Se toma prestada una reflexión que el periodista Antonio Sangiao, uno de los profesionales que mejor sabe qué hacer para que un negocio navegue con buen rumbo por las infinitas aguas de Internet, tendió en una red social: "Uno va a ver qué opciones tiene para crear una empresa en Galicia. Entra en la web del Igape, se va a la opción "Crear una empresa" y, claro, busca algo básico como "Financiación". Ahí aparece una opción de "ayudas" y, piensas: "Caray, la Xunta realmente fomenta la creación de nuevas empresas ¡Si hasta tiene ayudas y todo". Claro que luego pinchas en "Programas de axudas" y esto es lo que sale: Error 404. Éste es el país en el vivimos. Un enorme error 404. Lo que buscas no existe". Se trata de una descripción insuperable de lo que sucede detrás de la fachada virtual.
Hasta en la desfachatez o en la dejadez administrativa hay gente que percibe una rendija para sacar adelante un negocio. Normalmente es peña que no suele pedir permiso ni depender de la autoridad de turno para embarcarse en una aventura empresarial. "Lo comparto porque es la (p...) vida misma. Plataforma Error 404, ya. Camisetas, gorras, banderines, una canción, mochilas para el cole". El que le siga el paso igual acaba forrándose. Hay que reconocer, además, que sería un atinado nombre para un movimiento social con el objetivo de cambiar el rumbo errático de un país empeñado en dejar de existir.
Otro colega de Antonio Sangiao aportó a la denuncia una dosis de pragmatismo en un comentario cargado de retranca: "Eso te pasa por mirar en Internet temas que hay que tratarlos más personalmente en los despachos, ya sabes. Tú me das, yo te doy". Y también tiene razón. Esa manera de actuar nos ha traído hasta una situación de alarma social. Semeja imposible que volvamos a desandar el camino de la decencia porque la sociedad ya no está dispuesta a tragar con determinados desmanes, aunque también es cierto que ahora mismo el exceso de celo de los bisoños gobernantes para no meter el zueco propicia que las licencias de obra hayan menguado a un ritmo preocupante, máxime cuando se calcula que una restauración necesaria de una fachada puede emplear a seis o a siete personas. Quizá el error sea creer en las ayudas. Mejor será ponerse con la camiseta.