrellas tan grandes en el planeta que parece inconcebible que aún no tenga un Oscar... La blanca Academia tiene una deuda desde hace años, ya le salía a deber antes de que el año pasado se decidieran por Anthony Hopkins pasándole la mano por la cara a Chadwick Boseman en La madre del blues (George C. Wolfe, 2020). Smith sería sólo el quinto hombre negro en ganar el premio de actor principal, tras Sidney Poitier (Lirios en el campo), Denzel Washington (Training Day), Jamie Foxx (Ray) y Forest Whitaker (El último rey de Escocia).
Casualmente, Smith perdió sus dos nominaciones anteriores frente a dos de esos hombres, Washington y Whitaker. El método Williams parece hecha a medida para darle la ansiada estatuilla, ya que le permite una cierta transformación física y muchas secuencias de lucimiento actoral, de esas que salen multitud de clips para los Oscar. Además, toda su perspectiva ensalza el protagonista más positivamente que negativamente, ya que oculta el aspecto más oscuro y controlador del progenitor de las hermanas Williams a favor del pater familias inspirador, hecho que ha despertado algunas críticas entre los votantes y el público (especialmente europeo). Pero todo apunta a que esto no empañará la más que probable victoria de Smith en la tierra batida.
El único que le puede hacer match point es Benedict Cumberbatch, con la interpretación más sutil y matizada de la terna en la piel de ese rudo vaquero inundado de pulsiones reprimidas. Cumberbatch podría darle la vuelta a su favor a la situación, como hemos comentado antes, el año pasado lo hizo Anthony Hopkins, ganando al presunto favorito. En contra, tiene al todopoderoso Will Smith y que, pese a haberse hecho con las distintas críticas, ha sido incapaz de ganar en casa en los BAFTA, debilitándose mucho (Hopkins sí que triunfó). A mayor distancia, pero también para tener en cuenta está Andrew Garfield en una actuación caramelo donde ríe, llora y canta como Jonathan Larson en tick, tick… boom!
Si la película dirigida por Lin-Manuel Miranda es un éxito es, en buena parte, a la extraordinaria labor de Garfield, quien ya ganó cómodamente el Globo de Oro de actor en Comedia/Musical, además de menciones de la crítica y una presencia recurrente en todos los premios. A todo ello, cabe añadir que se encuentra en un momento de alta popularidad gracias a su presencia memorable en Spider-man: no way home y que la simpatía que desprende siempre puede hacerle ganar el beneplácito de sus compañeros. Pero Smith también reúne bazas similares y le saca casi 20 años de carrera a Garfield.
A la cola, están Denzel Washington en Macbeth, donde en su novena nominación como intérprete llega a lugares que había frecuentado poco, declamando las palabras de Shakespeare en una actuación que, en otras circunstancias, sí que hubiera devenido un buen reconocimiento. Desde luego, Washington está más atinado y comedido que en otras nominaciones donde bordeaba la sobreactuación con tanta intensidad, probablemente gracias a la excelente mano de Joel Coen con los actores. Sin embargo, entre que no está en una película favorita, no haber ganado premios en la carrera y que a Denzel no se le debe nada le hacen restar puntos. En una última instancia, está Javier Bardem por dar la talla en la réplica a Nicole Kidman en Ser los Ricardo. El haber tenido una carrera más irregular, la sensación de que entró en quinto lugar y que ya tiene su Oscar desvanecen todas sus opciones, sin desmerecer el notable trabajo de compenetración con Kidman. Además, si la Academia la hubiera visto (era elegible), sabemos que su tour de force este año es El buen patrón.
Ganará: Will Smith - El método Williams
Debería ganar: Benedict Cumberbatch - El poder del perro
Echamos en falta: Javier Bardem - El buen patrón
MEJOR ACTRIZ
En el Festival de Venecia todo apuntaba a que Kristen Stewart iba a conseguir su primer Oscar por Spencer, en la pesadilla antes de Navidad de Pablo Larraín, quien su última película biográfica también consiguió nominación para Natalie Portman como Jackie en 2016. Pero en la carrera ha ido perdiendo fuelle a lo largo de los meses, además, es la única nominada por interpretación cuya película no obtuvo nominaciones en ninguna otra categoría. Así es difícil como competidor abrirse paso, a pesar de tratarse de, probablemente, la actuación más rica del sólido grupo. La falta de nominaciones a SAG y BAFTA (por supuesto, los británicos se iban a ofender con la película) le quitan foco a su campaña, algo esencial para la carrera de fondo que son los Oscar.
Aunque no es la única, Penélope Cruz también brilló en Venecia, alzando la Copa Volpi (primera española en conseguirlo) por Madres Paralelas y está en una situación similar. Pero casos como el de Regina King en El blues de Beale street (Barry Jenkins, 2018) o Marcia Gay Harden en Pollock (Ed Harris, 2000) alimentan las narrativas de que nada está perdido y que Penélope aún puede dar la campanada por esta interpretación de madurez que reúne todas sus cualidades dramáticas. Asimismo, puede contar con el apoyo del sector europeo o mundial, aupándola hasta el segundo Oscar.
