Entrevista en exclusiva a Emiliano Torres, director de “El Invierno”
Con la hostilidad de La Patagonia, el salvajismo de su geografía inhóspita y un enfrentamiento entre dos personajes hermanados por la soledad y la necesidad de sobrevivir, la ópera prima de Emiliano Torres, que acaba de obtener dos premios en el Festival de San Sebastián, mezcla géneros y lo hace a consciencia sin perder de eje la visión y la mirada de su director. En esta entrevista exclusiva, el realizador nos cuenta la aventura de filmar El Invierno.
Pablo E. Arahuete: – En la película hay un protagonista y un antagonista definidos, la inversión de roles entre Evans y Jara también se produce. ¿Planteaste la diferencia generacional como uno de los puntales de la rivalidad entre estos personajes o retrataste simplemente la lucha por sobrevivir en ese escenario hostil
Emiliano Torres: – Creo que es una combinación de ambas cosas. La diferencia generacional es claramente necesaria para describir el final de un ciclo y el comienzo de otro. La lucha primitiva del joven y el viejo, la idea de que algo tiene que morir para que algo nuevo nazca, un tema que de alguna manera también describo con el ciclo de la naturaleza y el cambio de estaciones. Pero no creo que en este caso sea el motivo principal del enfrentamiento y la rivalidad. Solo hay trabajo y lugar para uno, y más allá de la edad, Evans pelea por defender lo poco que ha logrado conseguir y Jara da batalla por encontrar un lugar mejor para su él y familia. Son como dos caras de la misma moneda, el mismo personaje en dos momentos distintos de la vida.
P.E.A.: – Tengo entendido que padeciste el invierno patagónico mientras rodabas un documental hace varios años. ¿Cuánto tomaste de esa experiencia para encarar este rodaje, teniendo en cuenta que se trata de ficción y tomas preestablecidas?
Emiliano Torres: – Yo estaba de paso y no corría ningún riesgo, era un visitante y lo que vivía no era otra cosa que una aventura más de rodaje. Estuve un día refugiado en una estancia esperando a que pase un tormenta de nieve, y tomé de ese momento y del capataz que me dio refugio algunos elementos para comenzar a escribir. Al irme y ver cómo la estancia se convertía en un punto en el paisaje me di cuenta que a pesar de haber pasado un día entero con él no sabía nada de su historia, quizás por eso comencé a escribir la parte del relato que faltaba.
Me resulta difícil contabilizar o medir cuánto finalmente tomé de esa experiencia en concreto, probablemente haya tomado más de mi mismo en ese momento y de cómo lo que viví durante ese viaje me afectó, que de los hechos o situaciones concretas que vi y viví. Quería escribir acerca de ese contexto en particular, pero también quería lograr lo que a veces se logra con una buena historia, disparar asociaciones e interpretaciones que nos transportan mucho más allá de la trama. Creo que parte de la fuerza de esta historia tiene que ver con los relatos que encierra.
En términos de puesta en escena no hay nada demasiado concreto que haya conservado de esa experiencia, sensaciones quizás, la manera en que ese capataz tenía de mirar a través de la ventana, de esperar, esa relación tan particular que los hombres de campo tienen con el tiempo. Más que llevar esas imágenes y sensaciones a la película, las incorporé a mi mismo, intenté observar el entorno como lo harían ellos.
P.E.A.: – ¿Cómo surgen los personajes de tu película, tienen relación directa con alguien de la realidad?
Emiliano Torres: – En este caso comencé por el viejo capataz de la estancia, había quedado cautivado por ese personaje solitario y hosco, de rasgos anglosajones que más que vivir resistía en su pequeña y desvencijada casilla, mientras estaba a cargo del cuidado de la estancia de un dueño sin nombre. Años después volví a viajar al sur de Santa Cruz y lo busqué sin suerte. Las historias acerca de su paradero eran confusas y contradictorias, algunos me decían que vivía como un ermitaño en la motaña, otros que se había suicidado antes de que llegara un medico que debía revisarlo, también había una versión de que había muerto durante una helada. Era como si nunca hubiese existido. Las historias de capataces de estancia con finales trágicos se repiten en estos lugares, la soledad se hace carne y sobre el final del recorrido se niegan a recibir cualquier tipo de ayuda o asistencia.
