Algunos Días: Una mujer bajo la influencia
Texto y dirección
Cristina Rojas
Coreógrafa
Ana Barcia
Asesoría de dirección artística
Raquel Mirón
Ayudante de dirección
Victoria Lahera
RepartoAna Barcia (La premio nacional), Pablo Chaves (El padre muerto y el perro), Manuel Egozkue (El novio de ella joven, pianista, el repartidor del indio y el perro), Raquel Mirón (La monja, Lucrecia, la actriz que hace de la ex, la perra y la actriz que hace de utilera),
Inicialmente, “Algunos días" se presenta como la historia de una actriz que recibe una llamada del Centro Dramático Nacional para dirigir una obra de teatro. Se trata de una oportunidad única que puede darle el impulso definitivo en su carrera para lograr la fama y la atención que merece en el mundo escénico. Solo hay un pequeño problema: la protagonista se encuentra en un difícil momento creativo y no logra concentrarse para escribir una gran obra. Necesita ayuda.
Con este punto de partida, Cristina Rojas, quien además de escribir el texto, lo dirige y protagoniza, se abre en canal para ofrecernos un interesante relato en el que nos habla sobre todos aquellos momentos que cambiaron su vida y se quedaron grabados a fuego en su memoria. Son pequeñas escenas o cuadros que componen el mapa de sus sentimientos más íntimos y personales. En palabras de la propia autora: Algunos días te marcan la vida para siempre, son días especiales que hacen que seas como eres, no son de relleno, son un antes y un después.
La obra busca recrear algunos de estos momentos al tiempo que nos introduce en la mente de una mujer insegura que no logra encontrar su rumbo creativo y personal. Su mente es un torbellino de ideas, lo que se refleja de forma muy clara durante la función. Todo ello mientras el resto del reparto, encabezado por Ana Barcia, Pablo Chaves, Manuel Egozkue, Raquel Mirón, María Mota y Homero Rodríguez, dan vida a personajes pintorescos que parecen salidos directamente de una película de Fellini o Berlanga.
No obstante, "Algunos días" es una obra difícilmente clasificable que toma rumbos que la alejan totalmente de las convenciones del género. Sí, es evidente que a Cristina Rojas le gusta jugar, quizás demasiado, con la cuarta pared y con el metalenguaje escénico, pero hay tanta honestidad y talento en escena que esos pequeños vicios son perdonados.
La simpatía y el carisma de sus criaturas escénicas nos trasladan de lleno a su mundo poético y será difícil no emocionarse en algunos momentos muy acertados, como esa bellísima recreación que hace de su padre fallecido o un pequeño cuadro escénico en el que una chica declara su amor eterno a su primera pareja. Según confiesa la propia autora en escena, es lo mejor que ha escrito.
La obra comienza con una dedicatoria a su padre, seguida de un cartel en el que se dice que cualquier parecido con la realidad será casualidad. Desconozco cuánto será creación y cuánto será biografía, pero todo respira verdad y amor por el teatro y el cine. Hay un homenaje claro a Cassavetes, Fellini e incluso al "Omega" de Lagartija Nick y Morente. Son detalles y pinceladas que dan vida a una obra llena de sentimientos y recuerdos que se convierte en una inmensa celebración de los buenos momentos.
Su humor e ironía, otro de los grandes pilares de la obra, también se perciben muy sinceros y nada forzados. Cristina Rojas nos abre su mente y su corazón para ofrecernos un mundo lleno de poesía y belleza, pero también de curvas, laberintos e inseguridades.
La culminación de la obra se presenta como una brillante representación del caótico proceso creativo del director que concluye, como no podía ser de otra manera, a ritmo de Pulp. Puede gustar más o menos, pero resulta indudable que se trata de una de las propuestas más atractivas y cautivadoras de la temporada en el Centro Dramático Nacional.