CRÍTICA DE TEATRO

El Proceso: Kafka en el María Guerrero

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EQUIPO

Versión y dirección

Ernesto Caballero

Escenografía

Monica Boromello

 Iluminación

Paco Ariza

 Vestuario

Anna Tusell

 Música original

José María Sánchez-Verdú

Reparto

Felipe Ansola (Estudiante, Azotador, Fabricante), Olivia Baglivi (Señora Bürstner, Leni, Niña Titorelli 1), Jorge Basanta (Willem, Huld), Carlos Hipólito (Josef K.).

CRÍTICA

Se suele decir que algo es kafkiano cuando nos enfrentamos a situaciones absurdas o angustiosas. Momentos surrealistas que transforman nuestras vidas en laberintos y pesadillas de las que es imposible salir.  Este es precisamente el ambiente que se respira en El proceso, novela de Kafka que se publicó de manera póstuma en 1925 gracias al empeño de su íntimo amigo Max Brod. Aunque el autor checo no pudo realizar las correcciones finales (y si por él fuera se habría quemado el manuscrito a su muerte), se trata de una de las mejores novelas de Kafka junto a El castillo y La metamorfosis para entender sus inquietudes y temores.

Precisamente la pesadilla kafkiana es el gran pilar sobre la que se asienta la nueva producción de El proceso que podremos ver en el Teatro María Guerrero hasta el dos de abril. Ernesto Caballero dirige una versión que ahonda en el carácter surrealista y pesadillesco del texto original. “Alguien debió haberme calumniado, porque, sin haber hecho nada malo, una mañana fui detenido. Así comienza la historia de este banquero que se verá inmerso en un proceso judicial sin sentido del que es imposible escapar o encontrar respuestas coherentes en el sistema burocrático-administrativo. Ser juzgado ya es una condena en sí misma.

La versión que nos trae el Centro Dramático Nacional no busca separarse demasiado de las inquietudes presentes en el libro de Kafka. Solo algún ligero cambio en el que Caballero traslada la acción a la primera persona o modifica el orden de algunas escenas, pero en esencia mantiene todos los elementos más característicos del libro, especialmente los referentes a la ácida y demoledora visión que tenía el escritor checo del sistema judicial y democrático de Europa.

Es en este punto es importante recordar que Kafka vivió en un momento de máxima inestabilidad política donde el auge de los totalitarismos y el odio hacia los judíos empezaba a ser una realidad demasiado presente. Lo cierto es que gran parte de la familia de Kafka moriría años después en campos de concentración y si la tuberculosis no lo hubiera matado con 40 años es muy probable que él hubiera tenido un destino muy similar. Todo este miedo y angustia vital está muy presente en la obra.

De modo veremos que EL proceso está escrito como si de una pesadilla se tratara, y la versión que nos trae El Centro Dramático Nacional ahonda especialmente en ese mundo de tinieblas y dobles verdades en el que se mueve el protagonista, en esta ocasión muy bien interpretado por Carlos Hipólito. Su Josef K es un personaje misterioso y poco claro que no es culpable pero tampoco totalmente inocente. Su vida y actuación ante el proceso judicial es inexplicable, haciendo suyo de forma clara el termino kafkiano. Hipólito se desenvuelve por el escenario con su simpatía y carisma habituales, dando a la obra un toque muy especial.

La escenografía de Mónica Boromello contribuye de forma clara a crear una sensación irreal y absurda con unas ventanas-mesas que irán creando distintos espacios y que al mismo tiempo provocan un juego muy interesante de sombras y falsos reflejos. Completa el reparto Felipe Ansola, Olivia Baglivi, Jorge Basanta, Paco Ochoa, Ainhoa Santamaría y Juan Carlos Talavera. Todos muy bien y contribuyendo de forma clara a dar a la obra ese toque críptico y paranoico tan clave.

No olvido mencionar el gran trabajo que hace Alberto Jiménez al dar vida al emblemático capellán de El proceso, segundo mejor personaje de la obra y responsable de contar el famoso y universal relato sobre un campesino que busca entrar en el reino de la justicia. Un cuento que ha inspirado multitud de relatos y que quizás se encuentra entre los momentos más inspirados del autor checo.

Finalmente, El proceso es una interesante obra para acercarnos a una de las grandes obras maestras que cambiaron la forma de entender la narrativa a comienzos del siglo XX.