Transformo, mezclo y deformo la realidad para construir los personajes, finalmente queda poco de los personajes reales en los que me basé. Pero a veces suceden cosas extrañas, buscando locaciones en una de las estancias en las que finalmente filmé, entre mates y torta frita conté la historia de la película a los propietarios para que supieran porque estaba ahí. Dos años después, al volver a la estancia para filmar me entero de que en esa estancia había sucedido algo muy similar a lo que narraba en mi película. La construcción de esta historia pasó por un proceso muy particular, un recorrido que va de la realidad a la ficción y finamente de nuevo a la realidad.
P.E.A.: – ¿Asimilaste la adversidad de la geografía como una oportunidad para el drama y el suspenso, elementos claves en tu película?
Emiliano Torres: – Es un territorio en donde todo se vuelve tan difícil como esencial, la naturaleza es el enemigo. Se mata o se muere. Necesitaba trasmitir esa relación que estos hombres tienen con el medio que los rodea, ya no como una postal bella y armoniosa del paisaje, sino como lo que realmente es, una verdadera lucha por sobrevivir.
El lugar, el aislamiento y las inclemencias del clima eran parte esencial de la construcción del relato. Necesitaba ambientar la película en un contexto en el que la tragedia de estos dos hombres luchando por un trabajo miserable se magnifique.
P.E.A.: – Da la sensación de que hay un juego entre lo camaleónico y la mímesis entre los dos personajes. ¿Fue buscado por vos a la hora de escribir el guión o tenías en mente marcar las diferencias, más allá de la edad?
Emiliano Torres: – Fue buscado, me interesaba explorar esos puntos de contacto entre los personajes. La manera en que el ángel se transforma en demonio y viceversa. Es un recurso tan clásico como efectivo. Por supuesto Evans y Jara tienen características bien distintas, uno es un hijo de ingleses que ha perdido todo contacto con su historia y su familia, y el otro es un trabajador golondrina que llega de Corrientes y que ve la oportunidad de construir un futuro para su familia en ese lugar. Son universos distintos, pero que comparten el desarraigo y la soledad como destino común.
P.E.A.: – A la hora de pensar en el rodaje y en la puesta en escena, ¿qué fue desde lo externo y lo climático particularmente lo más condicionante?
Emiliano Torres: – La nieve probablemente. El cambio climático hace que las nevadas sean pocas e impredecibles, no podíamos tener a un equipo técnico esperando a que ocurra la nevada, así que tuve que adaptar el guión y la puesta en escena sobre la marcha y en función del clima. Todavía recuerdo la noche en la que cayó una nevada muy grande en El Chaltén, el pueblo en invierno estaba prácticamente cerrado, nuestro hotel era el único abierto y nosotros los únicos visitantes. La nieve se acumulaba de un modo en el que no la había visto nunca, yo saltaba de alegría. Me fui a dormir pensando en la libertad con que filmaría al otro día. Al llegar a la estancia y menos de 8 horas después no quedaba nada de nieve y el sol brillaba como nunca. Era como si estuviéramos en las Sierras de Córdoba. Cada jornada nos deparaba una nueva sorpresa y para poder seguir adelante tenía que replantear diariamente no solo la puesta, sino el guión. Un guión muy preciso que me había llevado un par de años entre escrituras y reescrituras. Fue difícil, agotador y por momentos insoportable, pero finalmente fue lo mejor que podría haber sucedido. Las circunstancias nos obligaron a encontrar soluciones que en la mayoría de los casos resultaron más efectivas que las que tenia detalladamente descriptas en mi guión. Al tercer día de rodaje decidí dejar el guión en el hotel.