Segundo Oscar que también sería para Olivia Colman, que dio la sorpresa de la noche llevándose el Oscar en 2018, siendo La Favorita sobre Glenn Close en su séptima nominación. La teníamos tapada entonces y la vigilamos de cerca ahora por La hija oscura, con la cual ha ejecutado una buena carrera, salvo el tropiezo en casa de los BAFTA. El hecho de haber ganado ya un Oscar hace poco no parece disuadir a los votantes de recompensar una gran actuación, Frances McDormand con Nomadland prueba la teoría, y Colman desde luego que es una bomba de sutileza y naturalidad en el film de Gyllenhaal.
Aun así, nos alegraría que lo ganara nuestra querida Jessica Chastain por la transformación que realiza para mostrar las debilidades humanas del tele-evangelista cristiano en Los ojos de Tammy Faye (Michael Showhalter). A su favor, el Screen Actors Guild Awards y el Critics’ Choice Awards, en contra, que no tiene BAFTA, Globo de Oro ni muchas críticas, además de alimentar ese denostado tópico de que tienes que ponerte 10 kilos de maquillaje encima y afearte para ganar un Oscar. Chastain no atenderá a la prensa en la alfombra roja a modo de protesta, ya que estará con el equipo de maquillaje y peluquería, cuya categoría está entre “las odiosas 8” categorías que han decidido eliminar de la gala y anunciar los ganadores antes de la ceremonia, desprestigiando la esencia de lo entrega de premios es. Una decisión que, a parte de solidarizarse con los compañeros, puede favorecer una campaña que se encuentra en la ronda final de votaciones.
Mano a mano con Chastain está Nicole Kidman encarnando a Lucille Ball en Ser los Ricardo, también bajo prótesis y pelucas, pero realizando un trabajo por partida doble al dar vida a la Lucille real en su lucha por sus derechos y a la Lucille de la televisión, con su particular estilo interpretativo. Kidman cuenta con el aplauso de los Globos de Oro y ha tenido una presencia recurrente en los premios. Pese a no haber mojado en otras categorías, Ser los Ricardo ha gustado a la rama de los actores al nominar a 3 miembros de su reparto, siendo junto a La hija oscura el film con más reconocimiento de la categoría. Kidman tiene un estatus de estrella a la que un segundo Oscar no estaría de más, tras años de grandes trabajos y la sensación de que la Academia ha pasado de muchos de ellos. A ello, se le suma el hecho de que dos contrincantes ya tienen Oscar y, ante Penélope y Olivia, Nicole Kidman es la que más gente consideraría que debe tener una segunda estatuilla en el palmarés. En su contra, una Chastain que ha cobrado fuerza y la diseminación de votos que se prevé.
Ganará: Jessica Chastain - Los ojos de Tammy Faye
Debería ganar: Kristen Stewart - Spencer
Echamos en falta: Renate Reinsve - La peor persona del mundo
MEJOR FOTOGRAFÍA
Greig Fraser es el favorito para su primer Oscar por Dune, quien alternó entre las cámaras digitales Alexa LF e IMAX de 65 mm, para los sueños y visiones surrealistas de Paul. También reinventó el uso de fotografía con la idea de crear un negativo Kodak de 35 mm y escanearlo digitalmente para obtener una experiencia más analógica para las salas de cines. Fraser se planta en la gala como máximo favorito, al haber barrido en los premios de la industria y en el gremio de directores de fotografía.
Quien podría chafarle los planes es la directora de fotografía Ari Wegner, conocida por su trabajo en Lady Macbeth (William Oldroyd, 2016). Aquí también trabaja con Alexa LF, como su competidora Dune, pero con lentes anamórficas antiguas Ultra Panatar. Aprovecha los vastos paisajes para hacerlos brillar, mostrando un resplandor que sería lo único que le gustaría a Ford de la película. Dichos exteriores los contrasta con los interiores, la sombría casa del rancho con oscuros presentimientos. Si The Power Of The Dog se lo llevara, Ari Wegner sería la primera mujer en ganar en esta categoría, algo que la Academia no querría dejar escapar, y más si acompaña a una favorita como el film de Campion.
El director de fotografía Janusz Kamiński es indiscutiblemente considerado uno de los mejores directores de fotografía del mundo y ha estado trabajando con Steven Spielberg desde 1993. Se apartó de su habitual estilo arenoso y descolorido, que lo hizo ganar dos estatuillas, por La lista de Schindler (1993) y Salvando al soldado Ryan (1998), para abrazar la teatralidad inherente del film, con una combinación de trabajo de cámara dinámico para conseguir un aspecto más vibrante, encontrando las mejores situaciones de iluminación, como el encuentro entre las bandas rivales con sus sombras enfrentadas. El polaco filma un cañón visual que en otros años tendría el camino más fácil, pero es que la cosa está muy alta a niveles de calidad.
