El último austrohúngaro. Conversaciones con Berlanga.
CRÍTICA DE NURIA VIDAL
El último austrohúngaro. Conversaciones con Berlanga, Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les. Alianza Editorial
En 1981, cuando Berlanga tenía 60 años y había hecho doce películas, los jóvenes críticos Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les publicaron un libro de entrevistas con el director. En el año 2010, a las puertas de los 90 años, Luís García Berlanga murió sin que Hidalgo y Hernández Les hubieran podido hacer una segunda parte hablando de las seis películas que dirigió después de la publicación del libro. Entonces pensaron que sería una buena idea recuperar, revisado y aumentado, esas conversaciones con Berlanga. Pero el tiempo y la vida son implacables y fueron pasando los años. Juan murió en el 2019 sin que el proyecto llegara a realizarse.
Ahora, a punto de comenzar el año en el que Berlanga habría cumplido cien, Manuel Hidalgo ha decidido hacerlo como homenaje al cineasta valenciano y como recuerdo al amigo y compañero. Y aquí están estas Conversaciones con el último austrohíngaro que nos devuelven las agudas palabras y las poco ortodoxas reflexiones del director en un texto que se complementa con una crono-biografía y una filmografía comentada. Al final de la charla sobre El verdugo, Berlanga afirma muy convencido: “¿Cómo me gustaría morir? No muriéndome”. Creo que en cierto modo, Berlanga lo consiguió. Berlanga no se ha muerto, está en sus magníficas películas, está, incluso, en sus malas películas. Berlanga nunca será un director que se pueda encerrar en un museo.
Desde Bienvenido Mr Marshall, tan vigente ahora que estamos esperando el dinero caído del cielo europeo, soñando como lo vamos a usar, igual que los habitantes de Villar del Río, hasta Todos a la cárcel, miserablemente de moda con los casos de corrupción constante en todos los ámbitos, pasando por la mirada tierna y nada revanchista sobre la guerra civil en La vaquilla, el ácido retrato de la transición del ciclo Nacional o ese Plácido navideño en este año en el que, no solo no hemos podido sentar un pobre a la mesa, sino que casi no nos hemos podido sentar nosotros mismos, su cine, su memoria, su falta de convencionalismos siguen vivos y muy presentes.
Vale la pena leer el libro, pero sobre todo, vale la pena volver a ver sus películas. (en Flixolé hay por lo menos 12 de sus films).