Tuvimos que salir a buscar zonas nevadas en los lugares más altos, que es donde más nieve se acumula, pero al mismo tiempo son zonas de muy difícil acceso y que implican infinitas caminatas arrastrando equipos por la nieve y con temperaturas bajo cero. Al mismo tiempo estos traslados me dejaban con poco tiempo útil de rodaje, por lo que debía tomar decisiones muy rápido, rodar los planos y tomas imprescindibles y seguir adelante. Este ejercicio casi zen, me obligó a ir más allá de la película que había imaginado y a entrar en verdadero contacto con el lugar, ya no como un escenario en el que se desarrollaba la historia que escribí, sino como un protagonista más.
P.E.A.: – ¿Cuánto tiempo llevó el rodaje de El Invierno y cómo trabajaste el tema del casting y con los propios lugareños?
Emiliano Torres: – Tuvimos que dividir el rodaje en dos etapas para poder abarcar los cambios en el paisaje y esperar los tiempos de arreo y esquila del ganado ovino, algo no muy usual en largometrajes de ficción y que implica unas cuantas complicaciones y riesgos. El rodaje llevó dos semanas en invierno y cuatro en verano.
En una primera instancia busqué a los protagonistas en Buenos Aires, pero no lograba dar con lo que necesitaba. Buscaba dos actores que trajeran con ellos algo del imaginario de los personajes, que se mimetizaran perfectamente con el entorno y que al mismo tiempo tuvieran la capacidad expresiva necesaria.
Decidimos hacer un casting regional en el noreste y en un casting en Misiones di con Cristian Salguero. La conexión fue inmediata, Cristian no sólo tiene gran conciencia de lo que implica el desarraigo y las injusticias propias del trabajo rural, sino que posee una fuerza expresiva única, tan conmovedora como violenta. En Santiago de Chile y por mera intuición entrevisté a Alejandro Sieveking, gran actor y dramaturgo chileno, otro golpe de suerte, apenas lo vi supe que había encontrado a Evans.
El casting se complementó con actores que ya conocía como Adrián Fondari, a quien conozco desde hace mucho tiempo, tanto que su personaje lo escribí pensando en él. También se incorporaron Pablo Cedrón y Mara Bestelli, dos actores tan sutiles como generosos.
Con la gente del lugar llevamos adelante un casting en El Chaltén y otro en Río Gallegos. Extrañamente no es tan sencillo encontrar gente de campo en la Patagonia y mucho menos que estén dispuestos a actuar, en ese sentido fue importante el acercamiento individual para generar lazos firmes de confianza. Me dediqué a contarles individualmente la historia de mi película y ellos a contarme la historia de sus vidas. El rodaje con ellos fue muy divertido porque no solo actuaban sino que al ser verdaderos baqueanos nos ayudaban con cada inconveniente que se nos presentaba, eran como nuestro pequeño ejercito que nos rescataba cada vez que estábamos en problemas. No veo la hora de mostrarles la película y compartir anécdotas de esos pocos pero intensos días.
P.E.A.: – La mixtura de géneros es un aspecto central de tu ópera prima, ¿cómo te manejás con la idea de mutación en un mismo relato? ¿Cuáles son tus referentes desde el punto de vista cinematográfico?
Emiliano Torres: – Intento escribir sin demasiados prejuicios respecto del género, me guío sólo por las necesidades del relato sin intentar imponerle un género u otro. Concibo estructuras que luego desdibujo o velo, sucede algo de eso con el thriller en esta película, está presente pero a la vez está apagado, es realista, poco estilizado.
No tengo referencias cinematográficas muy marcadas, mis gustos son amplios y entre mis influencias pueden convivir cines tan contradictorios entre si como el de Scorsese, Herzog o Bresson. Intento no mirar cine ni buscar referencias mientras filmo, busco que el estilo se manifieste durante el rodaje ya no como algo impuesto previamente sino como una necesidad dictada por la película misma. cinefreaks.net