Para la reelaboración noir de El callejón de las almas perdidas, Guillermo Del Toro repite con el director de fotografía de La forma del agua (2017). Dan Laustsen filmó con un tono monocromático y con la cámara Alexa 65 y lentes Signature Prime Lenses, con las que consigue una imagen exquisita y extremadamente nítida. El hecho de probablemente entrar como quinta opción, por encima de Belfast y que el film de Del Toro no ha entusiasmado minan los números de Laustsen. Una injusticia, ya que el resultado es muy loable.
Conocido por sus estilizadas paletas de colores en A propósito de Llewyn Davis (Joel & Ethan Coen, 2013), Bruno Delbonnel transmite una apariencia moderna en blanco y negro con Alexa LF como parte de una adaptación abstracta del asesinato del rey en La tragedia de Macbeth de Joel Coen, retratando el caos de Shakespeare en forma de expresionismo alemán. Combinando sombras muy duras y luz tenue en el fondo, para crear una especie de thriller histórico de implacable presencia a nivel estético. Delbonnel es alguien que ha aportado muchísimo al gremio en sus últimos 20 años, pero si Roger Deakins tardó lo que tardó, no creemos que la Academia avance al francés antes que otras propuestas más queridas, pero de igual excelencia. Realmente, todos los presentes en la categoría son incontestables.
Ganará: Greig Fraser - Dune
Debería ganar: Janusz Kamiński - West Side Story
Echamos en falta: Haris Zambarkoulos - Belfast
MEJOR MONTAJE
Suele decirse que montaje es un buen termómetro a la hora de determinar quién será la ganadora de Mejor Película, ya que la ganadora suele estar nominada en esta categoría, salvo puntuales ocasiones. Esto afianza las opciones de El poder del perro frente a otras favoritas como Belfast o CODA. No obstante, la categoría a la hora de premiar suele ir por libre, ya que el último registro de la ganadora a Mejor Montaje coincidiendo con el de Mejor Película es de hace 9 años con Argo (Ben Affleck, 2012). Porque los votantes tienen vista y suelen decantarse por trabajos más exuberantes, en los que juegan un papel determinante los saltos temporales, la multiplicidad de tramas, la inclusión de grafismos o, directamente, disrupciones en la edición. Por esta razón, es posible que la presencia aquí de la cinta de Jane Campion sea meramente testimonial, en favor de las 4 otras propuestas, más vistosas.
Indudablemente, No mires arriba es la opción que tiene el montaje más chillón y explícito de las nominadas, siguiendo la estela juguetona de las otras propuestas de McKay, La gran apuesta (2015) y El vicio del poder (2018), que no se tradujeron en triunfos pese a ser parte de la base del éxito de las respectivas películas. No mires arriba tiene el añadido de ser el film más coral de McKay, conllevando una división de metraje que la película solventa eficazmente, además de los ya comentados múltiples trucos cómicos que hacen de ella una película plenamente de nuestra era, tanto en forma como en fondo. No obstante, la presencia que ha tenido el film en la carrera no ha ido más allá, incluso ha perdido en campos que tenía fácil como el de Mejor Edición en Comedia o Musical en los premios del sindicato de montadores, frente a tick, tick… Boom!.
De hecho, tiene mérito que la película de Lin-Manuel Miranda asome la cabeza en esta categoría sin estar en Mejor Película, tercera película que lo logra desde la ampliación del número de candidatas al premio gordo en 2009. tick, tick… Boom! cuenta con la suerte del dinamismo que propicia un film musical, cosa que vemos que no asegura plaza con la ausencia de West Side Story en la categoría, sumado a un establecimiento de múltiples líneas temporales que enriquecen el conjunto. Si la película de Miranda se ha colado y va por delante de otras más preferidas sobre el papel, ¿por qué no podría ganar? Nada es imposible aquí, pero Dune de momento es la que más ha recogido. Como al film de Miranda, a Dune le favorece dispersar su trama en varias líneas temporales y el onirismo, permitiendo a Villeneuve saltarse cualquier linealidad y disponer toda la información mientras se da espacio para la evocación. Lo que fallaba en Lynch, Villeneuve lo corrige al darse tiempo y reposo -a veces demasiado-, pero en general sin aletargarse en dos horas y media, toda una proeza.
Dune tendría el camino más fácil si no tuviera delante la que dio la sorpresa en el gremio de montadores: El método Williams. La película pertenece al género de deportes que, en una frecuencia más baja, también es propensa a ganarse la atención de la academia, especialmente si las cintas poseen largas secuencias deportivas. El método Williams tiene un buen puñado de partidos de tenis expuestos con claridad y vigor, sin redundancias y con sentido del ritmo, en un biopic de 140 minutos que, podrá no ser muchas cosas, pero entretenido sí que lo es. Y esto se debe a Pamela Martin -curtida en el género con The Fighter (David O.Russell, 2010), que al mismo tiempo no se pone por delante de la historia en ninguna ocasión.
