CRÍTICA DE CINE DE ESTRENO EN URUGUAY

Close: Emociones disociadas

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Próx. VoD | alquiler 17 de marzo  

Título original

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Año
Duración
104 min.
País
 Bélgica
Dirección

Lukas Dhont

Guion

Lukas Dhont, Angelo Tijssens

Música

Valentin Hadjadj

Fotografía

Frank van den Eeden

Reparto

Eden DambrineGustav De WaeleÉmilie DequenneLéa DruckerIgor van DesselKevin JanssensMarc Weiss

Compañías
Coproducción Bélgica-Francia-Países Bajos (Holanda); 

Menuet Producties, Diaphana Distribution, Topkapi Films, Versus Productions

Género
Drama | AmistadInfanciaAdolescencia
Sinopsis
Léo y Rémi, de 13 años, son amigos de toda la vida. Hasta que un suceso impensable los separa. Léo se acerca entonces a Sophie, la madre de Rémi, para tratar de entender. 
 
CRÍTICA

Soberbio planteamiento minimalista para un melodrama parco en detalles y recurrente en afectos. Mucha cámara en mano, a manera de documental, aumento de la participación del espectador y refuerzo del sentimiento, trae está película de Lukas Dohnt que, definitivamente nos involucra en una experiencia emocional tan simple como profunda. Narrativa cargada de sobreentendidos,  silencios que relatan con fuerza la emoción, un enfoque que se dispara hacia regiones de reflexión vigentes en pleno siglo XXI.

Historia de una intensa amistad, Leo y Lemi, dos adolescentes que ingresan en la escuela secundaria; en medio de la curiosidad y la burla sobrevendrá la tragedia y la afectación de las familias.

Duda sembrada desde el comienzo, dos chicos de 13 años se muestran unidos y: ¿afectuosos en “exceso”? Aquí es donde el prejuicio se activa, es llamativo, pero, ¿por qué habría de serlo? La película no ofrece pistas acerca de la homosexualidad y, aunque esto sucediese, desde el punto de vista evolutivo sería un comportamiento esperable, no aseguraría un futuro gay que, de por sí, a esta altura no debería ser objeto de cuestionamiento. De todos modos, sobre estas premisas existe un juego; el impacto sobre el espectador viene mediado por corroboraciones que no parten del adulto, sino de los propios adolescentes. La duda es compartida.

 Se nos pone sobre aviso acerca de cuestiones de género, roles preestablecidos, varones que no deben mostrar sus afectos; lo hacen en completa inconsciencia, ignoran las repercusiones. Las familias tampoco cuestionan; el filme defiende la expresión del afecto independientemente del género, algo no necesariamente ligado a componentes del deseo sexual.

Las emociones aparecen disociadas; el peor efecto del prejuicio se sostiene en las dificultades para ponerlas en palabra. El discurso es obturado por insensibles suspicacias, la trasmisión de afecto no admite, ni contacto físico ni atención constante, cuestión sí permitida entre niñas y mujeres.

El yeso es rigidez liberadora, indicio de un final en la confesión; atesoramiento de sentimientos desbordantes que se irán reacomodando más allá del tiempo diegético. La aceptación del adulto es aval, reconciliación con la culpa en medio del mutuo sufrimiento; Leo y Sophie  se encuentran en la naturaleza.

Tratamiento mesurado, sobrio, respetuoso y delicado, sin excesos ni exabruptos, nos toma de la mano, nos muestra, sin alharaca, lo necesario de la contención entre humanos, a la vez que la crueldad social entre pares. Procedencia de imaginarios que denuncian regiones inestables aún no desterradas; lógicas gregarias, de aceptación limitada, nos sumergen en el corazón de la fatalidad inducida sin quererlo. Adolescentes en representación de un sistema aún impregnado de hipocresía, el descuido se vuelve secreto frente a la fragilidad del retraimiento. Falta de reciprocidad que duele en la ausencia de costumbre.

Dos niños bien diferentes, la sensibilidad extrema termina inclinando la balanza frente a las exigencias de la vida. Una puerta rota es símbolo de privacidad, solo en apariencia desterrada; conexión en imágenes sutiles, palabras acordes nos explican. La lógica del silencio se extiende, irrumpe la parquedad de contenidos, la función del lenguaje trastabilla impulsada por el miedo. El diálogo oculta, la imagen muestra en acuerdo a la parsimonia de lo obvio. El secreto es legitimado por los hechos, el temor y el dolor, cimentados en la ira por la culpa. La tristeza de Leo muda, la rabia desestabiliza a la espera de aceptación externa. La madre de Remi es eslabón necesario, la pieza con vivo potencial curativo. El perdón se traduce en fatalidad ajena a la voluntad, atenuante  perseguido desde movimientos contrarios a una adecuada resolución.

Leo se despatarra sobre el hielo a cada instante, el jockey no funciona, las distracciones son más fuertes, las excursiones sin ton ni son lo empecinan en huidas y llegadas a la casa de su amigo; campea una disimulada indecisión gobernada por el miedo. Idas y venidas que denotan inquietud en medio de una cinta lenta por permanente detención en rostros y posturas, movimientos cotidianos que pretenden asociar actividades diarias a sentimientos sin resolver. La incongruencia es notoria, rompe los ojos, se refuerza en la lentitud de transcursos silenciosos, trivialidades que ocultan verdades que no será necesario desarrollar, la intención del filme no lo requiere, aunque, aun así, será fuente de inevitables reflexiones.

Leo es soporte para la fragilidad de Remi, más tarde, será él quién requerirá de sostén. Ambos son opuestos en su accionar, a la vez que complementarios. La descarga será por el deporte, la cuestión más física; o mediante el arte, el llanto, lo más directamente sentimental en la expresión.

Leo apela al jockey sobre hielo, Remi al oboe, que tan mal ejecuta su amigo; de lo más expansivo al clasicismo más estructurado, la música provee la expresión acorde a la persona, el carácter retraído se apoya en la amistad única.

Por si acaso, el discurso escasea y eso terminará siendo letal. Las formas de expresión evaden la palabra cuando más se necesita. La vergüenza parece ser razón común para el silencio; la confianza de los padres se vuelve cómplice en una inoperancia compartida producto de pautas sociales invisibles, aunque inferidas. El filme juega con eso, esparce elementos inexplicados que remiten a estructuras configuradas desde la vivencia de una externalidad inconexa y difusa. Nueva razón para que falten palabras, tampoco los adultos las tienen.

El conflicto se vuelve sospecha, toma su tiempo en la expresión; las limitaciones son de todos, la cultura sabe impartir homogeneidad, no es cuestión de inmadurez o inconsciencia adolescente, es algo mucho más complejo e inasible; la imaginación colectiva agita fantasmas que, por tales, dejan de tratarse. La cinta funciona a manera de caja de resonancia, esparce  cuestiones indecibles, puro razonamiento lógico a predominio de la imagen.

Pacífica entrega de contenidos hacia una delación de conflictos inconfesados de ramificación social, desde ahí llegan los problemas; movimientos trascendentes e inasibles que hablan por bocas adiestradas; las nuevas ideas resbalan ante viejas realidades colegidas desde el sentido común. Doble vía que desacredita el discurso, a la vez que lo vuelve imprescindible. La crueldad se traduce en curiosidad y “juego adolescente”; la masculinidad no se toca, so pena de graves consecuencias para la estima personal. En su defensa llegan acciones que contradicen vientos actuales. El respeto a la diversidad es un eslogan: quien la defienda es aplaudido, quien la ejecute es pisoteado.