CRÍTICA DE CINE

El Fred Que Crema (El Frío Que Quema): El lugar que mantiene la llama

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El frío que quema

Próximos estrenos España 20 de enero

Título original

El fred que crema
Año
Duración
116 min.
País
 España
Dirección

Santi Trullenque

Guion

Agustí Franch, Santi Trullenque

Música

Francesc Gener

Fotografía

Àlex Sans

Reparto

Greta FernándezRoger CasamajorPedro CasablancAdriá ColladoDaniel HorvathKsawery SzlenkierElisabet TerriNil PlanesKasia KapciaPeter NikolasAlbert Vilcan

Compañías

Arlong Productions, Films de l'Orient, Red nose

Género
ThrillerDrama | Años 40NazismoZonas frías/polares
Sinopsis
Invierno de 1943 en los Pirineos. Sara y Antoni viven en un pequeño pueblo de Andorra. Todos los días reciben noticias de la Segunda Guerra Mundial. Un día, su amigo Sendo vino con unos judíos para esconderlos. La vida se complica cuando los alemanes llegan a la ciudad en busca de los judíos.
 
CRÍTICA

Sobre el nazismo y la II Guerra Mundial, como bien hemos apreciado a lo largo de casi ochenta años, existen películas y obras a toneladas, lo cual lleva a que las tramas ambientadas en ella resulten manidas y el déjà vu sea frecuente, especialmente en aquellas que no ofrecen valores artísticos que trasciendan el clasicismo. Pero únicamente con cambiar una ubicación se puede inyectar algo de singularidad a un material trillado, siendo esta la mayor virtud de El fred que crema, el estreno en largometraje de ficción de Santi Trullenque, quien ya había lidiado con propuestas históricas en el documental para televisión Prim, anatomía de un general (2013).

La historia de refugiados judíos escondidos en la casa de unos campesinos y la persecución de los nazis se traslada a las parroquias de Andorra, país poquísimamente explotado en la gran pantalla, deviniendo la gracia central de un film que se centra en las familias lugareñas y el impacto de esta inesperada llegada. Aprovechando la labor de los pasadores de montañas, que ayudaban a cruzar la frontera a los fugitivos de los horrores de la guerra, El fred que crema consigue crear un marco suficientemente atractivo partiendo de una cercanía espacial que nos toca y lo reviste de un melodrama familiar cargado de rendijas y odios acumulados a lo largo de los años. Lo habitual en todo pueblo pequeño.

Es especialmente en el drama íntimo de los personajes donde la película funciona por la efectividad que presenta y permitir a sus seres mostrar sus aristas, en contraste con una trama nazi más acartonada y estereotipada, que cuando se contamina de la otra vertiente levanta más el vuelo. De hecho, el oficial al servicio del Tercer Reich resulta un personaje de brocha gorda en comparación con los otros protagonistas, evidentemente menos malvados, pero con dualidades propiamente humanas, lo cual acaba afectando a la sintonía del conjunto. Un conjunto correctamente ejecutado por su reparto, donde destacan Greta Fernández en otra demostración de empoderamiento femenino a pesar de los tiempos; Roger Casamajor, repitiendo en su salsa como uno de los rostros esenciales de la posguerra en el imaginario cinematográfico; o la breve intervención de Pedro Casablanc, llenando la pantalla para sorpresa de nadie.

La puesta en escena de Trullenque acompaña sin desentonar al material, pero resulta irregular, ya que oscila entre escenas que bordean el telefilme y otras de mayor gusto estético por el juego con la luz natural muy deudora de Werner Herzog, los encuadres en ventanas o incluso primeros planos que imponen y calan. Asimismo, algunas secuencias deben bastante al origen teatral de la película -la obra Fred de Agustí Franch, aquí coguionista junto al mismo Trullenque-, por momentos confiando demasiado en el texto y el diálogo para transmitir la información que en opciones más visuales o cinematográficas, algunas de ellas insertadas de una manera algo chocante. Nos referimos al uso de los flashbacks, necesarios para la narración, pero introducidos aleatoriamente en la estructura sin amoldarse a ella a la perfección.

Potenciando la idea del lugar fronterizo como comunidad anclada en un pasado que se encuentra con el presente a través de los viajeros que lo cruzan y contribuyendo, en clave retrospectiva, al amplio retrato campestre que el cine español nos ha brindado este año mediante otros títulos, El fred que crema no le importa transitar por lugares comunes porque se apoya acertadamente en la idiosincrasia de una zona infravalorada para contar algo que, al fin y al cabo, nos sigue removiendo por dentro por la visceralidad y brutalidad de su condición.