Ganará: Pamela Martin - El método Williams
Debería ganar: Pamela Martin - El método Williams
Echamos en falta: Michael Kahn, Sarah Broshar - West side story
MEJORES EFECTOS VISUALES
El pasmoso mundo de Arrakis luce de esta manera ayudado, en gran parte, por su descomunal despliegue de efectos especiales. Si hay un Oscar que sería un crimen que no fuera para Dune, sería este. Y no creemos que la Academia quiera cometer una atrocidad, así que se cuenta con esta victoria para la cinta de Villeneuve.
Sin tiempo para morir marca la primera vez que la franquicia de James Bond ha sido nominada para efectos especiales desde Moonraker (Lewis Gilbert), con Roger Moore de misión espacial en 1979. Ahora no hace falta quedar de macho alfa, por lo que lo importante es enfatizar la conexión emocional con la acción, dándole significado a acrobacias, explosiones, conducción de Aston Martin DB5 temeraria y hundimientos del protagonista, tanto literales como metafóricos. Reconocer a Sin tiempo para morir en este apartado sería una gran despedida para la era más trascendente de Bond. Sin embargo, los Oscar no han tenido reparos en dejar sin nada a sagas míticas -véase Harry Potter-, así que no les temblará el pulso para que James Bond no coseche muchos galardones.
Ojalá la nueva categoría, Oscar Fan Favorite fuera uno de los ficticios multiversos, pero ya nos quejaremos de eso luego. Spider-Man: No way home (Jon Watts) junta todas las dimensiones y recupera el hombre-araña de cada generación con sus respectivos villanos. Aunque efectivo para el fandom y ayude la revisión a subsanar errores del pasado, no creamos que repita el Oscar a efectos especiales, como ya lo hizo Spider-man 2, de la primera generación, ósea Tobey Maguire, en 2004, cuando este género de los superhéroes no tenía una presencia tan excesiva en pantallas y directores como Sam Raimi lo trataban con cariño, no como productos a repetir temporalmente. Es debido reconocer que Spider-man 2 ganó en un año con pocos blockbusters y nadie en su género, a diferencia del caso presente. Si añadimos que recientemente se ha empezado a evidenciar que, visualmente, la película es plana tirando a fea, no apunta a que se vaya a tener consideración por unos efectos especiales funcionales pero poco creativos, si comparamos con Dune o incluso Free guy (Shawn Levy). Marvel suele rascar nominaciones, pero raramente premio, ya que poseen mucha técnica y poca alma.
Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos no tenía expectativas, ni siquiera dentro de los fans de Marvel, y la hemos disfrutado hasta los más cínicos. Todo lo contrario a los Eternals, por mucho que queramos a Chloé Zhao en esta casa… Volviendo a los anillos, su poder y la protección de un híbrido entre serpiente y dragón de agua, son los dos objetos principales donde el despliegue de efectos visuales se luce, creando esta fantasía china con aires de las obras maestras del género wuxia Tigre y dragón (Ang Lee, 2000) o La casa de las dagas voladoras (Zhang Yimou, 2004). Compitiendo con otra de la casa Marvel más celebrada y frente a otras propuestas algo más ambiciosas, dudamos que el superhéroe se salga con la suya.
Free Guy crea el escenario del juego y desdibuja lo real de lo virtual en un Boston recreado, con un Ryan Reynolds como héroe. Digital Domain colaboró con su herramienta patentada de intercambio de caras, Charlatan y, pese a sus esfuerzos, pensamos que poco tiene que hacer al lado de los gusanos de arena de Dune, un Bond aclamado, o la oportunidad de reconocer a la película más taquillera del año.
Ganará: Paul Lambert, Tristan Myles, Brian Connor, Gerd Nefzer - Dune
Debería ganar: Paul Lambert, Tristan Myles, Brian Connor, Gerd Nefzer - Dune
Echamos en falta: Tom Debenham, Hew J Evans, Dan Glass, J. D. Schwaim - The Matrix Ressurrections
MEJOR BANDA SONORA ORIGINAL
Cuenta la leyenda que el hombre tocando la gaita en Dune es el mismísimo Hans Zimmer. Para él, es un trabajo muy personal debido a que el compositor es fan declarado de la novela de Frank Herbert. Para realizar esta banda sonora, Zimmer rechazó su última colaboración con uno de sus habituales, Christopher Nolan para Tenet (Ludwig Göransson se acabó encargando de ella), y nosotros le damos las gracias por ello, ya que sólo Zimmer podía conseguir que algo sonara antiguo y futurista al mismo tiempo. La música acompaña la historia y ayuda a describirla de tal forma como lo haría una ópera, evidenciando que la experiencia de una banda sonora en una sala de cine es completamente diferente. Zimmer tiene un único Oscar por la banda sonora de El rey león (Rob Minkoff, Roger Allers, 1994) que queda muy lejano después de numerosos años entregando partituras icónicas. El deseo de premiarlo de nuevo ha mutado en una deuda que todo apunta a que será saldada, ya que Zimmer ha barrido en los precursores.
