SEFF 2021 - DÍA SEIS
La memoria del conflicto y el humanismo dominan la programación de hoy del festival.
Nuestra nueva jornada en El Festival de Cine Europeo de Sevilla no puede empezar de mejor forma con Memory Box de los libaneses Joanna Hadjithomas y Khalil Joreige donde un comienzo tan sencillo con unas navidades en familia entre una hija, su madre y su abuela, llegará un paquete dirigido a la madre en el que se descubrirá toda una suerte de recuerdos de todo tipo entre esta y su mejor amiga durante la guerra del líbano y que se basan libremente en memorias de Hadjithomas y fotografías de Joreige.
Es esta apertura a los recuerdos la que posibilita a ambos directores al juego constante con el dispositivo cinematográfico donde seremos testigos de unos bellísimos saltos temporales, de mezclas y transformaciones de los formatos mientras vamos entendiendo la relación de esta madre con su mejor amiga, con su entorno y por qué ella tuvo que huir con su familia a París dejando todo lo que quería atrás.
Tras un epílogo más convencional de vuelta al hogar y reencuentros, es con la figura de la hija, y su móvil, dispositivo que ahora es la nueva caja de recuerdos familiar donde volveremos al asombro mirando al sol.
Y continuamos con recuerdos en la notable Flee del danés Jonas Poher Rasmussen donde a través de la animación nos adentraremos en los recuerdos de Amin, refugiado afgano homosexual, y de todo su viaje de huida con su familia escapando de un país que no los quiere y llegando a una Rusia corrupta que se aprovecha de la inmigración.
De la propuesta nos interesa como tras el recurso de la animación luego el director decide apostarlo todo a una cámara psicoanalítica con Amin tumbado en un cama mientras el dispositivo registra sus memorias y como gracias a este se llega a todo un exorcismo de los demonios interiores y exteriores del joven hasta llegar a desvelar su mayor secreto que además podría poner en peligro toda su nueva vida.
Por el camino, el filme nos regala con auténticas escenas para el recuerdo como unas relacionadas con el primer Mcdonalds inaugurado en Moscú como prueba de la victoria del capitalismo sobre el viejo comunismo tras la caída del muro de Berlín.
La sesión de la tarde es para Tres Pisos de Nani Moretti, en la historia de tres familias que viven en el mismo edificio pero en pisos distintos y que el director trata como tres tramas paralelas que no necesitan entrelazarse para tener consistencia propia.
Volvemos a tener al Moretti humanista, interesado en las relaciones personales y nada maniqueo, donde sus historias no tienen buenos ni malos sino personas que toman decisiones más o menos acertadas y aceptan las consecuencias como pueden, también más maduro en el terreno formal y con el que algunos compañeros, y nosotros estamos de acuerdo, han relacionado con el actual Pedro Almodóvar ya que ambos han decidido dejarse en artificios en sus historias (en Moretti ya había pocos) y contarlas desde el grueso del relato, donde en Almodóvar por ejemplo ya no vemos ni siquiera unos carteles avisando del paso del tiempo (cosa que sigue pasando en Moretti. También es cierto que el recuerdo del director manchego viene irremediablemente cuando Moretti en una de sus historias parece estar haciendo su propia versión de "Julieta" sin caer en plagios innecesarios y regalando además momentos brillantes como ese reencuentro entre paneles de abejas.
Y no nos vamos a olvidar de la maravillosa banda sonora de Franco Piersanti, intimista y sensible cuando el momento lo requiere y que se pone juguetón cuando Moretti le prepara esa escena de la milonga clandestina, auténtica catalizadora del relato.
Nuestra jornada acaba con la alemana Fabian. Going to the Dogs de Dominik Graf y basada en la novela homónima y en parte autobiográfica del escritor Erich Kästner donde el protagonista, Jakob Fabian es un escritor enamorado de una aspirante a actriz en la alemania de los años 30 y este, muy moral con la actitud de los ciudadanos de su época no deja de advertir y criticar el desenfreno con el que viven mientras se está gestando algo muy siniestro ante sus propios ojos.
Las tres horas que dura el filme resultan agotadoras sobre todo por esa necesidad constante del director en demostrar que sabe usar la cámara entre planos secuencias, pantallas partidas, imágenes de archivo… todo un maremágnum de recursos utilizados sin motivos concretos y que al final resultan reiterativos e innecesarios para la historia que se quiere contar.
Tanta parafernalia que lo que intenta ocultar es la esencia de la novela original y que aquí brilla por su ausencia.