Su mayor rival es Encanto. Las canciones de Encanto han acaparado la atención que le gusta a la Academia, “We don’t talk about Bruno” ha causado sensación, y la nominada al Oscar “Dos Orugitas” pega fuerte. El trabajo de Germaine Franco en el film opera como hilo conductor que une a los protagonistas, tomando un rol capital en el desarrollo de la trama. La música está impregnada de ritmos colombianos que reaniman la película, como la percusión en “Meet La Familia” y, sumado a la tentadora idea de galardonar una mujer de nuevo tras Joker (Todd Phillips, 2019), Encanto puede desencantar a Hans Zimmer este domingo.
Pero para familias, la de Madres paralelas. Hay un aire de Hitchcock en la manera de dar forma al melodrama en la BSO de Madres paralelas. También recuerda a una antigua colaboración del tándem Iglesias – Almodóvar, La mala educación (2004), pero la supera en piezas como “Sesión de fotos”, donde las panderetas azotan como una repentina ráfaga de viento y los violines parecen agitados, como la montaña rusa emocional de la protagonista. Es la cuarta nominación para Alberto Iglesias, después de El jardinero fiel (Fernando Meirelles, 2005), Cometas en el cielo (Marc Forster, 2007), y El Topo (Daniel Alfredson, 2011), y la primera por una película española. Iglesias va acumulando pero nunca se inclina la balanza a su favor, como posiblemente sea, al no tener Madres paralelas tanta repercusión en las nominaciones como las otras.
En Madres paralelas se palpa el sentimiento de peligro, de emergencia, sentimientos que comparte con la siguiente candidata. No mires arriba convierte su nominación en la tercera para Nicholas Britell, el compositor detrás de las películas de Barry Jenkins Moonlight (2016) y El blues de Beale street (2018), aunque para No mires arriba sus tonos son bastante diferentes. El tema principal es utilizado en varios momentos y velocidades diferentes con acertada precisión, captando la febril ansiedad que forma parte de la esencia de esta tragicómica. No creemos que esta sea su última nominación, lo que aquí juega en su contra frente a la deuda de Zimmer. Pero a Britell le llegará su momento, tarde o temprano.
Jonny Greenwood logra con su partitura el mismo mensaje que Jane Campion en El poder del perro, la deconstrucción del western. El violonchelo de la BSO es tan poderoso como el banjo que lleva Phil en la película, ambos usados para expresar la soledad y la represión del protagonista. En algunos momentos se aprecia el piano desafinado, a modo de metáfora, que enfatiza el caos encubierto. Una banda sonora que no es de fácil escucha, pero que se mimetiza con la película divinamente. Si los académicos van a por todas con El poder del perro, la banda sonora de Greenwood no sería la última categoría donde reconocerla y sería un bonito gesto para un hombre que, este mismo año, ha compuesto la magnífica partitura de Spencer, por no hablar de haber sido injustamente ignorado otros años por sus obras junto a Paul Thomas Anderson como Pozos de ambición (2007) o The Master (2012). De la mano de Anderson llegó su primera nominación por El hilo invisible (2017) y rogamos que no esta no sea la última para poder darle los honores que merece y que no vivirá este año a causa de un fuertísimo Hans Zimmer.
Ganará: Hans Zimmer - Dune
Debería ganar: Alberto Iglesias - Madres paralelas
Echamos en falta: Jonny Greenwood - Spencer
MEJOR CANCIÓN ORIGINAL
Posiblemente junto a Mejor Película Internacional, es la categoría de los Oscar que acostumbra a dar más sorpresas, a pesar de llevar una última década más asentada en la previsibilidad. Pero, sin ir más lejos, “Fight for you” de Judas y el Mesías Negro se impuso a favoritas como “Io sì” de La vida por delante (Edoardo Ponti, 2020) , “Husavik” de Festival de la Canción de Eurovision: la historia de Fire Saga (David Dobkin, 2020) o “Speak now” de Una noche en Miami (Regina King, 2020). Normalmente, las grandes estrellas son las que acostumbran a llevarse el gato al agua, pero un año en el que están nominados Beyoncé, Billie Eilish, Van Morrison o Lin-Manuel Miranda, a la que cabe añadir a la habitual Diane Warren en decimotercera nominación, es difícil decidir quién es la estrella más grande. Billie Eilish parte como favorita desde su triunfo en los Globos de Oro -con los que los Oscar han disentido casi la mitad de veces a lo largo de los últimos 25 años-, con un tema de Bond que, tras décadas de desestimación, parece que la Academia ahora adora tras los premios para Adele y Sam Smith.
El tema de Eilish no tiene la grandilocuencia ni el poderío de Adele, entronca con una vía más oscura y discreta como la de Sam Smith, pero está mejor resuelta que “Writings’ on the wall”. Si la Academia se encuentra ante una canción mejor que la honrada de Smith, interpretada por una de las artistas del momento, ¿se negarán a premiarla y despedir a la saga de Craig con un cero en el palmarés, siendo esta su posibilidad más robusta? A saber, pero lo que le juega en contra es que “No time to die” salió hace ya dos años, estando ya suficientemente explotada y sin el efecto novedad que pueden tener otras nominadas, como puede ser la banda sonora de Encanto. De hecho, Disney debe estar flagelándose de no presentar más canciones de la película y decantarse por la sensible -pero un poco básica- “Dos oruguitas”, en lugar del hitazo “We don’t talk about Bruno”, que está reventando las listas y hasta han incluído su interpretación en la escaleta de la gala. A falta de Bruno, “Dos oruguitas” es la única forma de reconocer el trabajo musical de Disney más popular desde Frozen (2013), motivos suficientes para pasar por encima de Billie Eilish y los demás. Pero, repetimos, que a “Dos oruguitas” le faltan elementos para trascender. Lo que, a su vez, no parece un problema ateniéndonos a otras ganadoras históricas de la categoría.
En otro orden, choca ver que “Be alive” es la primera nominación de Beyoncé, después de sus múltiples contribuciones al mundo del cine, en especial con “Listen” de Dreamgirls (Bill Condon), de la que quedó fuera de la autoría en las nominaciones de 2006 por la limitación del número de autores que reglamentó la Academia. El aura de reina que envuelve a Beyoncé la convierten en una figura que debe tener un Oscar en su extenso palmarés, siendo esta una coartada sólida para el triunfo. Sin embargo, “Be alive” es un tema del montón que no brilla particularmente y que no tiene una función en la película como “No time to die”, “Dos oruguitas” o “Down to joy” y, añadido a las figuras con las que compite, parece ser que no será (afortunadamente) el año de Queen B.
Si nos ceñimos a veteranía, Van Morrison es el artista mediático que ocupa esta plaza por el tema principal de Belfast, “Down to joy”, que encaja al milímetro con el espíritu de la película: tierna, sentida y de marcada identidad irlandesa. Si no estuvieran esas fieras a su lado, Morrison se alzaría cómodamente con el triunfo, pero todo apunta a que se inscribirá en la lista de grandes estrellas maduras que se quedaron sentadas como Paul Simon, Sting o U2. Morrison por edad es el veterano, pero la gran deuda está con Diane Warren en su nominación número 13 por “Somehow you do”, de la anodina 4 días (Rodrigo García). La canción, de tintes country, es un tema que Warren puede escribir a la hora de la siesta, deviniendo la propuesta más floja de las nominadas que, asimismo, no tiene un uso determinante en la película. A Warren algún día se la tendrá que reconocer, y más después de algunas ocasiones realmente favorables a ello, pero tendrá que esperar, por lo menos, hasta la decimocuarta.
Ganará: Billie Eilish y Finneas O’Conell - “No time to die” - Sin tiempo para morir
Debería ganar: Billie Eilish y Finneas O’Conell - “No time to die” - Sin tiempo para morir
Echamos en falta: Ron & Russell Mael - “So may we start” - Annette
MEJOR DOCUMENTAL
La proeza de Flee de ser la primera nominada simultáneamente a 3 categorías (documental, película de animación y película internacional), consiguiendo lo que en 2009 no logró Vals con Bashir (Ari Folman) debería tener alguna traducción en premio y, frente un apartado de película internacional con una ganadora prácticamente automática (Drive my car) y otra de animación que jamás ha reconocido la animación adulta y que, con un nivel tan sólido, dudamos que no tiren por la vía Disney, dejan documental como el lugar donde premiarla. Flee es emocionante, fluida y remite a los temas del gran conflicto que marca la política actual. Los académicos han votado la ronda final estos últimos días, de modo que todo puede ocurrir y quizás decidan lanzar un claro mensaje de apoyo a los refugiados y a las víctimas de la guerra. La narrativa la tiene, pero se topa con la gran estrella de la crítica, los gremios y la industria: Summer of Soul. El film de Questlove es un muy disfrutable documental musical, creado a partir de inéditas imágenes de archivo -de los cuales la Academia no es que sea una gran fan-, que al mismo tiempo expone un discurso de orgullo de la comunidad afroamericana, que casa como un guante con las reivindicaciones del Black Lives Matter o las polémicas inclusivas que han salpicado los mismos Oscars este lustro. El apoyo lo ha demostrado estos meses, pero si se impone la coartada de Flee, podría haber un revés.
En menor medida, el premio del sindicato de directores da algo de alas a Attica (Stanley Nelson), crónica desde el presente de uno de los motines más sangrientos acaecidos en una prisión estadounidense hace 50 años. Correcto y con momentos duros, puntualmente tirados a un exceso de sentimentalismo, su carrera irregular, el hecho de que sea una obra para televisión y los dos caballos ganadores de arriba son sus mayores obstáculos. El retrato de la China contemporánea, bañada por el capitalismo, la globalización y la productividad elevada a la máxima exponente que realiza Ascension (Jessica Kingdom) tiene pocas papeletas de sorprender en la gala porque a nivel narrativo es el más arriesgado al prescindir de hilo narrativo y fiarlo todo a la viñeta y al poder de sus (bellísimas) imágenes.
Esto implica que su público es más reducido y, pese a su innegable interés antropológico, parece que hay causas en otros temas que la Academia quiera dar más visibilidad. De esto podría beneficiarse Escribiendo con fuego (Rintu Thomas, Sushmit Ghosh), de intachable corriente feminista al seguir el día a día de las periodistas del único periódico de la India regentado por mujeres. Más allá de poner en valor el papel de estas mujeres, con las cuales es facilísimo empatizar, el film sirve como ventana a la región del país donde operan y, además, como estampa del oficio del periodismo y la transformación a la que se ha visto inmerso recientemente. Pero, a parte de estas cualidades, el documental ha tenido una cabida testimonial en la carrera.
Ganará: Flee
Debería ganar: Flee
Echamos en falta: The Sparks brothers
MEJOR LARGOMETRAJE DE ANIMACIÓN
Después del monopolio de Pixar en la categoría a finales de los 2000, Mejor Película de Animación ha dado lugar a carreras realmente emocionantes que han dejado la incertidumbre hasta el último momento. Este año hay tres frentes sólidos abiertos representados por propuestas dispares. A la cabeza está Disney con su película con más impacto popular desde Frozen, Encanto, propulsada gracias a una banda sonora pegadiza y a poner en el centro la comunidad latinoamericana -como ya hiciera Coco (Lee Unkrich, Adrián Molina) en 2017-, concretamente la colombiana. En una Academia que pretende ser inclusiva e internacional, Encanto es la opción de consenso al reunir todo esto en un entretenimiento absolutamente accesible para todo el mundo. Por notoriedad, en un afán de arrastrar audiencias y reconectar los premios con el público, Encanto también alimenta esta idea, la cual muchos precursores han comprado en su palmarés. No obstante, el film es mucho más convencional de lo que augura su premisa, presentando un guión más débil que muchas de sus competidoras.
Más sólido es su rival más directo, Los Mitchell contra las máquinas (Michael Rianda, Jeff Rowe), que también juega en la liga del entretenimiento disfrutón con una crítica a la sociedad de nuestros días esclavizada por la tecnología. Entendedora del lenguaje actual, con buenas dosis de humor y mucho corazón, Los Mitchell… han conquistado al público desde su estreno en Netflix la pasada primavera. Su arrase entre la crítica -por encima de Encanto-, y los 8 premios Annie refuerzan su posición, pero no cuenta con un factor diversidad tan marcado como el de Encanto, la cual le ha comido popularidad estos últimos meses. El tercer vértice es la película más adulta de la terna, la danesa Flee (Jonas Poher Rasmussen), que marca un hito al ser nominada simultáneamente en Película Internacional y Documental. Con una animación empleada con astucia y plena justificación, la odisea de un inmigrante afgano homosexual escapando del dominio talibán a inicios de los 90 ha conseguido el favor de la crítica y del (reducido) público que la ha presenciado, por su sensibilidad y crudeza, dejando momentos inolvidables. El revulsivo de la guerra de Ucrania, con la que comparte muchísimos aspectos, y la trascendencia del momento a nivel mundial puede propulsarla a la victoria y reincidir en la postura de la Academia como defensora de la paz para evitar más dolor humano que deriva en historias como las de Flee. Pero la animación adulta nunca se ha alzado con la victoria en este apartado y, teniendo a dos fenómenos como los mencionados antes, es posible que vuelva a quedarse esperando.
Ante la indecisión, Pixar a veces acaba siendo la solución y Luca (Enrico Casarosa) estaría en este cuarto puesto para la victoria. Como es habitual, Pixar destila imaginación en su diseño de personajes al servicio de una historia algo más convencional para sus estándares pero que funciona como un reloj y toca la fibra. A su manera, Luca también ha generado un cierto impacto popular desde su estreno en verano, impulsado en parte por el subtexto homoerótico que despiertan los dos protagonistas, así que tampoco resultaría una ganadora ajena y lejana, pero estamos en un año de alta competencia y es probable que esta vez Pixar no venda el pescado como antes. A los precursores nos remitimos. Finalmente, la segunda propuesta de Disney, Raya y el último dragón (Don Hall, Carlos López Estrada, Paul Briggs, John Ripa), se descarta para el triunfo porque es incapaz de sobresalir del éxito de Encanto y, la verdad, se trata de una cinta de aventuras clásica y con poco que aportar.
Ganará: Encanto
Debería ganar: Flee
Echamos en falta: ¡Canta! 2
MEJOR PELÍCULA INTERNACIONAL
La inclusión de Drive my car en mejor película la ponen a la cabeza el film de Hamaguchi, que ha cautivado a la crítica desde su presentación en Cannes y, como vemos, a los académicos. La inteligencia de su guión, la sensibilidad con la que trata los temas y ambientarse en el mundo del teatro y la interpretación la hacen plato de buen gusto para la victoria, y teniendo tan buen escenario, sería un shock de los grandes que no ganara. Sin embargo, este año la categoría ha tenido un altísimo nivel, solamente hace falta ver todas las grandes obras que se han quedado fuera, así que hay motivos de calidad para decantarse por otra opción -porque pensamos que a algunos académicos les costará sentarse a ver una japonesa de 3 horas-.
Y esta alternativa es La peor persona del mundo, una dramedia diferente sobre la crisis de la treintena que ha seducido a todo el mundo, tanto que se ha colado en Mejor Guión Original. Siendo una propuesta menos densa que la de Hamaguchi, llevada por un valor en alza como es el noruego Joachim Trier, el film podría adelantar a Drive my car perfectamente, pero una nominación para el premio gordo pesa mucho aquí. En mucha menor medida, estaría Flee, en caso que la Academia dejara un recado político y haga historia al premiar un documental, pero creemos que el film danés correrá mejor suerte en otras disciplinas.
Paolo Sorrentino partía como uno de los favoritos virtuales desde el estreno en el Festival de Venecia de Fue la mano de Dios, hasta muchos predecían que él sería la cuota europea que se haría un hueco en las categorías principales como guión, director o película por su autoficción en la Nápoles de los 80. Pero no ha sido así y el italiano puede dar gracias de haber llegado a la final y una presencia notable en los incontables precursores. Fue la mano de Dios se ha desinflado a lo largo de los meses, pero esto no quita que se trate de una de las cúspides de la compacta carrera de Sorrentino y que, de ganar, sería una honra para la categoría. Pero recordemos que Sorrentino ya fue recompensado por La gran belleza (2013) y, a no ser que haya algún motivo de peso -como puede ser el acto político que fue premiar por segunda vez Asghar Farhadi por El viajante (2016)- es más complicado repetir en tan poco tiempo.
En último lugar, tenemos a la bomba de las nominaciones, Lunana: a Yak in the Classroom (Pawo Choyning Dorji), la cual pasó por encima de muchas favoritas, proporcionando a Bután su primera nominación en la categoría. Lunana: A Yak in the Classroom es la vertiente feel-good que suele hacerse un hueco cada año y, también, un ejemplo de las nuevas cinematografías que acaban entrando por sorpresa pero que son signo de la multiculturalidad que ha llegado a la Academia para quedarse. La nominación ya es el éxito para el film más convencional de los candidatos.
Ganará: Drive my car
Debería ganar: La peor persona del mundo
Echamos en falta: Un héroe - Irán
Este año, la última iniciativa de la Academia para atraer audiencia consiste en entregar una estatuilla, basándose en las votaciones realizadas hasta el día 3 de marzo por Twitter. Haciendo una publicación con el hastag #OscarsFanFavorite y mencionando la película, los fans han podido darle su apoyo a Ejército de los muertos, premio de consolación para Zack Snyder, catapultar a la cantante Camila Cabello con Cenicienta (Kay Cannon), o provocar con El fotógrafo de Minamata, de Andrew Levitas con Johnny Depp. Ante este nivel de favoritas, suponemos que no tenemos otra que ir con Spiderman: No Way Home, pero lo mejor será que se lo llevé un despropósito y la Academia recapacite de cara al futuro para eliminar esta iniciativa tan populista y mal planteada que devalúa el prestigio de los premios. La votación no, pero los hashtags siguen activos. La noche promete.
El año pasado por primera vez la Gala se retransmitió en más de una sede, pero ahora la incidencia de la pandemia no parece tan alarmante, así que los Oscars vuelven a su hogar desde 2002, el Dolby Theatre de Los Ángeles. La ceremonia quiere ser vista como una pieza de entretenimiento en sí misma, por lo que se ha contratado a 3 presentadoras, todas ellas cómicas, Regina Hall, Amy Schumer y Wanda Skyes. Se comenta que el evento se dividirá en tres partes de una hora y cada artista presentará una. Recordamos que muy a nuestro pesar, la Academia ha decidido anunciar ocho premios de manera anticipada a la Gala para “aligerarla”. Será muy interesante ver si este sacrificio (y sacrilegio) sirve para mejorar las cifras de audiencia. Y comprobar, a la vez, a qué destinarán el tiempo en la gala.
Como cada año, la Gala nos tendrá sorpresas reservadas, pero por ahora…
NUESTRO RECUENTO, EN RESUMEN:
Dune - 5
CODA - 2
El método Williams - 2
El poder del perro - 2
Los ojos de Tammy Faye - 2
Belfast - 1
Cruella - 1
Drive my car - 1
Encanto - 1
Flee - 1
Sin tiempo para morir - 1
West side story - 1
Peti roja - 1
The long goodbye - 1
The Queen of Basketball - 1